tenía empleados a más de quinientos hombres, en una especie de esclavitud verdadera- mente horrible. Pero eso ocurrió a finales del siglo XVIII y...

El pastor levantó la vista al cielo y guiñó los dos ojos sucesivamente.

Perdone, señor, pero se me está haciendo tarde. He de recoger las ovejas antes de que se haga de noche y aún me quedan un par de millas. He tenido mucho gusto en conocerle, créame.

Digo lo mismo, señor Paxton sonrió el joven.

Paxton silbó al perro y éste empezó a apremiar a las ovejas. Al cabo de unos segundos, Moodson decidió emprender el regreso al pueblo.

También él tenía un par de millas por delante... y mucho tiempo para conocer la leyenda sobre aquel pozo que no tenía fondo.

 

* * *

 

 

 

Cuando llegaba a las inmediaciones de Buthbury, se produjo un inesperado encuentro.

Una mujer, alta, muy esbelta, surgió de repente de la esquina de una tapia de bastante elevación. Vestía pantalones ocultos y un chaquetón corto de pieles. Los cabellos, inten- samente negros, estaban cubiertos por un gorro de punto de color rojo vivo.

En la enguantada mano derecha sostenía la cadena de un enorme can, de pelo rojizo.

«Un extraño color para un perro gran danés», pensó Moodson de inmediato.

Ella se detuvo también, no menos sorprendida por hallarse súbitamente frente a un desconocido. El perro, plantado sobre sus enormes patas, fijó sus glaucas pupilas en el rostro del joven.

Moodson se mantuvo inmóvil, para no ofrecer al can la oportunidad de un ataque inesperado. Ella afirmó su mano en la correa que sujetaba al animal.

Discúlpeme, señora; no era mi intención asustarla dijo, a la vez que se destocaba cortésmente.

Quizá yo también lo he asustado a usted sonrió la joven. De todos modos,.

«Shank» es bastante manso y no atacaría sin una orden mía, aunque, lógicamente, se siente receloso ante un desconocido.

En tal caso, voy a dejar de serlo contestó él. Me llamo Blane Moodson, vecino por una temporada de Buthbury.

Soy Bridget Courtney se presentó ella. Encantada de conocerle, señor Moodson.

He tenido mucho gusto, señorita.

Moodson vaciló un poco. Bridget se dio cuenta de los motivos de sus dudas y tiró de la cadena del perro.

Había sacado a «Shank» para que diese un paseo. Con su permiso, continuaremos...

Muchas gracias, señorita Courtney.

Bridget y el perro se alejaron hacia el exterior del pueblo. Moodson meneó la cabeza.

Una extraña casualidad murmuró. Ella es la dueña del pozo sin fondo... o uno de los dos aspirantes a su propiedad. Pero ¿quién diablos puede querer un hoyo en el suelo, por muy profundo que sea?