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Clase de esgrima
Me duele el seno izquierdo, hijo mío, de saberlo tan manchado de tiza. Mi maestro de esgrima, Eliacim, con el florete en la mano, es una verdadera máquina automática de marcar con tiza el seno izquierdo de sus alumnas, sin distinción de edades. Desde que en los orfanatos de caridad, Eliacim, se adiestra a los niños pobres en el manejo de las armas de los caballeros, el mundo anda mucho más confuso y revuelto, mucho más al desgaire y al buen tuntún: aunque, sin fijarse con un mayor detenimiento, pudiera parecer lo contrario.
Las clases de esgrima que recibo, hijo mío, llevan a mi espíritu una gran desorientación. A veces, pienso que tengo la cabeza en el seno izquierdo y dejo de razonar de repente. Son momentos muy felices, pero que duran poco. Otras veces, en cambio, pienso que tengo el seno izquierdo en la cabeza y que mi maestro de esgrima me va a vaciar los ojos.