Libro Tercero o de la ley

1. Está escrito que no se debe robar, y eso es justo, pero si un hombre que no tiene para dar de comer a sus hijos ve la luz en los palacios, observa la abundancia y el desprecio y que hasta los perros están gordos, quizá llegue a pensar que el mandamiento de no robar lo ha impuesto Dios a favor de un rico. O imaginará que ha sido el rico el que ha puesto en boca de Dios una palabra que no había dicho nunca. En ambos casos, será inducido a error.

2. Está escrito que no se debe matar, y eso es válido bajo cualquier cielo. No puede existir, pues, ninguna guerra justa, y ningún sacerdote podrá nunca bendecir a un soldado en el nombre de Dios. Solo se puede atacar una vida para defender la propia o la ajena del peligro.

3. Con respecto a los animales: a partir de Noé, el hombre dejó de ser vegetariano y, por tanto, se le permite matar animales, pero solo para combatir el hambre y sin hacerles sufrir. Las normas sobre las técnicas del carnicero, por otra parte, no competen a Dios, pero sí a la salud del hombre y el deber que tiene para consigo mismo y los demás de preservar su cuerpo de enfermedades.

4. Descansar el sábado es una regla del hombre, hecha por el hombre justo para evitar que los poderosos le impongan trabajar. Dios no tiene necesidad de descansar.

5. Quien comete adulterio peca contra el amor, contra la perfección de la unidad entre hombre y mujer. Sin amor no existe adulterio, pero sin amor tampoco existe la vida.

6. Está escrito que no hay que desear los bienes ajenos, pero si a un hombre le falta de todo, una familia, una casa, un huerto o un animal, su deseo es legítimo. Y quien posee más de lo necesario no podrá ofenderse, sino que deberá dar, para que todos puedan llevar una vida digna.

7. Está escrito que no hay que presentar falsos testimonios. Eso es aplicable no solo a la palabra, sino también a las acciones. No se puede hablar de justicia y actuar de un modo injusto; hablar de libertad y sustraérsela a los demás; sonreír al vecino y atacarlo por la espalda; vender el grano y engañar con el peso; conocer lo que es el bien y hacer el mal.

8. Está escrito que no hay que crear imágenes de Dios, porque eso podría engañar al que tiene fe. Lo divino está dentro y fuera del hombre, y en su naturaleza, como en la propia naturaleza. Es madre y padre, es hija e hijo, es hermana y hermano, es toda la vida que nos rodea.

9. Amar al prójimo más aún que a uno mismo es el mandamiento de los mandamientos. El amor es el bien, y el mal es su ausencia. Toda regla deriva de esta. De este único principio parte toda ley.

10. En cuanto a la ley: al igual que los sacerdotes están al servicio del Sanedrín, que no crea la ley, sino que la comenta y la interpreta, esta está al servicio de la justicia, y no al revés. Las leyes cambian con el variar de las costumbres; la justicia es inmutable.