CAPITULO XI
—Se trata de Jeannie Cross —dijo Edith—, Está muy inquieta, porque ha desaparecido su amigo.
Moodson alzó las cejas.
—¿Te refieres a Jared Kipple?
—¡Por Dios! ¿Cómo puedes imaginar tal cosa? Jeannie tiene otros gustos muy distintos, bastante más refinados, aunque tampoco se pueda decir que él sea un aristócrata.
El joven empezó a impacientarse.
—¿Quieres dejarte de rodeos?
—Está bien. Jeannie, repito, se siente muy aprensiva. El tenía que haber acudido hace dos noches. Iban a hablar de un asunto muy importante para los dos.
—¿Qué asunto, Edith?
—Querían casarse, pero a él no le gustaba que Jeannie siguiera en mi hotel. Puedes comprender los motivos, Tony.
—Sí, comprendo perfectamente. ¿Y...?
—Pues que él no vino a la hora acordada, porque había reservado la habitación, y la pobre Jeannie estuvo aguardándole en vano toda la noche, ni tampoco vino ayer en todo el día, siquiera para excusarse, ni apareció por la noche. Y ella asegura que él es muy puntual y cumplidor en sus citas...
—Edith, por todos los diablos, ¿quieres decirme de una vez de quién se trata? Edith se dio una palmada en la frente.
—¡Qué tonta soy! Había olvidado decirte su nombre... Es Hank Sheakey.
—¡Sheakey!
Moodson se puso rígido. Ella le miró con gran interés.
—¿Sucede algo? ¿Tienes noticias de Hank? —preguntó ansiosamente.
—Las que tengo no son buenas —contestó el joven con grave acento—, Jeannie no es la única persona que ha echado en falta a Sheakey.
Edith palideció.
—¿Lo... habrán asesinado?
—¿Quién iba a hacerlo? —se extrañó el joven.
Ella, evidentemente muy nerviosa, se retorció las manos un momento. Luego, con la vista en el suelo, murmuró:
—Tengo que confesarte algo, Sheakey estaba metido en un asunto nada limpio. No sé exactamente qué era, ni Jeannie tampoco, porque no quiso decírselo nunca, pero sé que era un negocio de mucho dinero.
—Los negocios turbios dan muchos disgustos, Edith.
—Sí, por desgracia, así es. Si supiera algo más...
—No te preocupes. Trataré de averiguar qué le ha pasado a Hank. Y si tú consigues saber algo, no dejes de decírmelo inmediatamente
—Lo haré, Tony, descuida.
Moodson abandonó el hotel. Consultó la hora.
Era ya demasiado tarde para ir al ayuntamiento y examinar los archivos.
—Empezaré mañana por la mañana, a primera hora —se propuso.