extensión.
Un extraño fenómeno se produjo momentos después. Junto a los acantilados, se elevó una columna de algo que parecía humo amarillento.
Moodson comprendió lo ocurrido. El humo no era sino polvo que había salido a través de la cueva donde habían encontrado los esqueletos. El túnel había existido realmente y el polvo procedía de los escombros causados por el hundimiento.
La catástrofe había originado ruidos que fueron oídos en Buthbury. Moodson vio a algunas personas que corrían hacia la colina y se dispuso a salir a su encuentro para tranquilizar a los alarmados vecinos.
En cuanto al hombre que había intentado asesinarle, sin duda para ejecutar la amenaza enviada días antes con una rata muerta, no merecía la pena intentar buscarle siquiera. Había demasiados sitios donde esconderse y el terreno era allí muy irregular, con barrancos y vaguadas donde una persona podía perderse con toda facilidad.
Lo tendría en cuenta para lo sucesivo, se propuso.
* * *
Cuando llegaba a su casa, oyó voces destempladas al otro lado del seto que separaba su jardín del de Bridget.
La curiosidad fue más poderosa que su sentido de la discreción y se acercó al seto. Bridget estaba en la puerta de su casa, hablando con un desconocido, que parecía muy irritado.
La muchacha, se veía claramente, estaba a la defensiva.
—No sé nada de lo que me está diciendo, señor Heard. No he visto al señor Sheakey desde el día...
—Usted le amenazó con una escopeta. El me lo contó con todo detalle —protestó el individuo a grito pelado.
Moodson identificó al sujeto inmediatamente. Su voz resultaba inconfundible. La había oído días antes, en las inmediaciones del pozo.
—La escopeta estaba descargada y tengo un testigo que puedo probarlo —respondió la muchacha.
—Señorita, ¿se da cuenta de que su insensata actitud me está haciendo perder mucho dinero?
—Yo no tengo la culpa.
—Perdonen que intervenga —dijo Moodson desde el seto—. ¿Puedo ayudarla en algo, Bridget?
—Oh, Tony... —exclamó ella, visiblemente aliviada al ver a Moodson—. Este hombre me achaca no sé qué fantásticas historias acerca de la desaparición de su capataz.
El otro se volvió.
—Soy Martin Heard, constructor —se presentó—. ¿Quién es usted, señor curioso?
—Moodson, abogado, de Londres —repuso el joven sin amilanarse por la belicosa actitud del individuo—. Y me gustaría saber de qué acusa a la señorita Courtney.
—Mi capataz ha desaparecido. Es posible que ella tenga algo que ver con tal desaparición. Hank me contó lo que había pasado cuando quiso empezar los trabajos...