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Solaris VII (El Mundo del Juego)
Rahneshire, Mancomunidad de Lira
20 de marzo de 3027
Noton lanzó una toalla a Justin cuando éste salió de la cámara limpiadora.
—Corriste un gran riesgo al sustituir el Luxor por el Pontiac 100 —dijo, sentándose en el estrecho banco de madera situado junto a la taquilla de Justin—. Dobla tu potencia de fuego, pero reduce peligrosamente tu radio de alcance. Y, sobre todo, porque sacrificaste los MLA para conseguirlo. Yen-lo-wang es un buen combatiente en distancias cortas y el factor sorpresa jugó a tu favor en la Fábrica, pero cualquier otro te matará mediante MLA y fuego de CPP.
Justin acabó de secarse y se anudó la toalla alrededor de la cintura. La apretó contra su cuerpo usando su inerte mano izquierda, mientras la anudaba con la derecha.
—Un riesgo calculado, Gray. Lo entiendes, ¿no?
Noton se apoyó en la pared.
—No sé si te sigo…
Justin sonrió y abrió la puerta de la taquilla. Sacó del estante superior un peine de plástico. Lo apretó contra su mano izquierda y dobló penosamente los dedos para sujetarlo con fuerza. Lo usó para peinarse el pelo hacia la frente mientras contemplaba su imagen en un deteriorado espejo.
—Gray, hace sólo un mes que estoy aquí, pero sé la clase de tipo que eres.
—¿La clase de tipo que soy? —repitió Noton, enarcando una ceja.
Justin asintió.
—Sabes que ser un combatiente en las arenas es un callejón sin salida. Hace tiempo que tú no participas… o eso indican las estadísticas de combates públicos; pero tienes un Tifón y amigos poderosos. Eres astuto. —Justin miró al agente de información—. Me gustaría creer que yo también lo soy.
Una tercera voz intervino en la conversación.
—No fue muy astuto, Xiang, ignorar nuestro consejo sobre el resultado del combate.
Justin se volvió y bajó la mano. Tres hombres, dos corpulentos que escoltaban a uno más bajo y ligeramente más viejo, estaban plantados en la puerta. El hombre bajo, que mordisqueaba un puro, señaló con un dedo a Justin.
—Ésta noche he perdido mucho dinero por tu culpa.
—Si has perdido mucho dinero, la culpa es tuya —respondió—. Te dije que yo no iba a dejarme ganar. Debiste escucharme.
—No, Xiang, tú debiste escucharme. —El hombrecillo chasqueó los dedos. Los dos «gorilas» apretaron los puños y dieron un paso adelante—. Rock, Jeff, Justin, arrancadle el brazo y usadlo para romperle las piernas.
Justin se agachó y se abalanzó sobre los dos matones. Dio una patada en la cara a Rock, que retrocedió a trompicones con la mandíbula rota y manando sangre de la nariz. Se desplomó como un muñeco de trapo y se golpeó la cabeza contra el suelo de hormigón.
Jeff intentó dar un puñetazo a Justin, pero el MechWarrior le agarró la muñeca derecha y lo levantó sobre su cabeza. Sin soltarlo, Justin pasó bajo su brazo y le retorció la muñeca. Le inmovilizó el brazo y descargó un golpe con su antebrazo izquierdo sobre el codo de Jeff. La articulación se rompió con un fuerte chasquido, pero el grito de dolor del matón ahogó el sonido.
Justin soltó al «gorila» y lo arrojó sobre su inconsciente compañero. Luego agarró por la garganta al hombrecillo y lo empujó contra la pared. Torció las caderas, para que no pudiera darle una patada ni un rodillazo, y esperó hasta que la jadeante respiración de su enemigo fue lo único que ambos podían oír.
Justin miró sin compasión a los ojos del hombrecillo y le dijo:
—Escúchame bien ahora, porque no te lo voy a repetir. Si vuelves a intentar amañar uno de mis combates, te arruinaré y luego te mataré poco a poco. —Levantó la zurda y, por unos instantes, deseó que el peine se hubiese caído al suelo durante la pelea—. He recogido soldados con la mano de un ’Mech y sé lo delicados que pueden ser esos mecanismos. También sé lo fuertes que pueden llegar a ser. Te aseguro que es mejor que no compruebes su fuerza personalmente. ¿Ni you dong?
El corredor de apuestas respondió con ansiedad:
—Entiendo, wo dong.
Justin sonrió sin alegría y aflojó la presa.
