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Tharkad
Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira
24 de abril de 3027
El empleado de la agencia de Viajes Estelares Meier respondió al holófono con una sonrisa congelada en el rostro.
—Viajes Estelares Meier. Desde la zona A hasta Zwipadze, lo llevamos a donde desee. ¿En qué puedo ayudarla?
Melissa sonrió. Llevaba una peluca de color castaño y sus grises ojos disimulados con lentillas oscuras.
—Deseo reservar un billete a Nueva Avalon.
El empleado preguntó.
—¿Directo, crucero, o local?
Melissa calló, como si reflexionara sobre las alternativas.
—Con uno directo llegaría en tres semanas, ¿verdad?
Los dedos del empleado saltaron sobre las teclas del terminal. En respuesta a su consulta, los datos se listaron en la ventana de texto abierta debajo de la imagen de Melissa.
—Sí, tres semanas. ¿Es un viaje urgente o de vacaciones?
—Vacaciones, supongo, pero tengo que estar en Nueva Avalon en julio o agosto. —Melissa se encogió de hombros y sonrió con gesto inocente—. Todavía no he viajado nunca por las estrellas.
—Muchos de nuestros clientes hacen un viaje interestelar por primera vez —respondió el empleado—. Con billete directo llegará en tres semanas, pero el precio es prohibitivo.
La muchacha observó la cuenta bancaria de Joana Barker, que estaba apareciendo en su pantalla.
—Hay que pagar más cuanto menos tiempo se emplee para el viaje. Le costaría más de cien mil coronas.
A Melissa se le desorbitaron los ojos.
—¡No puedo permitirme ese gasto! No con mi sueldo de maestra.
—Bueno, con un billete local no llegaría en verano. —El empleado tecleó algunos datos más y sonrió—. Puedo reservarle un pasaje en la nave Silver Eagle de Monopole. Es una Nave de Descenso de clase Monarch, remozada para viajes de gran lujo. La llevará a Nueva Avalon en el plazo de tiempo que ha previsto y, además, le permitirá ver lugares como Skye, Tierra, Fomalhaut y el Mundo de Mallory.
Melissa se mostraba dudosa.
—Y, con tantas paradas, ¿seguro que llegaré a tiempo?
El empleado sonrió de manera tranquilizadora.
—La compañía propietaria de la Nave de Descenso es Monopole, pero salta de estrella a estrella en Naves de Salto de otras compañías independientes. Así, Monopole tiene acceso a una flota mucho mayor de Naves de Salto de lo que una sola empresa podría soñar con reunir. Como las Naves de Salto están esperando en el interior del sistema cuando uno llega, se rebasan los puntos de recarga con rapidez. De este modo, dispondrá de tiempo para explorar esos mundos tan interesantes.
Melissa comentó:
—Suena estupendamente.
—La Silver Eagle parte dentro de dos días. ¿Eso complica las cosas?
—La verdad es que no. ¿Cuánto cuesta?
—No mucho. El billete de lujo cuesta veinte mil coronas, pero podemos conseguirle un camarote privado por ocho mil quinientas.
—¡Espléndido! —dijo Melissa, palmoteando de alegría.
El empleado asintió mientras los datos de Joana Barker volvían a aparecer en pantalla.
—Pase a recoger sus billetes en el espaciopuerto. La Silver Eagle parte el veintiséis de abril. —El empleado pulsó la tecla «Intro» de su terminal para registrar el viaje de Joana Barker por las estrellas—. Que tenga un buen viaje.
Los datos, grabados en una intrincada sucesión de ceros y unos, se transmitieron como una exhalación por los cables de fibra óptica, llegaron al ordenador central de Tharkad y salieron hacia el ordenador de la compañía Monopole. Allí activaron un programa que cobró de inmediato la tarifa del billete de la cuenta corriente de Joana Barker —dejándole 5 000 coronas para gastos de viaje—. Asignó 850 coronas para la agencia de Viajes Estelares Meier y suministró los datos de Joana a la Sección de Ingeniería de Vuelo.
