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Solaris VII (El Mundo del Juego)

Rahneshire, Mancomunidad de Lira

20 de febrero de 3027

Zao, Fuh Teng.

El saludo de Justin Xiang pilló por sorpresa al MechWarrior. Fuh Teng volvió la cabeza para ver quién se había acercado a él con tanto sigilo y su movimiento hizo que se desplazara una de las piezas del equipo. El Tech de Teng, oculto a medias en el interior del ensamblado del CPP del Vindicator, maldijo en voz alta. Fuh Teng entornó los ojos; no le gustaba el aspecto del hombre que había hablado y no lograba identificarlo.

Fuh Teng le devolvió el saludo a Justin.

—Hola. ¿Puedo hacer algo por usted? No debería estar aquí, ¿sabe?

Justin asintió y hundió aún más las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero.

—Eso me dijeron en las puertas. Me llamo Justin Xiang y quiero luchar para ustedes.

Teng frunció el entrecejo.

—No necesito ningún piloto. No puedo permitírmelo. —Levantó la mirada hacia el Vindicator que se alzaba sobre ambos en el oscuro almacén—. He agotado todos mis recursos económicos montando este ’Mech con los restos que pude reunir del último que tuve. Mi hermano murió en su interior.

Justin volvió a asentir. El Tech, Tung Yuan, salió de las entrañas del CPP y el brillo de su soldador de arco voltaico hizo palidecer a Teng mientras hundía sus ojos en profundas sombras. El Tech dio una orden tajante en capelense. Antes de que Teng, que llevaba un refuerzo que le mantenía rígida la rodilla derecha, pudiera obedecerle, Justin se le adelantó. Se quitó el talego del hombro derecho, se dirigió al cajón de embalaje que había mencionado el Tech y extrajo un cilindro de plata de medio metro de largo y la mitad de ancho de entre la espuma plástica que había en su interior.

Se lo alcanzó al Tech, diciéndole:

—Es un Inhibidor de CPP R-4721. —Miró a Teng y frunció el entrecejo—. Si pone esto en el CPP, conseguirá mucho resplandor pero nada de potencia.

Teng le arrebató el cilindro a Justin y se lo entregó al Tech.

—Sí, Xiang, es verdad. Pero también es cierto que no quiero potencia.

—Pero, si gana el combate de esta noche en el Estadio Steiner, obtendrá dinero suficiente para restaurar su Vindicator de pies a cabeza y contratar a media docena de pilotos que trabajen para usted —contestó Justin—. Con unas cuantas apuestas bien hechas, incluso podría ganar lo bastante para comprar otro ’Mech y formar una cuadra.

Fuh Teng se comportó como si no hubiese oído a Justin.

—Xiang, Xiang… —masculló; de súbito, sonrió con nerviosismo—. ¡Ah, sí! Usted es el MechWarrior que Hanse Davion ha exiliado a nuestro humilde planeta. Bien, es posible que usted fuera alguien especial en su lugar de procedencia, Justin Xiang, pero, sin un ’Mech, aquí no es nadie. —Se encogió de hombros y volvió a sonreír, esta vez débilmente—. Entiéndame, no pretendo ser desagradable, pero en el Mundo del Juego hay ciertas normas.

Justin entornó los ojos.

—Lo que quiere decir es que le han ordenado que pierda el combate.

Teng sonrió y las arrugas que rodeaban sus ojos revelaron su edad.

—Sé que la clave es la supervivencia y me siento más vulnerable en Cathay que en cualquiera de los estadios. Los que establecen las apuestas tienen conexiones con los tongs y están deseando usarlas para salvaguardar sus beneficios. —Se encogió de hombros filosóficamente—. Se me dará otra oportunidad de ganar un buen premio cuando convenga a los propósitos de los amos del planeta.

Justin asintió con gesto solemne.

—Así pues, en este caso, ¿aconseja a un guerrero sin ’Mech que apueste por su adversario?

—Su edad no se corresponde ni mucho menos con su sabiduría —afirmó.

Justin sonrió e hizo una reverencia. Teng, consciente de que la conversación había terminado, se dio la vuelta para supervisar la reparación de su ’Mech. No llegó a ver cómo el puño izquierdo enguantado de Justin dibujaba un arco y se estrellaba contra su cabeza. Con un sordo gemido, Teng se desplomó en el suelo y la herramienta que empuñaba cayó a su lado sobre el suelo de hormigón armado.

Cuando Tuang Yuan se asomó fuera del CPP, se le desorbitaron los ojos al ver a su jefe caído sin conocimiento. Justin se limitó a sonreírle.

