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Los sombreros de copa
Es una verdadera lástima que las mujeres no podamos usar sombreros de copa, como los lores. Si alguna mujer rompiese el hielo, Eliacim, yo me apresuraría a seguirla; el sombrero de copa es muestra de una gran elegancia, de una gran elegancia que se va perdiendo.
Tu pobre padre (q. D. h.) tenía dos sombreros de copa, hijo mío, si bien no se los ponía casi nunca. El ropero de un hombre, Eliacim, no está completo si en él falta un sombrero de copa, aunque después ese hombre se muera de viejo y sin haber tenido ocasión de ponérselo sino muy rara vez.
El sombrero de copa, Eliacim, realza la figura del hombre, le da prestancia, le otorga empaque, le regala majestad. Si todos los hombres anduvieran de sombrero de copa, Eliacim, no habrías guerras y tú podrías estar a mi lado escuchando los consejos que te ruego que, al menos, consideres.