CAPITULO X
El hombre pateó el suelo con furia. Hank Sheakey maldijo la idea que había concebido alguien de citarle en aquel lugar y a una hora tan intempestiva. Aquella cita iba a hacerle perder otra, mucho más agradable. Si se retrasaba, Jeannie Cross le dejaría por otro y eso era algo que disgustaba profundamente a Sheakey.
Consultó el reloj. La esfera luminosa le permitió ver la hora. El hombre que le había citado junto al pozo se retrasaba ya diez minutos.
—Le concedo otros diez más —dijo entre dientes—. Si no aparece para entonces, lo enviará al diablo y que venga a buscarme durante el día.
De pronto, oyó un ruido en las inmediaciones.
—¿Quién anda ahí? —preguntó Sheakey.
—Hank, venga.
Sheakey se aproximó a la cerca de piedra.
—¿Dónde está usted?
—Aquí, hombre. Vamos, no tema; pase al otro lado. Quiero enseñarle algo muy importante.
—Le advierto que si veo que se trata de una broma, no lo va a pasar bien. A nosotros nos han contratado para un determinado trabajo y cada día que pasamos inactivos perdemos un montón de dinero.
—Le comprendo, pero ahora mismo va a ver la solución.
—Podía haberme citado a otra hora mejor.
—No quería que nos viese ella.
—Está bien.
De mal talante todavía, Sheakey pasó las dos piernas sucesivamente por encima de la cerca. Apenas había puesto los pies en el suelo, se sintió agarrado por un brazo.
Dos manos tiraron de él con tremenda potencia. Sheakey lanzó un grito horroroso.
—¿Se ha vuelto loco? —aulló.
La sorpresa había sido demasiado grande para resistir con éxito. El impulso tomado por su atacante lo hizo dar un par de pasos en el suelo. El tercero fue dado en el aire.
Sheakey emitió un espantoso alarido cuando vio que su pie derecho no encontraba apoyo sólido. Braceó frenéticamente, pero su cuerpo se había inclinado ya demasiado y la mortal caída se inició de forma irremisible.
El otro se inclinó ligeramente, a la vez que hacía un burlón saludo con la mano.
—Buen viaje... a esa tumba sin fondo —murmuró.
El ruido del choque del cuerpo de Sheakey contra las rocas del fondo llegó poco después, un horrible sonido, que no pareció impresionar al asesino. Éste dio media vuelta, salvó la cerca y se fundió con las tinieblas.
* * *
La mina se hallaba abandonada. Hasta poco antes de la guerra, había estado en plena actividad. Luego, el filón se había agotado y el trabajo se había terminado para los mineros. El pueblo había pasado por una dura época de recesión, de la que no se había