—Desconecta ese inhibidor del CPP y borra el sistema de reconocimiento para que pueda acoplarme a la máquina.

El Tech sonrió de oreja a oreja y asintió. Justin le guiñó un ojo y añadió:

—Luego ataremos a Teng y buscaremos a alguien dispuesto a hacer una apuesta muy específica para este combate con unos beneficios que resulten muy sustanciosos.

Tung Yuan volvió a sumergirse en los circuitos del CPP del Vindicator. Aunque no llegó a ver la amarga sonrisa que se dibujó en el rostro de Justin, sí pudo oírlo murmurar:

—Ahora, Hanse Davion, empieza mi venganza. Recordarás este día durante mucho tiempo.

—¡Mi querido Gray Noton, cuánto me alegra ver que lo ha conseguido!

Enrico Lestrade, ataviado con un uniforme azul de la Marina adornado con más medallas y trenzas de oro de las que podían conseguirse en la mayoría de los Estados Sucesores, se abría paso entre el gentío reunido en su palco privado del Estadio Steiner. Estrechó con entusiasmo la diestra que le había alargado Noton y la sacudió enérgicamente.

—Nos honra con su visita —lo cumplimentó.

Otro de los invitados de Lestrade se volvió para mirar a Noton, que tuvo que hacer un esfuerzo por sonreír. Para sus adentros estaba pensando si debía estrujarle a Lestrade su gordezuela y pegajosa mano. Sin embargo, optó por agarrar a Lestrade por el codo derecho y apretárselo suavemente.

—Ha sido muy amable al invitarme a presenciar el combate entre Teng y Wolfson. Promete ser un enfrentamiento espléndido.

Lestrade hizo una mueca al dolerle la presión en el codo y se apresuró a soltarle la mano a Noton.

—Tenemos que hablar —le dijo en voz más baja—. Venga a mi despacho.

Noton asintió y siguió a Lestrade a una habitación pequeña. Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, acallando todo el alboroto de la gente en aquel cubículo aislado de ruidos, Noton pulsó un botón de su reloj de pulsera y esperó a que una luz roja le iluminase el rostro. Como no ocurrió nada, Noton sonrió para sus adentros. No está grabando esta reunión. Esto significa que es un imbécil.

—¿Tiene el boleto, barón?

Enrico Lestrade asintió. Flexionó la mano derecha varias veces para que volviera a circular la sangre mientras miraba a Noton con el entrecejo fruncido.

—Lo siento, Noton, pero así es como saludo a todos mis invitados.

Noton entornó los ojos hasta que sólo parecieron dos rendijas.

—Confío en que no tendrá acuerdos secretos con todos ellos —le dijo. Si me haces un doble juego, barón, lo lamentarás.

Enrico meneó la cabeza y empezó a palmotearse los bolsillos en busca del boleto de apuesta.

—No —contestó—, la mayoría son visitantes procedentes de la Mancomunidad y algunos vienen de la Federación de Soles. Dado que Wolfson es miembro de la Mafia Capelense, como ha bautizado Capet de manera pintoresca a su manada de guerreros, es la gran atracción. Incluso lo he invitado a venir después del combate.

—¿Que ha hecho qué? —explotó Noton, encolerizado. Si has hecho algo que insinúe que este combate está amañado, te despellejaré vivo.

Lestrade retrocedió ante el tono de voz de Noton, como si le hubiera propinado un fuerte puñetazo.

—¡Vamos, no me tome por tonto! Yo no lo invité a él. Invité al vencedor. —Encontró el pedazo de papel plateado y se lo alargó a Noton con una sonrisa artera—. Sólo porque sepamos quién va a ganar no basta para anunciarlo a bombo y platillo.

Noton cogió el boleto y dejó que una lenta sonrisa transformara la máscara de furia que había deformado su cara. Había apostado sus honorarios, cincuenta mil créditos, por una ventaja de dos contra uno a que ganaría Wolfson. Con el combate amañado, Noton doblaría su paga gracias a los corredores de apuestas del planeta y nadie podría rastrear la transferencia de dinero.

—Muy bien, volvamos con los demás —propuso.

Enrico le mostró una radiante sonrisa.

—Voy a darle una agradable sorpresa, Noton: esta noche vendrá la condesa.

Enrico abrió la puerta y acompañó a Noton hasta donde se hallaban los demás invitados. Allí hizo algunas presentaciones y se confundió entre la parlanchina multitud. Noton se excusó de una conversación sobre la neoabstracción de la escuela tradicionalista de Deia y se abrió paso hacia el bar.

