Capítulo 28

SALÍ del coche de Michael en cuanto llegamos a Ivy Springs y quedamos en vernos más tarde en el Murphy’s Law. Le debía una explicación a Lily. Antes de llegar a la cafetería escuché mi buzón de voz. Siete mensajes de Thomas.

Me iba a retorcer el pescuezo. Con premeditación.

Aparqué y atravesé la plaza del pueblo, pensando en qué historia le podría explicar a Lily. Me paré delante del Murphy’s Law para acabar de urdir algo. O elaborar una buena mentira.

La veía a través de la ventana de cristal, apoyada en la barra, mirando hacia un punto no concreto. Estaba garabateando furiosamente un trozo de papel. Abrí la puerta y levantó la cabeza automáticamente al oír la campanilla. Se metió el bolígrafo en el bolsillo del delantal y puso los brazos en jarra.

—Nena.

Su voz estaba teñida de cientos de preguntas.

—No es lo que piensas —dije rápidamente.

—Peor aún. Qué decepción.

En eso estaba de acuerdo.

—¡No significa nada que me hubiese recogido ayer! Ayer por la noche yo tenía que salir a hacer… una cosa y me encontré con Michael y se hizo tarde y nos despistamos…

—Déjalo. No hace falta. —Cogió el estropajo y se puso a limpiar la barra nerviosamente—. No tienes por qué explicármelo todo.

—Lily, por favor. —Me acerqué a ella y le quité el estropajo—. No te estoy ocultando nada. Esto… que está pasando con Michael es bastante complicado. Créeme, por favor.

—Bueno, tranquila. Te entiendo. Pero suelta prenda. ¿Está a la altura?

Le dediqué una sonrisa malévola antes de llevarme la mano al corazón, como si me estuviese dando un ataque. Me tambaleé, me apoyé en la barra y me resbalé hasta el suelo, retorciéndome con un ataque de risa.

—Va, no te creo —dijo Lily, riéndose mientras me ayudaba a levantar. Le devolví el estropajo y me puse rápidamente a preparar un café. Estaba empezando a notar el bajón después de mi larga noche. Con Michael me subía siempre la energía, y al tenerlo lejos lo notaba enseguida.

—¿Podemos hablar un momento? —Empujé la palanca para dejar salir la mezcla de café e inspiré profundamente mientras se llenaba mi taza.

—¿Qué pasa?

—¿Alguna vez has pensado en cómo sería tu vida si tus padres estuvieran aquí en lugar de en Cuba?

Sacó el taburete reservado para los momentos de tranquilidad.

—Cada día. ¿Y tú? ¿Has pensado cómo sería tu vida si los tuyos estuvieran vivos?

—Por supuesto. —Me encaramé al taburete. Lily era pura agilidad y yo casi necesitaba un trampolín para subirme—. Lo relaciono mucho con la depresión y todo ese rollo. Si hubiesen estado a mi lado, lo habría enfrentado todo mejor, supongo.

—Eso no se sabe. Y no puedes deshacer el tiempo. Imposible.

No me atreví a corregirla.

—Em, la cuestión es que no sabes si la depresión vino por todas las circunstancias o igualmente la estabas gestando. Es un tema que tienes que solucionar, así que ponte a ello; busca ayuda, en un médico o terapeuta o lo que sea. —Levantó las manos—. Haz ejercicio… yo qué sé.

Nos echamos a reír a la vez. Normalmente no me gustaba hablar sobre mi depresión, pero con ella me sentía fuerte. Veía alternativas. No en vano la quería tanto.

—¿Y qué piensas de los seres sobrenaturales?

Frunció el ceño.

—¿Los hombres lobo y los fantasmas?

—Me refiero más bien a cosas de superhéroe. Habilidades especiales como leer la mente o el don de la clarividencia.

O la manipulación del tiempo.

Levantó una ceja escéptica y preguntó.

—¿Bebiste demasiado ayer? ¿Te metieron algo en la bebida?

—Lily, lo digo en serio.

Se mordió una uña rosa y guardó silencio mientras fruncía el ceño.

—No sé qué quieres que te diga.

—Tienes que decirme algo —repliqué—. Ahora me dirás que nunca lo has pensado…

—No. Y no tengo ganas de pensar en eso ahora —respondió, con firmeza.

—Bueno, tranquila. —Nunca la había visto reaccionar así ante una pregunta tan sencilla—. Solo preguntaba.

—¿Cuándo vuelves a ver al bombón? —Lily se enderezó en el taburete mientras plegaba un trapo.

