Capítulo 55
EN el mismo segundo en que posó su mirada en mí, comenzó a echarme una bronca de espanto.
Tampoco es del todo cierto. Lo primero que hizo fue abrazarme. Pero me echó una buena bronca segundos después.
El sofá se había convertido en mi nueva base de operaciones. Seguía llevando el anillo de duronio y todavía percibía el velo que daba acceso al puente de una manera demasiado nítida como para estar cómoda en mi habitación. No pegaba ojo. Había puesto una cajonera delante de la puerta para que nadie entrase en el salón. Thomas no objetó nada al respecto. Pero empezó a buscarse inmobiliarias.
Las pesadillas empezaron al sexto día de mi condena.
Fuego. Imponente y devorador, relamiéndome mientras yo permanecía impasible, forzada a observar. Mis padres con los ojos abiertos; sin pestañear. Muertos y fríos.
Esa noche me desperté gritando. Thomas vino a mi cama y me cogió de la mano para tranquilizarme, pero no me pude volver a dormir.
Al día siguiente me tragué una maratón de películas de dibujos animados. Finales de cuento de hada y personajes iguales que yo —huérfanos, derrotados, solos— que al final triunfaban por todo lo alto. Por desgracia, el sueño me envolvió poco después de que Ariel se equivocara con el tenedor.
Soñé y mezclé imágenes. Olía a carne quemada; a fresca fragancia de una corona de flores sobre los féretros; a desinfectante de hospital. Los tranquilizantes viajaban por mis venas hasta mi sistema nervioso y mi cerebro: eran necesarios para aplacar el shock de un autobús retorcido en torno a un árbol. El metal rechinaba al resquebrajarse y patinar por el lado de montaña.
No identificaba nada de eso conmigo, pero sabía desde lo más profundo de mi ser que había pasado.
Me bebí dos tazas de café aquella noche.
Cuando Dru se despertó a la mañana siguiente y me encontró medio despierta en una silla, balanceándome adelante y atrás y recitando Casey at the Bat[3] de memoria, se puso rápidamente alerta. La oí discutir con Thomas desde su habitación.
—Ahora no la puedes dejar sola, Thomas. Nos ha explicado algo de lo que ha pasado, pero no todo. Está escondiendo algo. Al menos déjala llamar a Lily. Ni los prisioneros…
—Los prisioneros están en la cárcel por algún motivo. Estoy contento de que haya salvado a Liam, pero ¡Dios mío! ¡Merecía la pena que acabase así! —Bajó la voz mientras yo caminaba de puntillas para oír contra la pared—. No puedo verla. Se ha convertido en una piltrafa. Tenemos que hacer algo.
—Pues déjame pedirle ayuda a alguien —suplicó Dru—. A alguien con quien se sienta a gusto para hablar de lo que ha pasado.
Se quedó callado durante un momento.
—¿De verdad crees que servirá de algo?
—Lo tenemos que intentar. —Más silencio—. Tengo guardado el número de Michael. Lo llamo y le pido que venga.
Hablar con Lily habría estado bien. Solo tuve fuerzas para llamarla y decirle que no podía ir a trabajar. Pero hablar con Michael habría sido increíble.
Thomas y Dru no me habían dejado hablar con él desde el día en que recogió sus cosas del apartamento y le devolvió la llave a Dru. En ese momento me dio un rápido abrazo y un beso en la frente y tuvimos una conversación suficiente como para saber que todas las partes interesadas habían regresado a La Esfera para buscar la manera de empezar de nuevo.
Ava incluida.
Mi corazón latía fuerte ante la perspectiva de verlo. Arranqué a caminar más rápido al oír los pasos de Thomas. Entró en la habitación y me encontró hecha un ovillo debajo de la sábana, recitando absorta el abecedario. Habría sido capaz de cualquier cosa con tal de hablar con Michael. Si, para eso, tenía que exagerar un pelín, no tenía ningún problema.
—Nena. —Llamó a Dru mientras me contemplaba con unos ojos enormes. Yo seguía recitando, enrollándome el pelo entre los dedos—. Date prisa.
Tardé un segundo en saltar de la cama y bajar las escaleras cuando oí el motor de su descapotable doblando la esquina. Antes de que aparcara, ya había abierto la puerta de casa y corría hacia sus brazos.
