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Pacífica (Chara III)
Isla de Skye, Mancomunidad de Lira
1 de marzo de 3027
Nicholas Jones carraspeó, nervioso.
—Me parece que no funcionará, señor.
El teniente coronel Patrick Kell desvió la mirada de los dignatarios que estaban saliendo de la Nave de Descenso lirana y se volvió hacia el sargento.
—Señor Jones, no irá a decirme ahora que lo pone nervioso pensar cómo reaccionará Joss.
Si te pones mas pálido, llamaré a un médico, pensó.
—B… bueno, señor —farfulló Jones—, falta poco para que me licencien y todavía formo parte de las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad de Lira, aunque ahora me encuentre bajo las órdenes de usted. No me gustaría tener problemas. Creo que comprende lo que quiero decir ¿verdad?
La risa entre dientes de Patrick no alivió al soldado.
—No se preocupe, Nick. Dudo que se fije siquiera en su uniforme. Ahora vuelva a su sitio. Ya vienen.
Patrick Kell se adelantó, sonriendo, y extendió la mano hacia la Hauptmann-General Sarah Joss.
—Bienvenida a Pacífica, Hauptmann-General. Como siempre, los Demonios de Kell se sienten honrados por su visita.
La oficial lirana frunció el entrecejo. Sus rubios y largos cabellos brillaban con reflejos del sol poniente. Miró detrás de Kell, al grupo de Techs y asTechs vestidos con los uniformes de gala de los Demonios de Kell.
—Espero que pueda darme una explicación, teniente coronel, porque esto no me parece divertido en absoluto.
Kell le guiñó un ojo y carraspeó para que no se oyera el gemido de Jones. Luego se volvió hacia el hombre que la seguía.
—¡Coronel Sortek, cuánto me alegro de volver a verlo! ¿Me permite que le presente a mi equipo?
La brisa de Pacífica soplaba cada vez con más fuerza, levantando nubes de polvo del suelo de hormigón armado del espaciopuerto y alborotando los cabellos castaños de Sortek, quien torció el gesto y miró fijamente a los hombres y mujeres que se hallaban junto a Kell.
—Han cambiado desde la última vez que los vi, ¿verdad, Patrick? —le preguntó. Luego extendió el brazo y ambos MechWarriors se estrecharon la mano con afecto.
A continuación, Sortek se giró e hizo que el teniente Redburn se adelantase.
—Patrick Kell, le presento al teniente Andrew Redburn.
Kell sonrió cordialmente.
—Bienvenido a Pacífica, teniente.
Redburn asintió y le chocó la mano a Kell.
—Gracias, coronel.
—Llámeme Patrick —respondió Kell, echándose a reír. Se volvió de nuevo hacia la Hauptmann-General Joss y dijo—: Por favor, no me mire así, mi general. No lo hago para abochornarla ante sus distinguidos invitados, a pesar de que los Demonios de Kell detestan tener que estar aquí. —Joss se dispuso a protestar, pero Kell se lo impidió con una carcajada amistosa—. No. Hemos planeado algo realmente diabólico. —Se volvió hacia Nick Jones—. Capitán Allard, sírvase conducir a las tropas al interior, antes de que estalle la tormenta. —Hizo un ademán con la cabeza a la mujer que llevaba puesto el uniforme de la comandante Ward—. Mare, ¿tendría la amabilidad de pedir a las tropas de salto del comandante O’Cieran que analicen la última comunicación por radio para ver si se confirma que han picado el anzuelo?
La mujer asintió y habló por el micrófono que tenía colocado junto al hombro izquierdo. Kell se volvió hacia sus invitados.
—Sonrían, amigos míos, pues los insurgentes kuritanos quieren asegurarse de que se sienten satisfechos por su visita. Hemos inutilizado sus sistemas de escucha, pero debe de haber alguien observándonos con prismáticos para comprobar sus identidades.
—¿A qué se refería cuando nos llamó «anzuelo»? —preguntó Joss, preocupada.
Kell se echó a reír.
—Durante las dos últimas semanas, Kurita ha mantenido en órbita alrededor de Chara IV a varios elementos de la 2.ª Espada de Luz.
