—Ilegalmente y en un lugar al que no tenía derecho a acceder —cortó el joven fríamente—. Yo estaba allí presente y puedo asegurarle que la escopeta de la señorita Courtney no tenía munición. Pero también sé que usted se entrevistó con Dohane allí, en secreto, a fin de iniciar unas obras que no pueden hacerse en forma legal.
Heard enrojeció vivamente.
—No sé de qué me está hablando...
—Lo sabe muy bien, señor mentiroso. Y si su capataz ha desaparecido, búsquelo por otra parte. A lo mejor, se ha cansado de esperar un trabajo que no puede comenzar y se ha ido sin despedirse de nadie.
—Acudiré a la policía...
—Hágalo. Sin pruebas, su acusación puede ser considerada como calumnia y ella le demandaría en forma apropiada.
Las mandíbulas de Heard se contrajeron bruscamente.
—Creo que sería conveniente enterar de todo al señor Dohane —rezongó.
—Muy cierto. Ah, y otra cosa, señor Heard. ¿Ha cobrado ya algún dinero del señor Dohane?
—Me entregó una cantidad a cuenta...
—Sí, un cheque. ¿Cuál era su importe?
—Trescientas cincuenta libras. Pero eso, ¿qué diablos le interesa a usted? Moodson sonrió maliciosamente.
—Quizá sea lo único que cobre de él. Hay cierta persona a la que debe seis mil libras y a quien no ha pagado todavía. Vaya y comente este asunto con él; puede que reciba unas respuestas muy curiosas.
—De modo que usted opina que no me va a pagar...
—Yo no opino nada; simplemente, me limito a establecer hechos.
De pronto, Heard dio media vuelta y se encaminó hacia la salida del jardín.
—Me parece que voy a devolver su dinero a ese estafador —barbotó furioso—, Al diablo las obras en aquel maldito pozo.
Después de que Heard se hubo marchado, Moodson cambió una mirada con la muchacha.
Bridget parecía muy incómoda. Moodson pensó que era su deber tratar de darle ánimos.
* * *
Aceptó sin remilgos la copa que ella le ofrecía y luego se puso a cargar la pipa.
—Si es cierto que Sheakey ha desaparecido, entonces ya son tres las personas que han corrido la misma suerte.
—¿Se refiere a Pewggy Barstow y a su amante también? El joven hizo un gesto afirmativo.
—Exactamente —respondió.
—Pero... eso no tiene sentido... No sé qué relación puede haber entre Sheakey y la señora Barstow y su amigo. No lo comprendo en absoluto.
—Tampoco yo, por ahora, aunque espero saberlo dentro de un plazo razonable. Por cierto, ¿dónde está Barnand?