—Me viene a buscar aquí para ir a hablar con Thomas. No le ha gustado mucho que su hermanita durmiese fuera.

—Creo que tu hermano irá armado. Mejor que el bombón lleve chaleco antibalas. Un chico tan guapo no se puede desperdiciar.

—No —respondí, riéndome con la imagen mental de mi hermano armado—. No tiene armas. Seguro que lo entenderá todo en cuanto se lo expliquemos.

Bueno, eso esperaba yo.

—Sí, sobre todo con la explicación de que os despistasteis —dijo Lily.

—Mmmm sí.

Me había encerrado en mis pensamientos durante años. No sabía lo que era confiar plenamente en una persona y allí estaba yo: hirviendo por explicarle absolutamente todo a Lily. Demasiados secretos inundaban mi vida.

La campanilla resonó. Supe al momento que era Michael porque noté la subida de energía en mi cuerpo. Caminó hacia la barra, sonriendo a Lily.

—Michael, te presento a Liliana García.

Lily, gracia y elegancia en un solo cuerpo, se quedó en su asiento sonriendo.

—Encantado, Liliana.

—Lily, mejor. —Su voz sonaba a Marilyn. Me intrigaba saber si Michael tenía el mismo efecto sobre todas las chicas.

—Encantado, Lily. —Le obsequió con otra sonrisa y fui capaz de oír su suspiro. Cuando me volvió a mirar, sus ojos se volvieron tiernos—. Em, ¿preparada para el chaparrón?

—Preparadísima. —Lily miraba a Michael como si estuviese dispuesta a cruzar el Canal de la Mancha a nado o escalar el Everest si él se lo pidiese. Me apresuré a espabilarla—. Lily… ¡Lily!

—Ay, qué. —Separó los ojos de él y se aclaró la voz, que se había reducido a un grave susurro—. Dime.

—Nos vemos mañana. Siempre y cuando Thomas no me haya encerrado en la habitación.

—Buena suerte. —Aleteó con la mano, seductora—. Adiós, Michael.

Nos dimos la vuelta para salir y enseguida noté detrás de la espalda los gestos obscenos de Lily. Miré de reojo y comprobé que estaba practicando algún tipo de ejercicio aeróbico que incluía también el idioma francés, pero no quise mirar más.

Lo saqué de la cafetería para reunirnos con el calor de la tarde antes de que Lily empezase a hacer el ridículo —o me pusiese a mí—. Atravesamos la plaza del pueblo y pasamos por delante de un lago con chorros y bancos de hierro hasta el coche de Dru. Milagrosamente, lo había aparcado yo misma dejando más de un dedo con el coche de detrás, que era el descapotable de Michael.

—A lo mejor también enamoras a Thomas y asunto resuelto —le dije mientras esperábamos a que pasara una furgoneta herrumbrosa para cruzar la calle. Su tubo de escape desprendía un humo que se perdió entre la atmósfera. Arrugué la nariz al pasar.

—¿Pero qué dices?

Apreté el botón del mando del coche y pio alegremente.

—Ahora me vas a decir que no te has dado cuenta con Lily. No se comporta así con todos los tíos. Puso los ojos en blanco y me abrió la puerta del coche.

—Lo digo en serio —le insistí, mientras me metía en la furgoneta. El asiento estaba caliente.

—Me miras con buenos ojos. Tu hermano está cabreadísimo porque has pasado la noche conmigo y por él como si me convierto en Houdini.

—Yo no he pasado la noche contigo. Pasar la noche, no. —Tenía la cara más caliente que las piernas. Me quedé sin hacer nada unos segundos, mirando al volante mientras esperaba que se me pasase el sofoco—. Bueno, volviendo a lo que hablábamos sobre regresar en el tiempo para ayudar a Liam… tiene pinta de ser un poco arriesgado, ¿no?

—Es muy arriesgado —respondió mientras se apoyaba en la puerta del coche, eclipsando el sol con sus anchas espaldas.

Me recliné en el asiento, agradecida al comprobar que ya no me cegaba el sol. Y podía mirarlo con los ojos bien abiertos.

—La gente de La Esfera conoce tus habilidades. ¿Y si se enteran de que has encontrado a una compañera que te va a ayudar a hacer esos cambios?

—Recuerda que Kaleb sigue con nosotros y no se ha enterado de nada —respondió Michael, fregando los nudillos contra la ventana—. Y Jonathan está muy ocupado actuando en la sombra ahora para hacer caso de rumores.