La expresión de Joss se oscureció como el tormentoso cielo de Pacífica.
—No hemos descubierto nada desde el punto de salto del nadir.
Kell condujo a sus invitados hacia los hangares de los ’Mechs.
—Nunca los habría encontrado, mi general, porque han tomado medidas para impedirlo. El problema radica en que no contaron con el capitán Janos Vandermeer.
Sortek se echó a reír.
—¿Aún sigue ese viejo pirata al mando de la Cucamulus? Creía que ya estaría muerto.
—Es demasiado malicioso para morir —dijo Kell. Al ver que Joss y Redburn lo miraban con perplejidad, se apresuró a explicárselo todo—. Con el paso de los años, Vandermeer ha acumulado una enorme cantidad de información sobre puntos de salto alternativos. La mayoría de los capitanes de las Naves de Salto utilizan los puntos del cénit o del nadir del pozo gravitatorio de la estrella del sistema para salir o entrar en éste, ya que es allí donde resulta más sencillo recargar los propulsores Kearny-Fuchida. Sin embargo, para que un punto de salto no sea peligroso basta con que esté lo bastante lejos de cualquier objeto con masa de un sistema. Muchos de los primeros capitanes de la Liga Estelar solían llevar a sus naves mucho más cerca de los planetas de un sistema, para ahorrar tiempo a las Naves de Descenso en sus trayectos de bajada y subida del planeta.
Una amplia sonrisa iluminó el bello rostro de Joss.
—¿Vandermeer tiene a la Cucamulus en una posición desde la que pudo localizar a los navíos de Kurita?
Kell asintió.
—Está confirmado, mi general. En el mismo segundo en que su Nave de Salto apareció en el sistema, Janos informó que se efectuaban preparativos en las fuerzas kuritanas. —Consultó su reloj—. Está previsto que sus Naves de Descenso aterricen dentro de tres horas. —Miró a Sortek y le dijo—: Así pues, coronel, ¿lo han incluido en este viaje sólo como observador, o su príncipe le ha dado algún juguete con el que entretenerse?
—¿Qué?
Kell entró en el hangar de los ’Mechs y los tres visitantes se detuvieron apenas cruzado el umbral. Kell abarcó el hangar vacío con un amplio ademán.
—Los Demonios de Kell tenemos a nuestro servicio a la mitad de espías de Kurita en Pacífica. Estamos al corriente de la hora prevista para su llegada, los puntos de aterrizaje y el número de tropas que ocupará dos de las tres Naves de Descenso. Como pueden ver, mis Demonios están fuera, esperando a nuestros visitantes. —Kell ocultó la gravedad de la situación tras una sonrisa—. ¿Les gustaría unirse a nosotros?
Sortek se rio, pero se volvió hacia la Hauptmann-General Joss.
—¿Qué opina usted, mi general?
Antes de que pudiese responder, Kell intervino con un último comentario:
—Confíe en mí, Sarah. Esto superará todo lo que puede ofrecer la vida nocturna de Pacífica.
El piloto de la Kiken hizo aterrizar suavemente la Nave de Descenso, de clase Overlord, más allá de las tenebrosas colinas donde los aguardaba escondido el grupo principal de Demonios de Kell. Unas nubes de tormenta se arremolinaron y llenaron rápidamente el orificio abierto por los motores de iones de la Nave de Descenso. Finos hilos de rayos argénteos restallaban entre las nubes mientras la energía liberada en la atmósfera crecía y se desplazaba por la tempestad.
La Nave de Descenso, que tenía forma de huevo, se posó sobre el húmedo suelo en medio de una niebla artificial. Sus torretas giraron como los cuernos de un caracol mientras los artilleros buscaban blancos hostiles. La nave presurizada expulsó aire cuando la tripulación abrió las escotillas. Unas rampas descendieron de los hangares de ’Mechs, permitiendo que éstos salieran poco a poco de sus capullos de acero. Tal como habían informado los espías de Kurita, los Demonios de Kell no disponían de cazas de vigilancia. Los kuritanos no podían por menos que pensar que los Demonios no estaban informados del aterrizaje de sus naves.