Nunca pensé que la sola presencia de alguien cambiaría mi estado de ánimo de una manera tan radical, solo por verlo y que me viera. Lo miré a los ojos y empecé a tomar conciencia de todo. Me sujetó la cara y me acercó sus labios. Nos besamos hasta fundir nuestras respiraciones, nuestros pensamientos. Todos mis temores ardían y se calcinaban con el beso. Se convertían en brasas.
Deslizó los labios hasta mi oreja y trazó una sonrisa en mi cara.
—Cómo te he echado de menos.
Estuve a punto de echarme a reír al ver que la aguja del parquímetro de la esquina se había vuelto loca.
—Yo también te he echado mucho de menos. Mi indulto durará solo dos horas.
—Voy a aprovechar cada minuto. —Se sentó y me tomó en sus brazos, envolviéndome la cabeza con los hombros—. Me he saltado al menos tres semáforos de camino.
—Estoy muy preocupada por lo que está pasando. No sé cómo puede afectar todo esto. ¿Se sabe algo de Cat o Jack? —La sola pronunciación de su nombre me provocaba nervios.
—No. Dune ha entrado en sus e-mails y en sus cuentas del banco. Jack sacó mucho dinero en Nueva York. Compró dos vuelos para Heathrow con tarjeta de crédito, pero la operación se bloqueó. Liam sigue en activo sin dejar huellas.
Jack y Cat, perdidos en algún lugar del mundo. Era un pensamiento que golpeaba mi subconsciente y alimentaba mis pesadillas.
—¿Y los Ballards?
—Liam solo sale de su oficina para estar con Kaleb y para ver a Grace. —Una arruga se dibujó entre sus cejas.
Me enderecé.
—¿Ningún cambio? Negó con la cabeza.
—Tenemos la esperanza de conseguir que vuelva a casa. Si empieza a oír la voz de Liam cada día, seguro que mejorará. No sé cómo estará él. No sé cómo lo enfrentaría si fuese yo. Por si fuese poco, ahora parece que La Esfera se enfrenta a represalias por las acciones de Jack y Cat.
—¿Por parte de quién?
—Poderes implicados.
—Cat ya lo comentó. —Le cogí los brazos y los envolví en mi cuerpo—. Pero ¿por qué? Liam no ha tenido culpa de nada. Ni siquiera estaba vivo.
—No sé los detalles, pero la cosa está bastante mal. —Michael me seguía abrazando—. Liam parece que no haya dormido desde la noche en que le rescatamos y Kaleb se está moderando bastante.
—¿Cómo está Kaleb? —Me sentí rara al preguntar, pero quería saber. Necesitaba saber.
—Lo está pasando bastante mal. No le cabe en la cabeza cómo no fue capaz de intuir cómo eran de verdad Cat y Jack.
Ladeé la cabeza y le miré.
—¿Cómo está Ava?
—Asumiendo las cosas. Dune sacó e-mails y textos entre Jack y Cat que confirmaban lo que Liam sospechaba. Utilizaron a Ava de la peor manera; la forzaron a hacer cosas contra su voluntad, bajo la amenaza de mentiras y sobornos y luego le borraban los recuerdos. —Los labios de Michael se tensaron—. No tenía ni idea de que había sido ella la que había hecho explotar el laboratorio.
El estómago se me giró. Pensé en las pesadillas que podría tener.
—¿Y tú, Em? —me preguntó, acariciándome la cara—. No vamos a desperdiciar las dos horas de visita hablando de los demás. Dru me ha dicho que no puedes dormir. ¿Por qué?
—Bueno. —Miré fijamente hacia el salpicadero y me acordé de que tenía que hablar con él sobre lo que estaba pasando—. Cuando duermo, empiezo a soñar.
—¿Con Jack?
—Con todo lo que me metió en la cabeza. —Una forma de tortura—. Mis realidades se están fusionando, Michael. Me cuesta distinguir cuál es la real y cuál es la ficticia.
—Explícame más.
—A veces sueño con cosas que estoy segura de que han pasado, pero que no recuerdo del todo. Son tan reales… me vienen los olores, las sensaciones. Tienen que venir de la realidad que me ha grabado. Es como si me las hubiese tatuado, para asegurarse de que quedaban secuelas.
—¿Te vuelven las imágenes cuando estás despierta?
—No.
—Bien. —Michael asintió, pero sus ojos siguieron afligidos.
—Solo una, la más recurrente. Es Jack… no para de susurrarme lo que ha hecho por mí.