—¿Qué desea el señor? —le preguntó el camarero, sonriente.

Noton echó un vistazo a los diversos tipos de cerveza semienterrados en un cubo de hielo, pero cambió de opinión. Se acabo el trabajo por ahora. Puedo permitirme echar un trago, especialmente si paga Lestrade. Sonrió.

—Un CPP Steiner, auténtico.

El camarero sonrió con malicia y puso una copa de brandy sobre la barra. Vertió en su interior cuatro chorros de alcohol de cereal y, como Noton había especificado «Steiner», le añadió dos raciones de schnapps de pippermint. Fue a rematarlo con una ramita de menta, pero Noton lo frenó. El camarero sonrió y le entregó el cóctel.

—Tenga cuidado. Éste brebaje puede resquebrajar el vidrio.

Noton se echó a reír y levantó la copa con una mano. Agitó la mezcla de color claro y observó cómo distorsionaba las imágenes y colores a su alrededor. Con una sonrisa de satisfacción, se llevó la copa a los labios y tragó un sorbo de aquel líquido antes de que le adormeciera por completo la lengua.

—Eso no es ninguna infusión, ¿verdad, señor Noton? —comentó la condesa Kym Sorenson cuando Noton apretó los párpados al sentir el ardor de la bebida.

Noton relajó la expresión y abrió los ojos.

—Es un gran placer volver a verla, condesa.

Llevaba botas negras de tacón alto abrochadas en los tobillos, pantalones negros y una blusa verde como de raso, sin mangas ni tirantes, que hacía juego con el pañuelo de seda que tenía anudado a su blanco cuello. Noton sonrió, tomó la mano que le ofrecía y se la llevó a los labios.

—Por favor, llámeme Gray.

La condesa asintió, sonriendo.

—Gray, como quiera. —Se volvió y se apoyó en la barra, paseando cansinamente la mirada de la multitud a Gray. Señaló la bebida y dijo—: ¿Eso hace que estas reuniones sean un poco menos cargantes?

Noton encogió sus anchos hombros. La luz relució en su túnica de terciopelo negro, con una amplia «V» de terciopelo gris que se extendía de un hombro a la cintura y de vuelta al otro hombro, dando una apariencia más esbelta al MechWarrior.

—Lestrade se codea con una gente agobiante. Recuerdo a muchos de ellos de los días en que la Comisión de Batallas organizaba fiestas en mi honor por mis victorias en las arenas. Siempre han sido cargantes, y, sí… —Echó un vistazo a su bebida—. He encontrado una gran ayuda en los CPP.

La condesa se volvió hacia el camarero.

—Otro CPP para mí.

El camarero sonrió al ver que Noton, situado detrás de la condesa, le indicaba con señas que diluyera el cóctel a la mitad.

—¿Cómo lo quiere, señora?

La condesa se giró hacia Noton.

—¿Gray?

—El cóctel tiene diversas variantes —le explicó Noton, sonriendo—, cada una de ellas conocida por el nombre de una de las Grandes Casas. Yo tomo la variante Steiner, que añade schnapps de pippermint al alcohol. En la versión Liao se agrega vino de ciruela y en la de Kurita se diluye con sake… o combustible para aviones, lo que haya más a mano. —Calló por unos momentos, tratando de recordar las demás variantes—. En la de Davion se añade bourbon, o tequila si se pide en la Marca Capelense.

La condesa arrugó la nariz.

—¿Y la variante Marik?

El camarero le mostró una botella de ouzo, que hizo sonreír a la condesa.

—Tomaré la de Marik.

El camarero se la preparó con diligencia y la sirvió en una copa idéntica a la que sostenía Noton. Éste la condujo a la primera fila de asientos que se asomaban a la arena.

—Será mejor que se siente antes de tomarse eso. El primero es una especie de experiencia inolvidable.

Noton aguardó a que se sentara; luego se acomodó a su lado en un asiento rojo de felpa y empezó a agitar su bebida. La condesa lo imitó.

—¿Por qué lo llaman CPP?

Noton se echó a reír.

—El cañón proyector de partículas es una de las armas más potentes que pueden montarse en un ’Mech. Da unos porrazos fenomenales, igual que este cóctel. —Noton señaló su copa—. El truco es tragárselo antes.

—¿Antes de qué?

Noton tomó un rápido sorbo y tragó.

—Pruebe y verá —susurró con voz ronca.

