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Una colección de ríos
Tu tío Alberto tenía una gran colección de ríos. Las mañanas del domingo las dedicaba a su magnífica colección de ríos y se pasaba el tiempo hablando por teléfono y cambiando los ríos que tenía repetidos. El Nilo, el Danubio, el Amazonas, el Volga, el Mississippi, eran los ríos más frecuentes, los ríos que primero encontraban los principiantes, los jóvenes aficionados. En cambio, el Escalda, el Sar, el Po, el Tordera, el Zambezee, eran ríos difíciles, ríos que guardaban en sus colecciones tu tío Alberto, el presidente Roosevelt, el rey Faruk y muy pocos más.
Tu tío Alberto se murió sin ver hecho realidad su sueño dorado, la Federación Internacional de Fluviotecas (FIF), con sede en Londres. Tu tío Alberto había sido siempre un soñador.
A su entierro enviaron representaciones casi todos los coleccionistas de ríos de todos los países; se abstuvieron los eternos disconformes, que nunca faltan. El momento de tapar la caja fue de una gran emoción, lloraron todos los ríos del mundo.
(Nuestra familia, hijo mío, se ve diezmada por la fatalidad. Tu tío Alberto me dejó en su testamento su colección de ríos. No sé lo que hacer con ella y me gustaría poder consultarte. Quizá lo más prudente fuera devolver a cada río su libertad, no lo sé. Los ríos del mundo correrían por sus cauces gritando, ¡Mrs. Caldwell es nuestro Abraham Lincoln, Mrs Caldwell es nuestro Abraham Lincoln!)