Cuando regresó de su paseo, cerca del mediodía siguiente, Zoé le dio una sorpresa.

Ella le espera, señor dijo. Moodson arqueó las cejas.

¿Se refiere a...?

Sí, señor, la misma. Me he permitido dejarla entrar en casa y confío no se enoje por ello.

Oh, Zoé, qué cosas tiene usted... sonrió el joven.

La señora Hicks estaba cuidando el jardín. Moodson abrió la puerta y vio a Bridget sentada en una butaca, junto al fuego y con un libro en las manos.

Ella se puso en pie inmediatamente al verle. Moodson hizo un ademán.

Por favor, señorita Courtney, siga como está rogó.

Gracias. Bridget se sentó de nuevo. Un libro muy interesante comentó, señalando al que acababa de dejar sobre una mesita contigua.

Si le gusta, puedo prestárselo. Yo me he traído otros varios y no tengo ninguna prisa por empezar su lectura y menos aún por acabarlos. Pero si me permite, quisiera ofrecerle algo de beber...

No se moleste, muchas gracias. Señor Moodson, disculpe mi inoportunidad, pero usted dijo algo ayer que me intrigó sobremanera.

El joven sonrió.

Sin duda, se refiere a la cerca del pozo que hay en Seaside Plain dijo.

En efecto, a eso me refería. Usted dijo que Dohane piensa elevar la cerca del pozo hasta cinco metros de altura.

Y hará poner una puerta metálica, con cerradura de seguridad.

¿Cómo lo sabe usted?

¿Le resulta extraño?

Un naco, sobre todo, si se piensa que yo ignoraba los propósitos de ese impostor.

Impostor, ¿en qué sentido, señorita Courtney?

Seaside Plain me pertenece, sobre eso no hay duda alguna. En el momento en que Dohane declara que es suya la propiedad, comete impostura.

Bueno, yo supongo que tendrá argumentos legales para probar su aserto dijo Moodson.

También los tengo yo y me proporcionan derechos incuestionables sobre la propiedad.

Discúlpeme, pero si hay alguien que le disputa esas tierras, sus derechos ya no se pueden calificar de incuestionables. Moodson se tocó el cuerpo con las manos. Estas ropas son mías, las pagué a mi sastre, tengo la factura y eso sí me confiere un incuestionable derecho de propiedad sobre el traje. ¿Puede decir usted lo mismo de Seaside Plain?

Bridget se removió inquieta en su asiento.

Los documentos aseguran...

Ah, tiene documentos.

¡Pues claro, hombre! exclamó ella, impaciente, ¿cómo iba a afirmar una cosa semejante, sino pudiera probarlo?

Moodson entornó los ojos.

Perdone la indiscreción, pero ayer creí oír decir al señor Barnand que le traía buenas