Agradecimientos
En mi novela anterior, 999. El último guardián, dediqué el libro «a los pocos que adoro y a los muchos que quiero». En este, la dedicatoria y el primer agradecimiento son para mi padre, al que quizá no quise lo suficiente en vida, y que fue el primero en inspirarme esta obra. A mi familia le agradezco, sobre todo —aunque no únicamente—, el ambiente que han creado, porque me ha dejado esa libertad plena de espacio, estudio, serenidad, tormento e imaginación sin la cual la escritura no puede nacer y desarrollarse. Me ha resultado utilísimo el trabajo de mi esposa Giovanna, que me ha ayudado a hacer más fluida la lectura en algunos pasajes tópicos. Debo un agradecimiento especial a Piergiorgio Nicolazzini. Ahora ya no es únicamente mi agente, sino un amigo, el que te espolea y te apoya, el que te critica y te involucra. El amigo que siempre está ahí, frente a las dificultades y el éxito. Muchas gracias también a Giulia Carla de Carlo, que con su minucioso trabajo me ha ayudado en la investigación de temas en ocasiones desagradables y alejados en el tiempo, pero necesarios para la historia. De gran valor han sido los consejos de Fabrizio Cocco, editor insuperable, y de Antonio Moro: sus intervenciones son fruto de una gran profundización en el texto, no solo en lo profesional, sino también emocionalmente. Al editor, Longanesi, le agradezco que domine el difícil arte de ser un gigante de manos delicadas. Hay otras personas que han contribuido, a veces sin saberlo siquiera, a la creación de este libro. Con sus experiencias vitales, con una frase o con un encuentro que me ha hecho reflexionar, imaginar y traducir en palabras que he hecho mías. Esta novela es un regalo de libertad que, en primer lugar, me he hecho a mí mismo y que ahora ofrezco al lector. Leer nos hace libres, y solo en libertad se pueden hacer elecciones conscientes. Precisamente, «airesis» en griego significa «elección», así que ser «hereje» quiere decir, sencillamente, ser «el que elige»: en el mundo que yo querría, todos deberían ser herejes, cada uno en su propia diversidad.