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¿A pie? ¿A caballo? ¿En bicicleta? ¿En diligencia? ¿En automóvil? ¿A bordo de un transatlántico lujoso? ¿En tren? ¿En avión?
Para buscarte, Eliacim, para poder ir a la cárcel por ti, no perdería mi tiempo en elegir.
Cuando se quiere con la firme decepción con que yo te quiero, hijo mío, no se gasta la pólvora en salvas; eso queda para las amantes cuyo reloj aún guarda las horas de la ilusión.
Para buscarte, Eliacim, para dar lugar a la murmuración por ti, no regalaría a nadie ni un solo minuto, ese minuto que, después, nadie me habría de devolver.
No sé cómo verás tú las cosas. Lo que sí puedo asegurarte es que, en mi caso, no verías las cosas de muy diferente modo que yo.