literalmente reventados de tanto trabajar.

Y luego arrojaban sus cuerpos a esa tumba sin fondo que es el pozo de Seaside Plain.

Así lo cuenta la leyenda respondió Bridget. No puedo responsabilizarme de su veracidad.

Por supuesto. Otra cosa, se lo ruego. Suponiendo que algún día quede demostrado sin lugar a dudas que es usted la dueña de esas tierras, ¿qué planes tiene para el futuro de su propiedad?

Ella vaciló unos instante. Luego dijo:

Perdone, pero no quiero ser indiscreta en este asunto.

Lo siento, no quise molestarla.

Gracias. Ha sido usted muy amable, señor Moodson.

Bridget caminó hacia la puerta. Antes de salir, se volvió hacia el joven y le dirigió una tímida mirada.

Si yo... le trajera los documentos, ¿querría examinarlos y darme un dictamen sobre su contenido?

Sólo lo haría con una condición, señorita Courtney.

¿Sí?

Necesito el permiso de su abogado. No puedo interferir en la labor de un colega que ya se ha encargado del caso. No sería ético, vamos.

Comprendo. Hablaré con Richard y le consultaré el caso.

Gracias, pero, si le responde afirmativamente, habrá de tener en cuenta otra cosa.

Dígame, señor Moodson.

Mi dictamen no puede ser vinculante en modo alguno, puesto que no soy su representante legal. Sólo será un informe de asesoría, simplemente.

Bridget hizo una graciosa inclinación de cabeza.

Lo tendré en cuenta. Repito las gracias se despidió finalmente.

Cuando se quedó solo, Moodson fue a la consola y se sirvió una copa de jerez. «El asunto de Bridget con relación a Seaside Plain prometía resultar muy interesante», se dijo.

Pero ¿no habíamos quedado en que venías aquí a descansar? se apostrofó a mismo.

De la cocina llegó súbitamente un agradable olorcillo. Moodson sintió en su estómago las primeras punzadas del hambre.

Sonriendo, se acercó a la cocina y asomó la cabeza por la puerta.

Zoé, ¿eso que está preparando es comida para los dioses?

Oh, señor; me bastará con que le agrade a usted rió la señora Hicks. Pero está un poco paliducho y le conviene reponerse.

Zoé se calló de pronto, porque en el exterior acababa de oírse un agudo grito que indicaba alarma y miedo al mismo tiempo. Moodson se precipitó hacia la puerta trasera y miró en todas direcciones.

El grito parecía provenir del jardín de Bridget. La muchacha, sin embargo, no estaba a la vista.

De pronto, Moodson oyó el inconfundible sonido de unos gemidos de dolor.

Acercándose al seto, miró por encima y presenció una escena singular.

Bridget estaba arrodillada en el suelo, junto al cuerpo inerte de su perro, en el que no