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Amé tres días al granjero Tom Dickinson
Martes, 7.
Tom Dickinson, hijo mío, es un encanto. Tom Dickinson es alto y fuerte, sabe segar la hierba y ordeñar la vaca, herrar el caballo y podar el rosal.
Tom Dickinson, Eliacim, canta, mientras saca agua del pozo, unas viejas canciones galesas llenas de nostalgia. Tom Dickinson tiene una bella voz de barítono y unos dientes blancos y agudos como los del lobo.
Tom Dickinson, hijo, está ahorrando para comprarse un tractor que le ayude a trabajar su granja.
Miércoles, 8.
La granja de Tom Dickinson, hijo mío, es una granja más bien pequeña, pero reluciente, próspera, cultivada con esmero. La granja de Tom Dickinson, Eliacim, tiene verdes praderas, establos nuevos, campos de patata y de avena en los que el viento juega por las mañanas.
La granja de Tom Dickinson, hijo, crece y vive alrededor de una casa confortable en la que el fuego está encendido todo el día y toda la noche.
Jueves, 9.
La casa de Tom Dickinson, hijo mío, es de dos plantas, aparte de la bodega y el granero: la bodega rebosante de botellas de vino, el granero henchido de grano limpio.
La casa de Tom Dickinson, Eliacim, se adorna con unos muebles sólidos y sencillos y unas cortinas luminosas y de alegres y vivos colores.
La casa de Tom Dickinson, hijo, guarda para Tom Dickinson toda la luz que entra por sus ventanas.
Viernes, 10.
Tom Dickinson, hijo mío, se pasea por su casa como un rey, altivo como un rey, más tranquilo y más feliz que un rey. Yo amé tres días, Eliacim, el martes, el miércoles y el jueves de esta semana, al granjero Tom Dickinson.
Pero no se lo quise decir, hijo, porque temí obrar mal.