—Así que está ocupado —tercié, notando una pizca de suspicacia en la punta de la lengua—. Básicamente, lo que pasa es que no me conoce.

—Hemos tenido que tomar precauciones —matizó—. Es imposible que nadie de La Esfera sepa nada, aparte de Kaleb, y él no dirá nada.

Notaba otra vez cómo me subía la temperatura. Arranqué el coche, encendí el aire acondicionado y ajusté los ventiladores.

—¿Y la mujer de Liam?

—Cuando estás tan unido a alguien… se puso muy mala después de que él muriera. —Michael desvió la vista y miró hacia el lago.

—¿Y ahora está bien? ¿O murió? —No podía imaginarme mayor sufrimiento que recuperarte y descubrir que ha muerto la persona a la que amas.

Me volvió a mirar.

—No está físicamente enferma.

—Ah. —Mi enfermedad.

—Si se lo podemos devolver, será lo mejor para ella —insistió Michael. El suave viento se colaba por la puerta del coche, esparciendo los restos de humo de la furgoneta destartalada y dejando un rastro oloroso de crisantemos—. Todo irá bien y no puedo pensar de otra manera.

Solo esperaba que tuviese razón.

—¿Crees que Jonathan Landers se quitará de en medio si salvamos a Liam?

—No. Le gusta demasiado el poder y creo que lo que en realidad desea es ser como nosotros y sabe que es imposible. Si descubre que tú también estás implicada, lo más seguro es que vaya a por ti.

La manera en que lo dijo despertó un escalofrío en mi espalda. Miré fijamente el parabrisas y repiqué con los dedos en el volante.

Había llegado el momento de los pros y contras.

Si todo lo que me habían explicado Michael y Cat era cierto, mi habilidad me conduciría a poder salvar a un hombre; un hombre con mujer e hijos. No solo había fundado un centro de enseñanza para gente como yo, sino que además había proporcionado trabajo a muchos. Les había dado un futuro.

Por otra parte estaba Jonathan Landers. Si Michael había sido sincero, entonces Landers explotaba y manipulaba a la gente dotada con esas habilidades. Seguro que no tenía ningún escrúpulo en aprovecharse de sus miedos e inseguridades y, así, convencerlos para que hiciesen lo que él les ordenase. Antes de conocer a Michael yo habría sido un blanco perfecto.

Simple y llanamente.

Miré a Michael y le toqué el brazo para que me escuchara plenamente.

—Estoy preparada.

Michael se puso recto de repente. Por el roce de mis dedos o quizá por mis palabras.

—¿Seguro?

—¿Cómo voy a negarme a salvarle la vida a una persona? —Separé la mano y me la guardé debajo de la pierna—. Al menos tiene algo de bueno ser un bicho raro.

—Em, no eres ningún bich…

—Michael, no me lo niegues. Tú también, y Cat, y Dune, y Nate y… todos los que han acabado buscando ayuda en La Esfera. —No tenía ganas de incluir a Ava en la conversación—. Por primera vez en mi vida, me siento tranquila. Ahora soy un bicho raro por una razón.

—Pero dime por qué. ¿Por qué quieres ayudar? —Noté enseguida el peso de su pregunta. Como si el motivo trascendiese el puro hecho.

—No es porque me hayas presionado o por lo que me hayas dicho. Quizá he estado pensando en lo importante que fue Liam. Era como yo e hizo cosas enormes.

Tuve la sensación de que esa respuesta encajaba con lo que él buscaba. Paseó su mirada por mi cara.

—Me tienes que prometer que estás segura.

—He dicho que estoy preparada y estoy preparada. Ya no lo repito más, ¿de acuerdo?

—¡Sí, señor! —Michael me hizo una mueca burlona que traslucía admiración en su mirada—. Si estás preparada, se lo tenemos que explicar a tu hermano. Todo.

Me di unos golpecitos en la pierna con los dedos.

—¿Es necesario?

—Thomas confía en mí y no quiero que eso cambie. —Michael me cogió la mano para detener los golpecitos. El calor ascendió por mi brazo—. ¿Qué crees que dirá?

—Creo que le hará olvidar el cabreo de ahora. Comparativamente hablando, servirá de algo. —Sonreí astutamente—. Thomas no va a estar de acuerdo con ninguna de mis decisiones.

—¿Y con las arriesgadas?

—Ya lo veremos. Me apretó la mano.

—Eso, ya veremos. ¿Preparada?

—No. —Apreté la suya—. Vamos.