79

De nada le valieron los cuidados, las atenciones y todas las tardes dedicadas por entero a educarla y a enseñarle la ciencia de los Arts Amantis. La chica había escapado por el respiradero del baño. Lo abandonaba sin más y esa huida estropeaba parte de sus planes.

—¡Malagradecida! —balbuceó Ojos Nieblos, recogiendo los cristales rotos esparcidos por el suelo.

¿Y si iba a buscarla? Conocía de sobra su casa. ¿Y si la raptaba? Al fin y al cabo, estaba tan sola y desvalida como él. Serían dos soledades haciéndose compañía, una unidad descreída que optaba por dejar que la vida los viviera, derrumbando la gran mentira del ser humano de creerse el dueño de sus días. Viviría con ella. La energía que emanaba de su cuerpo virginal le inyectaba fuerza, la que necesitaba para demostrar a los miembros de la Orden que él, el repulsivo y torpe Jérémie, valía mucho más que todos ellos juntos.

No, ahora le convenía esperar. Cualquier movimiento podía generar sospechas. Si era verdad que el jefe iba a aproximarse a Mazarine, para nada le convenía que lo encontraran a su lado; no, para lo que tenía planeado. En la última reunión se había comprometido a mantenerse alejado de la chica y lo había incumplido.

No iba a notificar nada de lo ocurrido a los Arts Amantis, ni volvería a aparecer por ninguna de sus asambleas. Su proyecto pasaba por reconvertir la Orden en algo grandioso. Una doctrina renovada. Estaba harto de pertenecer a aquel grupo débil y sin rumbo que en nada se parecía al de antaño. Aquello de lo que tanto se había empapado en sus investigaciones y lecturas, esa genial idea que de repente se le había ocurrido, sí eran arte y amor; no ese grupo de hombres derrotados suspirando por un pasado que nunca volvería.

Se metió en Internet y fue buscando hasta encontrar una pista para contactar con las mafias de reliquias. Por lo que iba a ofrecer… ¿cuánto podrían darle?