¿Qué le ocurrió, señor Barnand? preguntó, cuando el otro dio muestras de sentirse mejor.

Había un coche parado a unas dos millas de Buthbury y un hombre que parecía disponerse a cambiar una rueda deshinchada. El automóvil estaba casi en el centro de la carretera y tuve que frenar casi totalmente, porque apenas si me dejaba paso. Entonces, el sujeto se revolvió y me amenazó con una pistola.

¿Le vio el rostro?

No. Cuando divisé el coche, él estaba agachado, dándome la espalda. Al volverse hacia mí, pude apreciar que tenía la cabeza cubierta por una media. No vi mucho más; me hizo salir del automóvil y luego me golpeó en la frente con la pistola. Cuando recobré el conocimiento, estaba sentado de nuevo tras el volante de mi coche... La cartera con los documentos había desaparecido. Sin duda se la llevó ese miserable...

Señor Barnand, procure recordar todos los detalles que pueda solicitó el joven. Ya sabemos que no le vio la cara, pero, ¿cómo era el asaltante? ¿Bajo, alto, grueso, delgado, fornido? ¿Tenía algún defecto al hablar? ¿Cree que disfrazada la voz? ¿Vio algo de particular en sus ropas? ¿Llevaba guantes?

Barnand dirigió una mirada de asombro a Moodson.

Parece usted un policía profesional... El joven sonrió.

Tengo cierta práctica contestó. He asistido a muchos interrogatorios policiales. Por otra parte, las preguntas que le he formulado son puramente rutinarias. Conteste, por favor.

Bien, yo diría que era bastante fuerte, ancho de hombros, con unos brazos muy robustos... La ropa era corriente; un chaquetón de paño, a cuadros... Pantalones de pana, botas de media caña... Sí, llevaba guantes y, además, un gorro de lana, con borla. No habló apenas; sólo pronunció una frase: «Fuera o disparo», y me pareció que hablaba con los dientes muy juntos...

Moodson se volvió hacia la muchacha.

Por las señas, parece Sheakey. Ella asintió.

Sí, el mismo. Si tenemos en cuenta que trabaja para Dohane, encontraremos lógico el asalto que ha servido para despojarme de lo que es legalmente mío.

Aún no se ha perdido nada aseguró el joven. Señor Barnand, siento mucho lo ocurrido. Deseo que se mejore pronto.

Muchas gracias.

Bridget, con su permiso... Vendré en otro momento.

Cuando guste, Tony.

En el momento en que salía, Moodson oyó la voz de Barnand, con tonos desabridos.

Le tratas con mucha confianza, Bridget.

Somos buenos amigos, eso es todo, Richard.

Moodson sonrió. Le agradó saber que el maltrecho abogado se sentía celoso.

Luego torció el gesto. La pérdida de los documentos podía representar un duro contratiempo para los proyectos de Bridget.