Epílogo
Epílogo
Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
10 de junio de 3027
Justin lanzó una mirada asesina a Tsen Shang mientras dos criados se arrodillaban a sus pies y metían los bajos de sus pantalones de seda en las negras zapatillas, alrededor de los tobillos. Luego volvió a mirarse en el espejo. En él se veía vestido con una bata de seda dorada, larga hasta los pies, con tigres negros bordados en ella y cortes delante y detrás. Shang se limitó a sonreírle amistosamente.
—Si esto te parece tan divertido, te cambio el sitio —dijo Justin.
Shang meneó la cabeza. Llevaba una bata de longitud y corte similares, aunque la suya era de color azul oscuro, con un bordado de dragones amarillos.
—Eso no te serviría de nada, Justin. Ambos debemos ir al mismo lugar. —Shang dio unas enérgicas palmadas y los sirvientes se retiraron—. Sígueme.
—Si me hubieras dicho eso en Solaris, yo habría… —bufó Justin.
Shang se encogió de hombros.
—Yo hago lo que se me ordena, Justin. Por aquí.
Justin siguió a Shang con paso sigiloso por varios pasillos alfombrados. Unas tenues luces brillaban en el interior de farolillos de piedra, proyectando la luminosidad suficiente para que Justin pudiese distinguir algunos de los dibujos mitológicos de las alfombras. El MechWarrior también admiró el exquisito enrejado de teca mientras Shang lo conducía a la zona interior del edificio.
Lo que no le gustaba a Justin era el mareo que le producía la resaca del narcótico. Le dolían los músculos como si hubiese pillado la gripe, aunque sabía que sólo eran los efectos secundarios de los saltos realizados a través del hiperespacio.
¿Hasta dónde me han llevado?, se preguntó.
Shang se detuvo frente a dos enormes puertas de bronce e hizo una seña a Justin para que se situara a su lado. Justin oyó, al otro lado de las puertas, el retumbo apagado de un gong. Cuando las puertas se abrieron lentamente, el eco del gong resonó en el corredor. Justin notó que Shang le tocaba el codo y consintió en ser conducido al interior de la habitación.
Aquélla cavernosa estancia, más larga que ancha y que ascendía hasta el siguiente nivel, dejó empequeñecido a Justin. Bajo las tenues e indirectas luces, las paredes del piso principal relucían con un apagado tono rojo que producía una sensación de calor en la cámara. La sección superior, con un pasillo exterior decorado con un intrincado enrejado de teca, dio la impresión a Justin de haber sido invitado a una sala de exposiciones.
En el otro extremo de la habitación había un enorme trono sobre un estrado. El respaldo del trono estaba labrado en una sola pieza de madera de caoba. Ya desde la puerta, Justin reconoció símbolos e imágenes de la mitología capelense. El trono estaba, literalmente, respaldado por el universo. Sentado sobre él, con las manos entrelazadas frente a sí, se hallaba Maximilian Liao.
Con la lentitud de una araña, el Canciller capelense se levantó de su trono. Él también llevaba puesto un manto ceremonial que se extendía hasta los tobillos. Totalmente negro, a excepción de los tonos plateados del escudo de Liao, el atuendo caía con líneas rectas que resaltaban la complexión alta y delgada del canciller. Cuando miró a Justin con sus acerados ojos y su glacial expresión, el MechWarrior sintió como si estuviera siendo examinado, explorado y analizado mecánicamente.
—Zao, Justin Xiang. —El Canciller hizo una leve reverencia hacia el MechWarrior y le hizo una seña para que se adelantara—. Esperaba este encuentro con gran placer.
Justin se inclinó profundamente y avanzó, presintiendo que Shang lo seguía unos pasos atrás. Cuando Justin llegó al estrado, Liao ya estaba sentado de nuevo en el trono, con las yemas de los dedos unidas de manera siniestra. Los finos mechones del bigote que le caían alrededor de la boca hacían que el impasible rostro de Liao pareciese aún más inhumano.
—Usted ha llenado mi corazón de orgullo con sus victorias. —Liao miró más allá de Justin—. Y Tsen Shang me ha informado de su gran contribución para desbaratar la trampa que nos había tendido Hanse Davion.
Maximilian entregó un documento sellado a Justin, quien lo aceptó con una reverencia.
—Ábralo, Xiang. Su contenido le complacerá.
Justin deslizó el pulgar bajo el lacre y lo rompió. Tras desenrollar la hoja de papel de arroz y examinar rápidamente el texto, hizo una mueca, desconcertado.
—No lo entiendo.
Una sonrisa casi imperceptible torció los labios de Liao y dio vida a sus ojos.
