39

Dos manos le acariciaban la espalda por debajo de la camisa y luchó por despertar de su profundo sueño, en el cual estaba sumergido a gran profundidad en el agua y nadaba hacia el trémulo resplandor de la superficie sin terminar de alcanzarlo nunca. Se frotó los ojos, comprobó que estaba acostado en el sofá de su despacho y se dio la vuelta. Un par de pantorrillas bellamente torneadas le impidió ver nada más.

Pitt se incorporó hasta quedar sentado en el sofá y contempló los ojos seductores de Lily. Echó un vistazo a su muñeca pero se había quitado el reloj y lo había dejado sobre el escritorio junto con las llaves, la cartera y las monedas sueltas.

—¿Qué hora es? —preguntó.

—Las cinco y media —respondió la muchacha con voz dulce, moviendo sus manos sobre los hombros de Pitt y dándole un masaje en el cuello.

—¿De la tarde o de la madrugada?

—Está haciéndose de noche. Sólo has echado una cabezada de tres horas.

—¿Y tú? ¿No duermes nunca?

—Puedo aguantar perfectamente con cuatro horas de sueño al día.

—Tu futuro esposo tiene todas mis simpatías —comentó él con un bostezo.

—Aquí tienes café —repuso ella al tiempo que dejaba una taza humeante en una esquina de la mesa, cerca de la cabeza de Pitt. Él se calzó sus zapatos y metió los faldones de su camisa por dentro de los pantalones.

—¿Yaeger ha encontrado algo?

—Sí.

—¿El río?

—No, todavía no. Hiram se ha mostrado muy misterioso en sus comentarios, pero ha confirmado que tú tenías razón. Venator cruzó el Atlántico antes que Colón o que los vikingos.

Pitt dio un sorbo al café e hizo una mueca.

—Esto es casi azúcar puro.

—Al me dijo que siempre lo tomabas con cuatro cucharadas —contestó Lily, con aire de desconcierto.

—Te ha mentido. Me gusta solo y con un poco de azúcar en el fondo de la taza, sin remover.

—Lo siento —murmuró ella con una sonrisa nada compungida—. Me temo que he caído en una de sus bromas pesadas.

—No eres la primera —replicó él, con la mirada puesta en la puerta del despacho.

Giordino estaba sentado ante la mesa de trabajo de Yaeger, con los pies sobre el escritorio, devorando el último pedazo de pizza mientras estudiaba un detallado mapa topográfico de un tramo de costa.

Yaeger se encontraba ante una consola, consultando la pantalla de un ordenador con los ojos enrojecidos y tomando notas apresuradas en un bloc. No tuvo necesidad de volverse cuando Pitt y Lily entraron en la sala, pues pudo ver su reflejo en el monitor.

—Hemos hecho un descubrimiento —dijo con cierta satisfacción.

—¿De qué se trata? —preguntó Pitt.

—En lugar de concentrarnos en cada accidente geográfico al sur de la tumba del Serapis en Groenlandia, he decidido dar un salto hasta Maine y empezar a buscar desde allí una zona que se correspondiera con la descripción del lugar donde había tocado tierra la nave.

—Y la búsqueda ha dado resultado, ¿no es así? —dijo Pitt, expectante.

—En efecto. Si recuerdas, Rufino escribió que, tras desertar de Venator, su barco fue golpeado por continuas tormentas procedentes del sur durante treinta y un días, hasta que encontraron refugio en la bahía abrigada donde poder efectuar las reparaciones necesarias en la nave. En la siguiente etapa del viaje, nuevas tormentas rompieron las velas y arrancaron los remos de dirección. Después, el Serapis estuvo a la deriva una serie de días que no se concreta antes de terminar en el fondo del fiordo groenlandés.

Yaeger efectuó una pausa e hizo aparecer en la pantalla un mapa de la costa norteamericana del Atlántico norte. A continuación, sus dedos marcaron con agilidad una serie de instrucciones. Una pequeña flecha apareció en el mapa y empezó a desplazarse hacia el sur desde la costa este de Groenlandia siguiendo un curso zigzagueante alrededor de Terranova y dejando atrás Nueva Escocia y Nueva Inglaterra, para detenerse en un punto ligeramente al norte de Atlantic City.

—¿Nueva Jersey? —murmuró Pitt, desconcertado.