La condesa echó atrás la cabeza y se bebió el CPP de un trago. Tragó, tosió y se enjugó las lágrimas que saltaron a sus ojos. Agitó una mano delante de su boca por unos segundos y volvió a tragar saliva.

—Ya veo. —Volvió a toser suavemente—. Tengo la boca dormida.

Noton sonrió.

—Dentro de unos treinta minutos, ese adormecimiento le llegará al cerebro. No debió fijarse en lo cargante que era la fiesta.

La condesa sonrió y se volvió para mirar por la enorme ventana. Abajo, en una amplia arena que recordaba los coliseos de la antigua Roma, un trío de ’Mechs de tamaño medio se enfrentaba al doble de ’Mechs más ligeros y ágiles. Una reja casi invisible e increíblemente tenue rodeaba la arena, separando la zona de combates de las acristaladas tribunas del público y, sobre ellas, los palcos de lujo.

La condesa señaló la reja.

—¿Qué es eso?

Noton, que iba arrellanándose en el asiento a medida que el calor de la bebida se propagaba por su cuerpo, frunció las cejas para concentrarse.

—Es una rejilla de detonación. Todo misil que salga volando de la arena chocará contra ella antes de que alcance las ventanas del público. Éstas están recubiertas del mismo tipo de plástico de alta resistencia a los impactos utilizado en las escotillas de los ’Mechs, pero nadie quiere correr riesgos.

—¿Y qué me dice de los disparos de los láseres o los CPP?

—La rejilla absorbe la energía del CPP. Las mismas ventanas son reflectantes. —Gray se echó a reír y se inclinó hacia adelante—. Recuerdo que, en una ocasión, usé una ventana para desviar un disparo hacia la coraza de popa deteriorada de un enemigo. —Señaló la arena—. En realidad puede haber una cierta ventaja por «jugar en casa» para el guerrero que combate de manera regular en una arena.

Kym frunció sus rubias cejas.

—Ninguno de los dos hombres que vamos a ver es de la Mancomunidad. Entonces, ¿ninguno tendrá esa ventaja?

Noton se humedeció los labios y observó cómo uno de los MechWarriors que estaban combatiendo saltaba momentos antes de que explotara su ’Mech.

—Billy Wolfson, el tipo que pilotará el Hermes II, ha luchado en esta arena más veces que Fuh Teng, aunque éste tiene más experiencia.

—¿No hará pedazos un Vindicator al Hermes? El Hermes pesa cinco toneladas y dispone de pocas armas. —Otra explosión en la zona de combates iluminó el rostro de Kym con resplandores amarillos y anaranjados—. Yo diría que Teng aplastará a ese Wolfson.

Noton sonrió con cautela.

—Eso es lo que creen los que determinan las apuestas. Dan a Teng una ventaja de dos contra uno sobre Wolfson.

Kym sonrió como una niña traviesa.

—Pero…

—¿Pero qué?

—Es obvio que usted tiene su propia opinión, Gray —dijo Kym, apoyando la mano sobre el grueso antebrazo de Noton—. ¿Quién cree que ganará?

Noton se rio entre dientes.

Touché. Éste es el primer combate de Teng en varias semanas. Tiene inmovilizada la rodilla y lucha sin tener a su hermano a su lado. Creo que Wolfson, que es un buen luchador en ascenso, será el vencedor.

En el campo de batalla, dos de los ’Mechs de tamaño medio acabaron con el último ’Mech ligero y salieron los hombres de mantenimiento para retirar la chatarra. Trabajaron de forma rápida y eficaz para llevarse a remolque los ’Mechs que eran incapaces de salir de la arena por sí mismos.

Detrás de Noton y la condesa, los demás invitados de Lestrade también se habían dado cuenta de que había terminado el combate. Entre siseos de sedas y rasos, se apresuraron a ocupar sus asientos que daban a la arena. Algunos prorrumpieron en imprecaciones por su mala suerte en cuanto supieron el resultado de la última batalla, mientras que otros anunciaron en voz alta cuál sería el resultado de la que habían venido a presenciar. Siempre que algún pronunciamiento parecía particularmente absurdo, Kym se volvía hacia Noton y ambos compartían una risa callada.

—¡Damas y caballeros de toda clase de naciones y razas! —exclamó estruendosamente la voz del comentarista—. Éste es el noveno combate del programa de esta noche. Dentro del Peso Medio, de la cuadra de lord Brighton, tenemos a Hermes II, que esta noche irá pilotado por Billy Wolfson.

Los aplausos que sonaron en el palco del barón Von Summer repitieron a pequeña escala la estruendosa ovación que se oyó más abajo.