noticias referentes a esas tierras.
—Así es, en efecto.
—Debo deducir, por tanto, que el señor Barnand es su representante legal...
—Mi abogado —puntualizó Bridget.
—Supongo que posee la competencia suficiente para sentar una afirmación semejante. Pero si es así, ¿por qué no obtiene usted una orden judicial, a fin de paralizar las obras que Dohane se dispone a efectuar en torno al pozo?
—Todavía..., todavía no se ha resuelto el pleito... Pero si yo no puedo paralizar esas obras, él tampoco tiene derecho a realizarlas, supongo.
—Eso es verdad, aunque sólo a medias. Usted puede alegar que no se puede tocar nada en Seaside Plain, mientras no se haya resuelto el pleito. ¿No le ha dicho nada su abogado en ese sentido?
—No.
Moodson hizo un gesto de duda.
—Debería haberlo visto en el acto —rezongó—. Pero, claro, yo no puedo interferir la acción de otro letrado, sobre todo, cuando no he tenido ocasión de examinar a fondo los documentos que usted dice prueban sus derechos a la propiedad.
Bridget le miró interesadamente.
—Por lo que dice, sospecho que también es abogado —dijo.
—No puedo negarlo —contestó él—. Aunque, en estos momentos, no ejerzo la profesión.
—Está de vacaciones.
—Así es.
—¿En esta época, cuando todavía no hemos terminado de salir del invierno?
—Tuve exceso de trabajo durante mucho tiempo, en un caso de gran importancia.
Acabé agotado y decidí que me convenía descansar unas cuantas semanas.
Una ligera sonrisa apareció en los labios de la muchacha.
—¿Ganó el caso?
—Si se hubiera tratado de una carrera de caballos, al de mi contrincante estarían aún poniéndole la silla, y perdone la inmodestia.
—No se preocupe. Cuando alguien consigue una cosa legítimamente, es lícito sentirse orgulloso de la victoria. Bien —Bridget volvió a ponerse en pie—, creo que es hora ya de que me marche. Sobre todo, si pensamos que se niega a decirme cómo supo que Dohane piensa cercar el pozo.
—Es un detalle sin importancia, señorita Courtney. El resultado es el que interesa. Y Dohane, si no lo remedia alguien, conseguirá sus propósitos.
—Es un hombre verdaderamente repulsivo... aunque hubo una época en que resultaba de trato agradable y se hacía simpático a todo el mundo. Pero, inexplicablemente, de unos meses a esta parte, su conducta cambió radicalmente.
—Perdóneme una pregunta, por favor. Hubo alguien que me contó una extraña leyenda sobre aquel pozo. ¿Qué sabe usted sobre el particular?
—El antepasado de Dohane que tenía la propiedad de la mina fue un hombre desalmado, sin conciencia, a quien se le achacan centenares de muertes, no porque él los asesinara directamente, sino porque sus mineros, esclavos en la práctica, morían