6
Una partida de póker en la que no media interés
Eran tres los jugadores, hijo, tres y tú, cuatro. En el reloj sonaba la una de la noche. El bar estaba repleto de damas y caballeros. Aquel americano a quien, días más tarde, puso la policía en la frontera, empezaba su perorata como todas las noches: Ladies and gentlemen. Hace bien eso de ladies and gentlemen. La joven duquesa de Selsey contaba a gritos aquello tan procaz del torero y el perro de caza. El almirante Mac Trevose, sonrosado por la dicha, rozaba con sus rodillas las rodillas de Mrs. Stornoway, la tímida pelirroja que tantos disgustos da a su marido. Tú, hijo, abstraído en tu partida de póker, olvidabas las más elementales normas de la mecánica celeste.
Cuando, cogiéndola de la muñeca, dijiste a María Rosa perdón, prefiero que no haga usted trampas, y su marido te dio aquel terrible golpe en la boca, yo, puedes creerme, me sentí orgullosa de ti.