—Hao. ¡Zou kai yijing! —Lo soltó y señaló a los dos matones con el pulgar—. Y llévate a esos dos. No quiero volver a veros nunca más. Si lo hacéis, tened la seguridad de que os mataré.
Noton contuvo la risa al ver cómo Jeff y el corredor de apuestas arrastraban al «gorila» inconsciente fuera del vestuario y se echó a reír entre dientes cuando, por fin, cerraron la puerta.
—Creía que habías dicho que eras astuto. ¿Ha sido esto una reacción astuta?
Justin se puso una chaqueta de seda negra y azul, que le llegaba justo por debajo del cinto de sus pantalones negros. Se abrochó meticulosamente el puño de la manga izquierda sobre el guante que le cubría la mano metálica. Luego se sujetó la banda azul alrededor de la cintura, dejando que los largos extremos colgaran de su cadera izquierda. Se puso las botas y miró a Noton.
—Esto irritará aún más a los federatas de Solaris y me garantiza más combates y bolsas todavía más sustanciosas. Tú y yo sabemos que los duelos son más espectáculos teatrales que auténticos combates. Si he de combatir con bolsas elevadas, tengo que ser alguien a quien los espectadores amen u odien, sin términos medios. Cada cosa que hago para calentar los ánimos entre los federatas es un nuevo ingreso en mi banco.
Noton se puso de pie.
—¿Por eso te has ligado a Kym?
Justin sonrió y asintió, reconociendo lo acertado de la intuición de Noton.
—Lo que quieres decir es: ¿se me ha pasado alguna vez por la cabeza la idea de ser un capelense que se acuesta con una mujer davionesa…, con la cólera que esto debe de provocar a hombres como Capet? Te mentiría si te dijera que no. —Levantó la mirada—. Naturalmente, te has dado cuenta de que ella me deseaba por la misma razón, ¿no?
Noton asintió.
—Lo comprendí desde el principio.
—Estoy seguro de que sí. —Justin cerró la puerta de la oxidada taquilla e hizo girar la combinación—. Ambos empezamos a utilizarnos mutuamente para vengarnos de la Federación de Soles. —Sonrió tímidamente—. Pero, como exiliados, hay un lazo que parece atarnos con fuerza el uno al otro. Antes, en la Federación de Soles, nunca habría llegado a conocerla, pero ahora creo que podría haberme enamorado de ella.
—Te envidio —dijo Noton, sonriendo. Luego le abrió la puerta del vestuario—. Kym trae mi Tifón. ¡Próxima parada, Valhalla!
Al aproximarse Noton, Justin y Kym, la puerta de vidrio oscurecido se abrió, franqueándoles la entrada a un silencioso Valhalla. Los MechWarriors estaban sentados a lo largo de las mesas colocadas en el centro de la extensa sala. Tenían las cabezas agachadas, como si estuviesen rezando. En el estrado, flanqueada por Billy Wolfson y Philip Capet, había una silla cubierta por un manto de raso negro.
—¿Qué es esto? —vociferó Noton alegremente—. ¿Estamos en Valhalla o en un funeral?
Capet irguió la cabeza como disparada por un resorte. Lanzó una mirada fulminante a Noton y luego la desvió hacia Justin.
—¡Has ido demasiado lejos, Noton, trayendo aquí a ese cerdo colaboracionista! —Capet señaló con un dedo acusador a Justin Xiang y exclamó—: ¡Allí! Allí está el traidor capelense que mató a Peter Armstrong. ¡Miradlo y contemplad el rostro de un cobarde!
—¡¿Cobarde?! —explotó Justin. Soltó la mano de Kym y se adelantó a grandes zancadas—. ¿Cobarde yo? Ninguno de los presentes en esta sala puede llamarme así. ¡Y tú menos que nadie, Capet! —Se echó a reír y miró a su alrededor. Varios de los cortinajes de los reservados se replegaron—. Veo que no has divulgado los secretos de tu pasado con todos ésos.
Capet entornó los ojos.
—Todos hemos visto la clase de mentiroso y cobarde que eres, Xiang. Se han visto grabaciones de tu juicio por todo Solaris. Nos hemos enterado de que abandonaste a tus hombres en una emboscada de los capelenses. Incluso tu padre reconoció que eras un espía. ¿Por qué debería creer alguno de los presentes nada de cuanto tú digas?
Justin asintió despacio.
—Obras son amores, Philip. ¿Cuándo te enfrentarás conmigo?
Capet vaciló, pero nadie se dio cuenta, porque Billy Wolfson se puso en pie de un brinco.