—Como ya sabe, Justin Xiang, el hecho de haber nacido en la Confederación de madre capelense no le otorga nuestra ciudadanía. En nuestro reino, cada persona debe contribuir primero a la sociedad de un modo que la haga crecer y sentirse orgullosa. Ésa es la fuerza vital de la Confederación: el servicio del individuo al conjunto de la sociedad. —Liao sonrió más ampliamente—. Sin embargo, sus combates en Solaris lo han hecho más que merecedor de la ciudadanía que le reconoce ese documento.
Justin se quedó anonadado.
—No sé qué decir…
—No tiene que decir nada —dijo Liao, comprensivo—. Se lo ha ganado, y espero que continúe prestándonos sus valiosos servicios en el futuro.
Justin hizo una reverencia.
—Sería un honor participar en los juegos que vos patrocináis en la Confederación.
—No, Justin Xiang —respondió Liao—. A diferencia de otros gobernantes de los Estados Sucesores, yo tengo una gran clarividencia. Conozco el verdadero valor de usted. Todos somos conscientes de que luchó como un demonio en las arenas y de que muchos espectadores se sentirían regocijados al verlo competir en los juegos del próximo trimestre. De hecho, Yen-lo-wang ha sido traído a Sian para que lo use.
El Canciller se levantó bruscamente, alzándose sobre el MechWarrior.
—Aunque su habilidad es grande, sería correr un riesgo innecesario permitirle volver a pisar la arena —dijo Liao, mostrando una sonrisa cruel—. Para mí, más válida que sus reflejos y conocimientos tácticos es su mente. Usted sabe cómo piensa y planea Hanse Davion, pues ha tomado parte en numerosas acciones de la Federación de Soles. También conoce lo bastante bien a su padre para adivinar cómo puede reaccionar en una situación dada. Y sobre todo, conoce a los guerreros que se graduaron con usted en Sakhara y que han servido bajo otros comandantes davioneses de importancia decisiva. Todo el adiestramiento de espionaje que doy a mi gente no podría imitar nunca su estrecha familiaridad con los manejos de Casa Davion.
Liao calló unos momentos mientras miraba fijamente a Justin.
—Observé escandalizado cómo la justicia de Davion lo expulsaba como si fuese basura. Estuve a punto de ordenar a mis hombres que negasen que usted fuera agente mío, pero sabía que el conde Vitios aprovecharía aquello para reafirmar su culpabilidad. Sufrí por usted cuando todos le dieron la espalda y lo abandonaron. —Liao señaló a Tsen Shang—. Ordené a Shang que lo ayudara de cualquier manera posible.
—¿Qué querríais que hiciera, Canciller? —preguntó Justin.
Liao volvió a sonreír como un animal predador.
—No se trata de lo que desee que haga, sino de la oportunidad que le ofrezco. Debido a la excelente labor de Tsen Shang, lo he llamado a Sian para que trabaje como analista de la Maskirovka. Le ofrezco a usted la misma ocasión de poner a trabajar sus conocimientos sobre la Federación de Soles. Examinará los informes para ayudarnos a determinar cuáles son los verdaderos planes e intenciones de Hanse Davion. Algún día, estos análisis me ayudarán a destruir a nuestro enemigo mutuo, Hanse Davion.
—Y, si acepto este cargo, ¿cómo sabréis que podéis confiar en mí? —volvió a preguntar Justin, esta vez con cierta solemnidad.
Liao sonrió complacido.
—Excelente. —Dio una palmada y un panel de la pared se deslizó hasta el techo. Liao bajó del trono y se dirigió hacia la abertura—. Venga. Ha llegado la hora de celebrar su venida y cenar con otro aliado.
Justin siguió al Canciller, pero se detuvo en seco al llegar a la puerta. El otro invitado ya estaba sentado en el comedor. Su brillante uniforme verde contrastaba violentamente con la rica artesanía de las pantallas de seda bordada que rodeaban la mesa por tres lados. La malhumorada expresión de aquel hombre perturbaba la sensación de paz que debía crear la distribución de flores de cerezo en la oscura mesa de nogal.
Liao miró por encima del hombro y percibió el asombro de Justin.
—Creía que ya conocía a nuestro otro invitado —dijo.
Justin asintió lentamente y avanzó con paso envarado.
—Ya nos hemos visto antes —respondió. Hizo un esfuerzo por llevar una sonrisa a sus labios, pero en sus ojos no había ningún afecto—. La política hace extraños compañeros de cama —añadió, alargando la mano hacia el hombre sentado a la derecha del lugar de honor que correspondía a Liao.
—Desde luego —murmuró el duque Michael Hasek-Davion al estrechar la mano de Justin—. Y eso es porque el fin siempre justifica los medios.
Liao levantó un vaso de vino de ciruela.
—Bebamos, entonces, por el único fin en el que todos podemos estar de acuerdo: ¡por la destrucción de Hanse Davion, de su linaje y de su Casa!