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Skye
Isla de Skye, Mancomunidad de Lira
5 de mayo de 3027
Andrew Redburn ofreció una silla a Joana Barker cuando se sentaron a la misma mesa que el Hauptmann retirado Erik Mahler y su esposa Hilda. Mahler aguardó de pie hasta que Joana tomó asiento y a continuación indicó con un ademán a Andrew que ocupara su lugar.
—He estado esperando esta comida desde que vi el programa esta mañana —dijo Mahler, y levantó la mirada hacia el altillo en el que la mayoría de las celebridades estaban comiendo—. Apenas podía creer que usted cenara con los untermenschen.
Andrew sonrió con jovialidad.
—Bueno, Hauptmann, desde sus primeros tiempos en nuestro oficio, debe de saber que ningún MechWarrior podría resistirse a los encantos de su esposa o de Joana, aquí presente.
El otro MechWarrior, de cabellos grises, sonrió y cubrió con su mano la de su mujer, que se había sonrojado.
—Muy cierto, teniente —dijo, pasando a Andrew la carta de vinos—. ¿Beberá una copa de vino con nosotros? ¿Y usted, señorita Barker? La noche pasada probamos el blanco de Nekkar y lo encontramos totalmente satisfactorio.
Joana se mostró de acuerdo, mientras que Andrew dijo sonriente:
—Acepto, pero sólo si pedimos dos botellas y cargamos la cuenta a mi nombre. Considérelo como un regalo de amistad del príncipe Hanse Davion.
—¡Hecho! —exclamó Mahler, palmoteando.
Joana miró de soslayo a Andrew.
—Es usted generoso con el dinero de su jefe, ¿eh?
Andrew desplegó su servilleta y la extendió sobre su regazo.
—En efecto, Joana. ¿No sabía que el príncipe Hanse Davion es un solterón recalcitrante, sin una esposa que se gaste todo su dinero? —Andrew vaciló y tosió suavemente sobre su puño derecho—. Además, el Príncipe comparte la tecnología de 'Mechs con la Mancomunidad de Lira. ¿Acaso podría reprocharme el haber compartido unas botellas de vino con ustedes tres?
Hilda sonrió y jugueteó con su larga trenza de cabellos blancos y rubios.
—Le agradecemos el detalle, teniente, y sentimos un cierto aprecio por su líder. Como la mayoría de liranos, pensamos —miró a Joana, que asintió en señal de aprobación— que los acuerdos firmados entre la Arcontesa y su Príncipe serán beneficiosos para ambas naciones.
—Gracias. Comparto su esperanza de un futuro próspero y en paz.
Llegó el camarero para servir los platos, mientras que el que se encargaba del vino escanció un sorbo en la copa de Andrew. Éste declaró que la cosecha era excelente y el camarero llenó las copas de sus compañeros de mesa. La conversación avanzó en un tono agradable, aunque ligero, como una típica y divertida charla entre extranjeros que acaban de conocerse. Sin embargo, dio un vuelco hacia temas más serios cuando fueron retirados los platos y se sirvió el brandy.
Mahler mostraba una expresión adusta mientras contemplaba el dorado líquido que contenía su copa.
—Creo recordar, teniente, que usted estuvo en Kittery. ¿Qué opina de ese Justin Xiang?
Andrew se puso tenso.
—Justin Allard era mi comandante. Lo conocía bien y lo apreciaba mucho.
—Ja, pero ¿no es un traidor?
—Perdóneme, Hauptmann Mahler, pero no comparto su opinión —respondió, molesto, Andrew—. Estuve presente en aquel juicio y todo aquello parecía una caza de brujas patrocinada por Michael Hasek-Davion. Fue una farsa, no un juicio justo.
Mahler frunció los labios en actitud pensativa.
—Ha dicho que Allard no es un traidor, pero ¿qué me dice de sus diatribas en contra de la Federación de Soles? Sin ayuda de nadie, ha eliminado a casi todos los combatientes de la Federación en Solaris. Tiene todas las trazas de tratarse de una vendetta, de la que incluso un draconiano se enorgullecería.
Andrew plegó con cuidado su servilleta y la dejó sobre la mesa.
—Puedo comprender la ira y el resentimiento de Justin. Puedo comprender que un auténtico MechWarrior pueda odiar a aquellos falsos guerreros en el Mundo del Juego, y me parece normal que haya acabado matando con facilidad a todos sus adversarios…
—Perdóneme, Andrew —intervino Joana—, pero creo que el Hauptmann Mahler no discutía la habilidad de Xiang como MechWarrior. Incluso aquí, en la Mancomunidad, hemos visto holovídeos del momento en que perdió los estribos durante el juicio. Hanse Davion le ofreció la vida. Incluso estaba de acuerdo en que nunca había debido celebrarse aquel execrable juicio. Ordenó que hubiera un veredicto de inocencia. Todo debió haber acabado allí.
La cólera hizo que se le agrandaran las fosas nasales a Andrew.
—Perdóneme, señorita Barker, pero de una maestra como usted no puedo esperar que entienda lo que significa ser MechWarrior. —Se volvió rápidamente hacia Mahler—. A usted, señor, retirado tras muchos años de valiente servicio, ¿cómo le sentaría que lo convirtieran en un chupatintas para el resto de su vida profesional? ¿Qué le parecería que todo el mundo lo conociese como «el tipo que Hanse Davion salvó de la justicia»? ¿Podría haber soportado vivir viendo las dudas en los ojos de los demás, o sabiendo que el líder al que amó y sirvió de forma admirable no creía en usted?
Mahler meneó la cabeza sin decir nada, pero Joana no se había conformado.
—Si Xiang amaba tanto a su líder, ¿por qué lo vilipendió? En la sala de holovídeo de la nave he visto el combate más reciente de Xiang y he oído sus comentarios sobre Hanse Davion. Ése hombre escupe veneno por la boca. Si alguna vez sintió amor por su Príncipe, hace tiempo que murió.
Andrew se puso bruscamente de pie.
—Si murió, señorita Barker, es porque fue sacrificado en un altar político. Espero que nadie, sea arconte o rey-bandido de la Periferia, crea que tiene derecho a hacer eso a otro ser humano. —Saludó con una inclinación de cabeza a los Mahler—. Si me disculpan…