Daniel Allard echó una ojeada a su tablero de operaciones por enésima vez para asegurarse de que el indicador de «línea de tierra» seguía encendido. Mientras brillaba con su fría luz azul, las comunicaciones, que Allard emitía y recibía sin temor a que las interceptaran, se hacían a través de un delgado cable de fibra óptica que se extendía detrás de su Valkyrie. Al otro extremo del cable, el coronel Kell aguardaba en su Thunderbolt.
—Confirmado, Patrick. Pertenecen a la 2.ª Espada de Luz. Hemos descubierto una compañía de Panthers, una lanza media mixta de SHD-2K Shadow Hawks con CPP y Griffins…, dos de cada.
La voz de Kell restalló en los oídos de Dan.
—¿Qué más sabemos, Dan? Ya deberían estar descargando el material pesado.
Dan examinó de nuevo las pantallas del rastreador y tragó saliva. Alternó en la pantalla los dos informes que le ofrecía el ordenador de combate.
—Ahora vienen las malas noticias, Patrick. Hay un Dragón, quizás uno de los nuevos modelos Grand Dragón.
Dan ordenó la ampliación de la imagen del monitor principal y marcó el número de referencia (0-93178784-Xp-74d) en el ordenador de combate. El cursor parpadeó en la parte inferior de la pantalla. Luego, el ordenador repitió el diagrama completo del rastreador y le añadió la información almacenada de aquel archivo.
—Ya tengo un resultado. Es un Grand Dragon; por eso lleva un CPP montado en el brazo derecho y un tercer láser medio en el torso derecho. —Dan vio que una luz parpadeaba en la pantalla del rastreador—. Es extraño…
—¿El qué, Dan? —preguntó Patrick Kell con voz serena, a pesar de sus apremiantes palabras.
—Los Panthers están formando una cuña, con la lanza media en el flanco oeste y el Grand Dragón en el centro. Se dirigen directamente hacia ti, pero el Dragón no se mueve. Parece estar esperando algo.
La alegre risa de Kell llegó descarnada hasta Dan, llevando consigo la confianza ciega en la victoria.
—¡Perfecto! Los ’Mechs más ligeros están dispersándose para establecer un perímetro más allá del alcance del fuego del Dragón. Recuerda el plan. Los kuritanos creen que el cinco es un número que da buena suerte y que las cosas que se encuentran de cinco en cinco son un mal augurio. Vamos a usar cinco ’Mechs en la emboscada inicial para pegarles un buen susto. Transmitiendo coordenadas… ya. Buena suerte.
—Igualmente, Patrick. Corto línea de tierra y recupero el mando de mi lanza.
Dan pulsó el botón azul, que se apagó. Emitió una comunicación por línea interna a Brand y su teniente la prolongó a Meg Lang y Eddie Baker. Les informó de cuáles serían sus objetivos en el ataque inicial y los blancos secundarios posteriores. Dan repasó apresuradamente las asignaciones. No sería agradable.
El ala oriental de la formación de Panthers subió por las colinas que rodeaban el lugar de aterrizaje. Un Panthers, que el ordenador de Dan etiquetó como «Capaz» (el último de la formación en cuña), se hallaba en la cima del altozano, a sólo un centenar de metros del lugar donde estaba el Valkyrie de Dan oculto tras un deflector de rastreadores. La cabeza del Panther oscilaba lentamente de un lado a otro, como si el MechWarrior sentado en su interior se creyera el amo de todo cuanto veía.
Dan centró la retícula del láser medio en «Capaz», pero enfocó e inmovilizó la mira de los MLA en el siguiente Panther —«Bravo»—. Dejó que ambos iconos de blanco siguieran a sus 'Mechs correspondientes de manera casi automática, mientras él concentraba su atención en el Panther que lideraba la formación. Se había detenido en seco y levantado el CPP de su brazo derecho.
Una luz brilló en la carlinga de Dan, indicando la inminencia del ataque.
—¡Fuego! —exclamó Dan.
Apretó el pulgar contra la palanca de mando de la mano izquierda y lanzó una andanada de MLA al más alejado de ambos Panthers. Seis misiles dieron en el blanco. Cinco hicieron impacto en el pectoral izquierdo del ’Mech y lograron hacer saltar pedazos de coraza en una lluvia de metal reluciente. El sexto explotó contra el otro lado del pecho de «Bravo», pero no consiguió parar la rotación involuntaria que los demás proyectiles habían imprimido al Panther.
