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Entró en The Red Cave ya muy tarde, cuando apenas si quedaban un par de clientes. Edith le miró maliciosamente. Tendrás que darte prisa dijo. La ley me obliga a cerrar a las once de la noche y, a partir de esa hora, ya no puedo vender una sola gota de alcohol.

Conozco la ley y que no existe ninguna que te impida convidar a un amigo en tu habitación.

Muy cierto admitió ella, con un brillo especial en los ojos. Sigue el pasillo que hay al otro lado de aquella puerta; sube al primer piso y aguárdame en la habitación del fondo, a la derecha.

Moodson hizo un leve gesto de aquiescencia. Cuando recorría el corredor del primer piso, en el que se veían ocho o diez puertas cerradas, oyó rumores de voces y risas contenidas.

«Un hotel muy particular», se dijo mientras abría la puerta indicada.

La habitación estaba decorada con gran lujo, aunque no con demasiado gusto. La cama era enorme, sobre un estrado cubierto de moqueta de un estremecedor color escarlata. Había también una salita, con una mesa y dos butacas, y otra puerta, supuso, daba al baño.

La parte destinada a dormitorio podía aislarse por unas cortinas que separaban la estancia en dos partes. Edith llegó diez minutos más tarde, corrió las cortinas y desapareció de la vista del joven.

Tienes botellas y copas. Sírvete tú mismo indicó.

Gracias. Esperaré a que salgas. ¿Cómo ha ido el día?

Bien, no puedo quejarme. Es un excelente negocio.

Te felicito. Pero ¿no protestan en el pueblo?

Son muy comprensivos. Además, las gentes de Buthbury no frecuentan demasiado el local. Mis clientes, proceden, principalmente de otras poblaciones.

Lo tienen registrado como hotel, supongo.

Con licencia para despachar bebidas a las horas permitidas por la ley. ¿Algo más, señor curioso?

Sí. Cuéntame cosas del pleito entre la señorita Courtney y Dohane.

Edith asomó la cabeza instantáneamente, por un hueco abierto en las cortinas.

¿Qué te interesa de esa joven? preguntó.

Asuntos legales sonrió él.

Asuntos legales, ¿eh? dijo Edith maliciosamente. Moodson estaba sentado y se puso en pie.

Cuando estoy con una mujer hermosa, olvido a todas las demás, al menos en el sentido en que tú piensas.

Bruscamente, agarró las cortinas y las separó de golpe. Edith lanzó un chillido.

Me has pillado desnuda...

Era lo que estaba esperando.

Moodson puso la mano entre los senos de la mujer y la hizo caminar hacia atrás. Las piernas de Edith chocaron de pronto con la cama y cayó de espaldas, con los pies por