—No tendrá que hacerlo, chino. Me venciste porque ocupaste el lugar de Fuh Teng…
—¡Querrás decir que combatí limpiamente!
Justin escupió aquellas palabras a Wolfson, quien enrojeció visiblemente. Ambos sabían que la pelea había sido amañada y Wolfson estaba avergonzado por haber sido tan descuidado. Éste golpeó la mesa con el puño.
—¡Te mataré, Xiang! Truca tu ’Mech como te dé la gana. A mí me es igual. ¡Te destruiré, no importa cómo!
Justin asintió enérgicamente.
—De acuerdo. Pero no seas tan estúpido como Armstrong.
—¿Qué? —exclamó Wolfson, mirándolo irritado.
—No te creas lo que diga Capet sobre quién se porta como un hombre.
Justin alargó el brazo hacia atrás y rodeó con él por la cintura a Kym, que estaba acercándose. A la izquierda, Noton apartó la cortina de su reservado e hizo señas al MechWarrior y a su dama para que entraran también.
Kym se sentó en el banco y se deslizó hacia la parte central. Gray ocupó su sitio a la cabeza de la mesa, mientras que Justin se sentó al lado de Kym. Noton pulsó un botón y el panel de madera que ocultaba la pantalla de holovisión se escondió en la pared.
Noton señaló la pantalla y preguntó a Justin:
—¿Te gustaría ver la grabación de tu combate?
—No me divierto repasando mi actuación —contestó Justin—. Y lo mismo digo de las cintas de adiestramiento que les encantaba pasarnos en la Academia de Sakhara.
Noton asintió, comprensivo.
—Estoy de acuerdo, aunque aquí dispongo de una biblioteca completa de combates. Si alguna vez quieres repasar los combates de algún futuro adversario, tienes mi permiso para venir aquí y verlos.
Esto podría serme muy útil. Justin asintió.
—Gracias, Gray.
Los tres levantaron la mirada al ver que la cortina se descorría lentamente. Un criado se asomó y les sonrió con timidez.
—Sólo les molestaré unos segundos, señores —dijo.
Salió y les trajo un carrito con un cubo enfriador de botellas, fabricado en plata. Gotas de humedad condensada resbalaban por la reluciente parte exterior y los cubitos de hielos asomaban por el borde. Entre el hielo sobresalía el cuello de una botella de vino.
El criado trajo también tres copas, que dejó sobre la mesa. Por último, entregó un sobre pequeño a Noton. Éste introdujo la uña del pulgar bajo la pestaña y sacó una tarjeta. La dio vuelta y se la pasó a Justin.
—Está escrita en capelense. No sé qué dice.
Justin la tomó sin contestar. Tras leerla, sonrió y levantó la mirada.
—Dice: «El honor de la Casa de Xiang se alza como el sol. Lo felicito. Firmado: Tsen Shang». —Justin miró a Noton—. ¿Un amigo tuyo?
—Uno de mis amigos más astutos, Justin. Tendré que presentártelo.
Miró al camarero y le dio permiso para escanciar el vino. El joven sonrió.
—Supongo que se habrán dado cuenta de que este vino es de Palos. No sólo es el mejor que puede conseguirse en Capela; es el mejor de todos los Estados Sucesores.
Arrancó el sello de plomo del tapón y le quitó la caperuza de alambre. Empezó a extraer el tapón con cuidado y cubrió la botella con un paño al tiempo que la destapaba con un taponazo apagado. Sirvió a los tres y se retiró en silencio. Gray alzó su copa.
—Por tu habilidad e inteligencia, Justin. Te deseo una larga vida en Solaris y que consigas todo cuanto desees.
Justin, que se abstuvo de beber tras un brindis hecho en su honor, esperó a que sus amigos bajaran sus copas.
—Por mis dos amigos —dijo, alzando por turno su copa—. Por que puedan ayudarme a seguir vivo en Solaris y conseguir todo cuanto deseo.
Justin bebió un sorbo y paladeó la picante dulzura del vino. Luego miró a Noton.
—Ése Tsen Shang debe de tener muy buenas amistades. Recuerdo que una persona de Spica ofreció tres botellas de esta cosecha como rescate por su Valkyrie averiado.
Noton sonrió y dejó su copa, vacía, sobre la mesa.
—En efecto, tiene muy buenas amistades. Incluso es propietario de dos ’Mechs pesados, aunque le falta un piloto.
—Entonces deberíamos conocernos, ¿no crees? —dijo Justin, apurando su copa—. Al fin y al cabo, voy a necesitar un ’Mech pesado si tengo que matar a Philip Capet.