—Tú no le debes nada.
—¿Ah no? —Me separé de él y me senté—. Por muy nauseabundo que sea, si no hubiese interferido en mi vida, ahora mismo no tendría vida.
—Eso no es…
—¿Y si encuentra otra manera de manipular nuestras circunstancias? Tiene los archivos de Liam. ¿Y si encuentra a otro viajero que ignora lo que es capaz de hacer? A alguien fácil de manipular para él y para Cat. —Intenté controlar mi ansiedad, pero me vi a mí misma vociferando todo lo que había retenido y no podía parar—. No sabemos lo que ha hecho con el continuo. No sabemos lo que ha cambiado o a quién ha cambiado. Es como una aguja enorme cerca de un montón de globos. Habrá repercusiones por lo que he hecho… darle la fórmula incorrecta. Volverá.
—Ya viste qué cascado está. Probablemente se muera antes —me contradijo Michael—. No te va a hacer más daño.
—Sabes que no es verdad. Ya ha hecho mucho daño. Ava, Grace… —Por fin confesé lo que de verdad me estaba consumiendo—. Michael, ¿y si encuentra la manera de devolverme todos esos recuerdos terribles? Y no solo en mis sueños. ¿Y si los tengo clavados para siempre?
—Em…
—Y tú… nosotros. Ya sé que no le das importancia a estar con alguien. Con alguien…
Me callé antes de que me saliera la palabra.
Su gesto de ternura se volvió adusto.
—¿Por qué no lo has dicho?
—Porque no te gusta que lo diga. —Cerré los ojos.
—Porque no estás loca. Después de todo lo que has aprendido sobre ti misma, es increíble que hayas estado a punto de decirlo.
Me desplomé en el asiento del conductor.
—Pero no sabes cómo ha sido todo esto para mí… aunque Jack haya cambiado mi realidad y la haya convertido en más llevadera. Cómo ha sido todo de horroroso, cómo estaba de enferma. ¿Y si acabo con recuerdos de las dos realidades?
—No cambiaría ni un ápice lo que siento por ti. Mírame. —Me abrazó y me atrajo hacia él. Abrí los ojos—. Te quiero: entera, triste, destrozada. Ya veremos qué nos trae el futuro. No importa el pasado.
—Tengo miedo. No lo puedo evitar.
—Lo entiendo.
—¿No se supone que tendría que ser valiente? Es lo que todo el mundo espera y no me siento precisamente como una heroína. Me siento hecha un asco; llena de temores y de ansiedad.
—A la mierda lo que esperen los demás. Piensa en todo lo que has luchado hasta ahora. Estás magullada, pero no te has dejado vencer. Sigues en pie. Yo a eso lo llamaría fortaleza. Has ganado mucho.
—No sé a qué realidad te estás refiriendo. ¿A la original o a la versión Jack Landers? —pregunté amargamente—. Porque hay una diferencia entre lucidez y cumplir con las funciones humanas básicas.
—Escoge tú una. —Michael apretó su frente contra la mía y bajó el tono de voz—. No me importa cómo es tu realidad; estoy enamorado de ti hoy, mañana y todos los días de la vida. Por quién eres ahora y por quién eras antes.
Las lágrimas que había estado reteniendo escaparon por fin.
—Todo forma parte de tu historia, Em. Y yo también quiero formar parte de tu historia.
Entonces lo empecé a notar: la llegada de la esperanza.
—Es normal tener miedo, pero no puedes rendirte. Tienes lo que se tiene que tener para luchar.
—¿Estás seguro?
—Claro que sí. —Apuntó a mi corazón—. Está aquí. Aquí. —Continuó, acariciándome la sien—. Y tienes apoyo cuando lo necesites.
Tenía razón.
Tomé la determinación de vencer mis miedos.
Tenía a La Esfera; a toda la gente que había conocido allí —a Kaleb, a Liam, a Nate, a Dune—, personas que entendían mi vida y mis habilidades.
Tenía a Lily, que me había acompañado en todo. Tenía amigos.
Tenía a Thomas y a Dru y a un sobrinito en camino… tenía familia.
Tenía a Michael, que quería formar parte de mi historia. Tenía amor.
No importaba qué había hecho Landers en el pasado y en ese mismo momento ya no importó lo que podría hacer en el futuro. No importaba quién había sido yo o en qué me había convertido.
Tenía todo lo que necesitaba.