—Barnegat Bay, para ser exactos —intervino Giordino al tiempo que sacaba el mapa topográfico y lo extendía sobre la mesa. Después, destacó un tramo de costa trazando un círculo en torno a él con un rotulador rojo.

—¿Barnegat Bay, Nueva Jersey? —repitió Pitt.

—Él perfil de la costa era muy distinto en el año 391 —explicó Yaeger desapasionadamente—. El frente de playa era más irregular y la bahía era más profunda y abrigada.

—¿Cómo has determinado que ése era el punto exacto?

—Al describir la bahía, Rufino menciona un gran mar de pinos enanos en el que surgía agua dulce de la tierra con sólo clavar el bastón. Nueva Jersey tiene un bosque de pinos enanos que concuerda con la descripción. La zona se llama Pine Barrens y es un terreno improductivo que se extiende en la mitad sur del estado, bordeando la costa al este. El nivel del agua se encuentra justo bajo la superficie y, durante el deshielo primaveral o después de unas lluvias intensas, basta con hacer un hoyo en el suelo arenoso para que mane el agua.

—La pista parece prometedora —dijo Pitt—, pero ¿no dice Rufino también que allí recogieron algunas rocas para lastrar el barco?

—Reconozco que eso me tenía confundido, de modo que he hecho una llamada a un geólogo del cuerpo de ingenieros del ejército y éste ha dado con una cantera que indica prácticamente el punto exacto donde, en mi opinión, se produjo el desembarco de la tripulación del Serapis.

—Un trabajo excelente —comentó Pitt en tono de gratitud—. Has logrado ponernos en la buena pista.

—¿Dónde seguimos buscando, a partir de ahora? —quiso saber Lily.

—Continuaré la investigación hacia el sur —respondió Yaeger—. Al mismo tiempo, haré que mis colaboradores investiguen en el ordenador el rumbo aproximado que pudo tomar Venator al oeste de la península Ibérica. Visto en perspectiva parece evidente que las islas donde la flota tocó tierra por primera vez después de salir del Mediterráneo fueron las Indias Occidentales. Siguiendo el rastro del Serapis desde Nueva Jersey y haciendo una proyección del posible rumbo de Venator hasta el continente americano, deberíamos determinar un punto aproximado de la costa a partir del cual, en un radio de quinientas millas náuticas, se hallaría el río que concuerda con los datos.

Lily puso cara de escepticismo.

—No veo cómo esperas seguir el rastro de la flota cuando Venator se ocupó de censurar cualquier anotación de rumbo, corrientes, vientos y distancias.

—No hay que ser muy listo —repuso Yaeger secamente—. Deduciré los datos a partir de los viajes de Colón al Nuevo Mundo, estudiando su travesía por ordenador y corrigiendo las diferencias en diseño del casco y fricción del agua, aparejo y superficie de velamen, entre las carabelas del descubridor y la flota bizantina mil años anterior.

—Haces que parezca muy fácil.

—No lo es, créeme. Aunque estemos sobre la pista, vamos a necesitar otros cuatro días hasta llegar al lugar exacto.

El cansancio de las largas horas de tedioso estudio parecía olvidado. En los ojos enrojecidos de Yaeger había un brillo de determinación. Lily parecía galvanizada con un exceso de energía. Todos estaban preparados para el pistoletazo de salida.

—Consigúelo —dijo Pitt—. Encuentra la biblioteca.

Pitt pensaba que Sandecker lo había llamado para tener un informe sobre el progreso de la investigación, pero en el mismo instante que observó la sombría expresión del rostro del almirante, supo que había algún problema. Lo que realmente preocupó a Pitt fue la mirada blanda en los ojos de Sandecker; habitualmente, era dura como el pedernal.

Luego, cuando el almirante se le acercó, lo tomó del brazo, lo condujo hasta el sofá y tomó asiento a su lado, Pitt tuvo la certeza de que, efectivamente, había un problema.

—Acabo de recibir unas noticias perturbadoras de la Casa Blanca —empezó Sandecker—. Se sospecha que el crucero que albergaba a los presidentes De Lorenzo y Hasan en la cumbre económica de Uruguay ha sido secuestrado.

—Lamento saberlo —respondió Pitt—, pero no entiendo en qué afecta eso a la NUMA.