El láser medio de Dan centelleó hacia «Capaz» y abrió una brecha grave en la armadura de su brazo izquierdo. Los MCA lanzados por el Commando de Brand y el Wasp de Lang acribillaron al «Capaz» de pies a cabeza. El fuego del láser medio atravesó el humo y las llamas que había causado el misil y perforó la protección de la pata derecha. Dan vio los músculos de fibra de miómero alrededor de los huesos de titanio del ’Mech. «Capaz» está acabado. Ésa pata no soportará muchos más impactos.
Paseó los dedos de la mano derecha sobre el conmutador y el rastreador le informó de inmediato del estado de «Bravo». El fuego de láser del Jenner de Baker había agravado los daños causados por sus propios MLA. Toda la coraza del torso izquierdo del Panther había volado o saltado en pedazos, dejando al descubierto los circuitos y otras partes vitales del ’Mech al fuego mortífero de las máquinas emboscadas. Las protecciones de la pata y el torso derechos pendían convertidas en escoria, destrozadas por la batería de láseres medios del Jenner.
Dan levantó la mirada y vio que el Marauder negro y rojo de «Gato» Wilson salía a campo abierto. Aquél ’Mech de aspecto encorvado levantó su garra derecha hacia el Panther que lideraba la formación en cuña. El CPP derecho del Marauder arrojó un artificial rayo dentado. El fuego azul lamió vorazmente el pecho del Panther y evaporó de forma instantánea el área que tocó de la coraza. Los láseres medios gemelos del Marauder laceraron el brazo izquierdo del Panther y le arrancaron la armadura como si fuera la corteza de un árbol. El cañón automático del Marauder bombardeó al Panther y abrió enormes cráteres en la chapa protectora de su cadera derecha.
El Crusader de Bethany Connor, que avanzaba entre la jungla tras los pasos del Marauder de Wilson, apuntó también al Panther que marchaba al frente. Se abrieron unos paneles en los antebrazos del Crusader y dos ráfagas de MLA ardieron en el cielo nocturno. Los misiles bajaron en espiral sobre el Panther y una andanada entera aplastó el pecho del ’Mech como un golpe de maza. Los fragmentos de la armadura volaron por los aires como una bandada de aves atemorizadas, pero se quedaron suspendidos en vilo unos segundos por efectos de las ondas expansivas de las explosiones. El resto de los misiles del Crusader impactaron en la pata derecha del Panther y destruyeron parte de la coraza.
El fuego de la Lanza de Asalto de Ward acribilló sin piedad al Panther designado como «Eco». El Rifleman de Diane McWiliams y el Trebuchet de Mary Lasker combinaron su fuego para destrozarle la armadura a su blanco. Las andanadas gemelas de MLA del Trebuchet rodearon al Panther y reventaron toda la coraza de ambos brazos. Cuatro de los misiles impactaron en la cabeza y le arrancaron parte de la protección. El ’Mech quedó con un labio desgarrado y la faz chamuscada. El fuego del cañón automático del Rifleman levantó con facilidad la chapa protectora del pecho del Panther, al tiempo que sus dos láseres medios le fundían casi toda la pata derecha.
El coronel Kell y la teniente Finn combinaron su ataque para causar daños terribles en el Panther identificado en la pantalla de Dan como «Foxtrot». Kell apuntó con el enorme láser del Thunderbolt al pectoral derecho del ’Mech y el rayo rubí deshizo la armadura como si fuera miel sobre una estufa. El Orion de Finn ahondó la herida con su láser medio y quemó el interior de la máquina. Los circuitos del ’Mech enemigo se fundieron desprendiendo chispas. La densa columna de humo negro que brotó de la herida indicaba que el láser había quemado varios radiadores. Sin ellos, ningún ’Mech podía funcionar durante mucho tiempo, y menos un Panther armado con CPP.
