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Benjamín Disraeli
¡Qué lejanos ya los tiempos, Eliacim, de Benjamín Disraeli y sus bellas casacas!
Cuando salgo a la calle y me cruzo con los marinos de uniforme, con los hombres que visten tu misma mortaja, me siento como viviendo de un raro e inmerecido milagro.
Cuando Benjamín Disraeli era un adolescente y ni tú ni yo habíamos nacido, el mundo tampoco era más desgraciado de lo que hoy es. Me gustaría haber tenido la fuerza de un Benjamín Disraeli para haber conseguido de la Corona toda una larga serie de nada concretas prohibiciones que quizás hubieran ayudado a hacerme más feliz sin ti.
Seguramente, las máximas de Benjamín Disraeli están editadas en un bello volumen.