—Hala Kamil se encontraba a bordo.

—¡Maldita sea!

—Y también el senador.

—¿Mi padre? —murmuró Pitt, sorprendido—. Hablé con él por teléfono anoche. ¿Cómo es posible que ahora esté en Uruguay?

—Estaba realizando una misión para el presidente.

Pitt se puso en pie, anduvo de un extremo a otro de la estancia y volvió a sentarse.

—¿Cuál es la situación?

—El Lady Flamborough, nombre del crucero británico, desapareció anoche del puerto de Punta del Este.

—¿Dónde está el barco ahora?

—Se ha efectuado una intensa búsqueda por aire pero no ha aparecido el menor rastro de él. La opinión general entre los funcionarios situados en la zona, es que el Lady Flamborough yace en el fondo del mar.

—Me niego a aceptar eso sin tener más pruebas concluyentes.

—Lo mismo digo.

—¿Cuáles eran las condiciones meteorológicas?

—Según los informes, el tiempo en la zona era bueno y el estado de la mar, en calma.

—Los barcos desaparecen en las tormentas —dijo Pitt—. Rara vez lo hacen con el mar tranquilo.

Sandecker hizo un gesto vago con las manos.

—Hasta que sepamos más detalles, sólo podemos especular.

Pitt no podía aceptar que su padre estuviera muerto. Lo que acababa de oír era demasiado inconcreto.

—¿Qué está haciendo la Casa Blanca al respecto?

—El presidente tiene las manos atadas.

—¡Eso es ridículo! —exclamó Pitt—. El presidente puede ordenar que todas las unidades navales en la zona colaboren en la búsqueda.

—Ahí está el problema —explicó Sandecker—. Salvo para algún esporádico ejercicio de prácticas, y no está realizándose ninguno de ellos en estos momentos, Estados Unidos no tiene unidades navales destacadas en el Atlántico Sur.

Pitt se puso en pie nuevamente y contempló las luces de Washington tras la ventana. Después, dirigió una mirada penetrante a los ojos de Sandecker.

—¿Me está diciendo que el gobierno de Estados Unidos no participa en la búsqueda?

—Así parece.

—¿Y qué impide investigar a la NUMA?

—Nada, salvo que carecemos de una flota de guardacostas y de transporte aéreo.

—Tenemos el Sounder.

Sandecker mantuvo la mirada de Pitt unos instantes, pensativo. Después, en su rostro apareció una mueca de interrogación.

—¿Uno de nuestros buques de investigación?

—Está realizando trabajos de cartografía por sonar en la plataforma continental. Frente a las costas del sur de Brasil.

Sandecker asintió.

—Sí, ya recuerdo el barco, pero es demasiado lento para que resulte de utilidad en un rastreo marítimo. ¿Qué espera de él?

—Si no se puede encontrar el barco de mi padre en la superficie, lo buscará bajo el agua.

—Está hablando de inspeccionar mil millas cuadradas, tal vez más.

—El sonar del Sounder puede barrer una franja de dos millas de anchura y, además, transporta un sumergible. Sólo preciso su autorización para ponerme al mando del buque, almirante.

—Necesitará algún colaborador.

—Giordino y Rudi Gunn. Formamos un buen equipo.

—Rudi está en una operación de minado explosivo del suelo marítimo, frente a las islas Canarias.

—Podría estar en Uruguay en dieciocho horas.

Sandecker dio una palmada con las manos detrás de la cabeza y alzó la vista al techo. En su fuero interno pensaba que Pitt estaba persiguiendo sombras, pero no dudó ni un solo instante de cuál sería su respuesta.

—Ponga usted mismo los nombres —dijo sin cambiar el tono de voz—. Yo me encargaré de las autorizaciones.

—Gracias, almirante. Le estoy muy agradecido.

—¿Cómo está el asunto de la Biblioteca de Alejandría?

—Yaeger y la doctora Sharp están cerca de la solución. No es preciso que Al y yo nos entrometamos.

Sandecker se puso en pie y colocó ambas manos en los hombros de Pitt.

—Tal vez su padre no esté muerto, ¿sabe?

—Será mejor que no lo esté —respondió Pitt con una sombría sonrisa—. No se lo perdonaría nunca al viejo.

El tesoro de Alejandría
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
prologo.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml