Capítulo 56

NOS apoyamos juntos en la verja de hierro del patio, abrazados, contemplando el reflejo del sol detrás de los edificios de la plaza del pueblo. El reloj de la torre marcó las ocho. Las campanadas retumbaban en el aire de una fresca mañana de otoño. Traían tranquilidad.

—Antes de que se me olvide, te quiero dar esto. —Se echó hacia delante y se sacó algo del bolsillo de los téjanos—. Abre la mano y cierra los ojos.

Obedecí. Me quitó el anillo de Grace y lo sustituyó por otro. Este pesaba más y era más ancho.

—Abre.

Abrí los ojos y me encontré con un anillo de duronio resplandeciente, repleto de símbolos de infinito interconectados en una línea y grabados a mano.

—Michael, es precioso. Me encanta. —Tomé sus mejillas en mis manos mientras la lámpara de gas parpadeaba alrededor de nosotros. Saboreé las palabras que estaba a punto de decir por primera vez—. Te quiero.

—¿Te acuerdas de la noche en que nos sentamos aquí, y te expliqué las curiosidades que la Em del futuro me había explicado sobre ti? El bluegrass, el piercing

—El bateador designado…

—Sí. —Sonrió.

—Hmmm.

—¿Qué más te dije?

—Que tenías un osito de peluche que se llamaba Rupert.

Puso los ojos en blanco.

—No, sobre ti. Sobre la primera vez que te vi.

Tenía vergüenza, pero se lo dije.

—Que yo dije que te dejé sin palabras la primera vez que me viste. —Seguía mirándolo fijamente y él se acercó para coger mis manos.

—Ese día y cada día.

Me besó lenta y tiernamente. Sentí un calor inmediato, pero no dejé que el momento de pasión interfiriera en lo que estaba pasando en ese momento. Quería saborear cada palabra.

Teníamos todo el tiempo del mundo.

El grito de mi hermano viajó desde la ventana.

—¡Emerson!

Bueno, cuando me levantasen el castigo, tendríamos todo el tiempo del mundo.

—¡Ahora mismo voy!

Le robé un último beso antes de acompañarle al coche. Lo contemplé mientras se iba y caminé hacia los escalones que conducían a la entrada. Me mordía los dedos, ausente en mis pensamientos con él.

Levanté la mirada justo antes de tropezar con Escarlata O’Hara, con falda de miriñaque y sombrilla de seda. Podría haberla traspasado igualmente. Pero esta vez la rodeé.