—No es necesario, Zoé; ya he oído que preguntaban por mi. ¿Quiere pasar, señor Dohane?
El visitante era un hombre alto, fornido, de rostro que habría resultado atractivo, a no ser por la expresión de dureza y, al mismo tiempo, de desdén hacia todo cuanto le rodeaba, por lo que parecía estar haciendo una mueca constante. Dohane se quitó la gorra a cuadros un instante y luego volvió a ponérsela.
—Desearía hablar unos minutos con usted, señor Moodson —manifestó. El joven se echó a un lado.
—Tenga la bondad de pasar —accedió.
Dohane entró en la sala. Llevaba en la mano derecha un grueso bastón y quedó cerca de la chimenea, apoyado en él, en actitud casi provocativa.
—Hace unos días, usted estaba en Seaside Plain —dijo.
—Hoy no he ido, pero ayer sí... Suelo darme un paseo hasta allí a diario. Estoy reponiéndome de una temporada de mucho trabajo, ¿sabe?
Moodson estaba junto a la consola, con un frasco de vidrio tallado en la mano.
—¿Un poco de whisky, señor Dohane?
—No, gracias. Quiero hablar del incidente ocurrido en Seaside Plain...
—Seguramente, le informó el señor Sheakey.
—Así es.
—Entonces, ¿qué puedo decirle yo que él no le haya dicho ya?
—Usted impidió que Sheakey y sus subordinados iniciaran unos trabajos que yo había ordenado...
—Perdón, señor Dohane —cortó el joven a la vez que se volvía hacia el visitante con un vaso en la mano—. Lo único que impedí yo fue que el iracundo señor Sheakey destrozara un arma que no le pertenecía. Es más, posiblemente, le salvé la vida, porque es casi seguro que la escopeta se habría disparado, al ser golpeada de la forma en que él pensaba hacerlo.
Moodson, naturalmente, no quiso decir que la escopeta estaba descargada. Habría sido tanto como añadir una humillación innecesaria a la derrota sufrida por el colérico capataz.
—Muy bien, de acuerdo, pero usted ayudó a la señorita Courtney...
—Temo que no está bien informado del asunto —volvió a interrumpirle al joven—. Por lo que estoy oyendo, el relato del señor Sheakey es más bien tendencioso y escasamente ajustado a la verdad. Fue ella quien impidió que los operarios iniciaran el trabajo. Si la señorita Courtney no hubiese hecho nada en sentido opuesto, yo habría permanecido quieto, porque no es mi intención tomar parte en pleitos ajenos, sin haber sido requerido para ello.
—Hablaré con Sheakey —dijo Dohane bruscamente—. Es posible que, en efecto, no me haya dicho toda la verdad.
—Puede tenerlo por seguro. Además, usted ordenó iniciar unos trabajos sin esperar a la sentencia del tribunal sobre la propiedad de esos terrenos. A eso, habitualmente, se le llama quebrantar la ley.
—Las tierras de Seaside Plain son mías...
—Cuando lo sentencie un juez, no antes.