La comandante Salome Ward, que pilotaba un Wolverine, y su compañero de lanza, el teniente Fitzhugh con su Catapult, concentraron su fuego sobre uno de los Shadow Hawks modificados. Las dos rampas de lanzamiento del Catapult, ubicadas en los lugares donde su ’Mech con aspecto de ave debería tener las alas, se abrieron y dispararon treinta MLA en las tinieblas de Pacífica. Impactaron de forma sucesiva y explotaron con gran estruendo. El brazo izquierdo del Shadow Hawk, tras sufrir un fuego tan concentrado, parecía totalmente destruido. Mientras las llamas se apagaban en la noche, la extremidad del Hawk quedó en un estado de absoluta vulnerabilidad: inutilizada, llena de hierros retorcidos y con la mano y el antebrazo paralizados.
La ráfaga de MLA del Wolverine explotó en una línea recta de un extremo al otro del torso del Shadow Hawk. Aunque el cañón automático y el láser medio del Wolverine reventaron enormes chapas de armadura del costado izquierdo del Shadow Hawk, no consiguieron destrozarla por completo. Los láseres medio del Catapult de Fitzhugh atravesaron la coraza de la pata derecha del Shadow Hawk y dejaron al descubierto el músculo de miómero. Éste ataque dio al ’Mech enemigo, bautizado como «Golf» por el rastreador, la apariencia de llevar puesta sólo una pernera de unos imaginarios pantalones.
El Hunchback del teniente Redburn salió a campo abierto y persiguió a un Griffin entre las llamas y el humo. El gigantesco cañón automático de forma cúbica que llevaba montado el Hunchback sobre su hombro derecho vomitó fuego y metal: un chorro infernal que partió el pecho del Griffin como una sierra. La coraza se resquebrajó y cayó hecha pedazos. De forma simultánea, los láseres medios del Hunchback arrancaron trozos de armadura del flanco y el brazo izquierdos del Griffin.
La ferocidad de la carga de Redburn hizo tambalearse a su enemigo. La potencia del ataque de la Hauptmann-General Joss lo remató. El Warhammer de Joss pareció no sentir compasión por el deteriorado Griffin cuando levantó sus CPP.
Un solo rayo azul surgió del Warhammer e impacto con fuerza salvaje en el semifundido brazo izquierdo del Griffin. La coraza estalló y se esparció por todo el campo de batalla mientras la centella azul seguía destruyendo el brazo averiado. El ataque de Joss dejó la extremidad del ’Mech enemigo retorcida y fundida hasta el hombro como un muñón achicharrado.
La segunda lengua de fuego eléctrico golpeó el corazón del Griffin y se hincó en su pecho fundiendo todo metal que encontró a su paso. El fuego se propagó por el torso del ’Mech y por todos los radiadores y vías de arrastre de su cuerpo. El Griffin se estremeció y se contorsionó mientras el rayo azul tensaba todos los músculos de miómero de su anatomía. El ’Mech acabó desplomándose en el suelo. El centro de su pecho era un orificio al rojo vivo. Quedó tumbado de espaldas, mirando al cielo.
La confianza alumbró en el corazón de Dan. Los hemos machacado. Hemos destrozado seis 'Mechs, más de lo que habíamos planeado. Tienen que retroceder.
Dan levantó la mirada. Otro ’Mech estaba saliendo del vientre de titanio de la Nave de Descenso. El terreno temblaba bajo sus gigantescos pies. Sus rastreadores lo examinaron de inmediato y le proporcionaron una lectura de datos. El ’Mech tenía una configuración humanoide, con unos hombros encorvados que escondían una pequeña cabeza. Unos enormes contrapesos de los brazos, como alas, le cubrían los hombros y sobresalían a cada lado. El brazo izquierdo acababa en una burda porra, mientras que los rastreadores indicaban que el brazo derecho y los pectorales gemelos contenían sendos CPP.
¡Oh, Dios mío! A Dan se le formó un nudo en la garganta cuando la mole del Awesome llenó sus monitores. Sintió un escalofrío y su confianza vaciló como la llama de una vela en un tornado. De repente, se acordó de lo que siempre decían en la academia de Nueva Avalon para maquillar una idea terrorífica con una broma: «El partido no acaba hasta que los 'Mechs de Asalto dejan de jugar».