Otra advertencia
Hasta aquí los papeles que mi infortunada amiga Mrs. Caldwell dedicó a su adorado hijo Eliacim, tierno como la hoja del culantrillo, muerto heroicamente en las procelosas aguas del mar Egeo (Mediterráneo oriental), como quizás el lector haya tenido ocasión de saber ya.
A nuestro noble y común amigo Sir David Laurel Desvergers, albacea testamentario de la entrañable vieja errabunda a quien conocí en Pastrana robando azulejos históricos y a la que siempre quise tanto como respeté, capador de codornices y miembro de honor de la Real Sociedad Geográfica de Gwynedd, quiero expresar aquí todo el firme agradecimiento que me merece por la confianza en mí depositada, confianza a la que procuré corresponder con mis mejores voluntades.