Ingeniería de Vuelo analizó los datos de Joana Barker para determinar cuáles eran sus necesidades y sus posibles causas de tensión durante el viaje. Repasó su historial médico para prever posibles problemas de salud y añadir los medicamentos adecuados al botiquín de la nave. Mientras tanto, el registro de compras en las tiendas de comestibles de su localidad y un catálogo de platos que había pedido recientemente en restaurantes fueron transmitidos a la División Culinaria. Sus preferencias sobre comida y cualquier posible tabú religioso sobre ciertos alimentos se compararon con el menú previsto. Los resultados de estos cálculos fueron añadidos al volumen de datos que iba dando forma poco a poco a los menús definitivos del viaje.
La altura, el peso, el nivel social y la edad de Joana Barker se incorporaron a la base de datos de la sección de Alojamiento. Su masa determinó si su camarote se encontraría en el centro de la Nave de Descenso o en los lados, para mantener un correcto equilibrio de la nave durante la transferencia de una Nave de Salto a otra. Dado que era relativamente joven —el ordenador creía que tenía 25 años—, fue asignada a una de las cubiertas más activas.
Sus intereses conocidos, los clubes a los que pertenecía y su educación, influían en la selección de libros de la biblioteca de la nave. Sus compañeros de mesa para las dos primeras comidas fueron escogidos con facilidad. Parecía que Joana Barker era lo bastante dulce para llevarse bien con cualquiera. Sus gustos incluso enriquecían la selección de actividades a bordo de la nave y se reservaron plazas a su nombre en aquellas actividades en que era más probable que participara.
El ordenador entrelazó de nuevo todos aquellos cabos sueltos en un perfil de personalidad de Joana Barker y envió los datos al ordenador del Cuerpo de Inteligencia Lirano. Aunque Joana Barker estaba registrada desde su nacimiento en el ordenador del CIL, la máquina sometió la información recibida a todas las búsquedas rutinarias y rigurosas precisas para discernir si era sospechosa de algún delito. Al suministrar los datos sobre su físico, el nombre de Joana Barker desapareció en un archivo ultrasecreto de posibles candidatas a ser una doble de Melissa Steiner. Sin embargo, aparte de aquello, el ordenador del CIL no le prestó mayor atención y envió el perfil a Inmigración.
El ordenador de Inmigración repasó rápidamente el historial médico y determinó que se le habían administrado todas las inoculaciones necesarias para los planetas que iba a visitar. Luego, mientras comparaban el historial con la lista de enfermedades de Skye, ocurrió algo raro. Un duplicado exacto del perfil de Joana Barker se separó y viajó a una trampa de la RAM, mientras el original seguía tranquilamente los trámites normales. Inmigración devolvió el archivo al ordenador de Monopole con todos los visados y una nota en la que se deseaba a Joana Barker un feliz viaje.
Joana Barker permaneció en su celda de la RAM durante tres horas. Entonces, una consulta electrónica liberó los datos y los transmitió a otro ordenador gigantesco, que descompuso el perfil en todos sus componentes. De manera inmediata y simultánea, un gigantesco banco de procesadores paralelos accedió a la memoria casi infinita del ordenador. Éste, aumentado por una salida oculta al sistema de la Biblioteca Real de Tharkad, verificó todos y cada uno de los bits de datos.
Todo encajaba a la perfección. Todos los registros sobre su educación confirmaban el perfil personal de Joana. Los ordenadores validaron su residencia actual. Sus historiales crediticio y médico coincidían, dato a dato, con los originales que los habían producido. Todo encajaba. Todo estaba en orden.
Aunque los pequeños detalles de su vida componían un cuadro perfecto, el nombre de Joana Barker inquietaba al ordenador. En primer lugar, comprobó aquel nombre con todas las generaciones disponibles en memoria de la familia Barker. Ni en la rama de su madre, Lucy, ni en la de su padre, Benjamín, había nadie que se llamase también Joana, aunque una Joan podía ser una posible coincidencia. Tras eliminar el vínculo más evidente, y teniendo en cuenta la información de que Joana era católica, un rápido repaso a una lista de santos sólo facilitó otra Joan.
Aún no satisfecho, el programa saltó a la lista más larga que contenía. Comparando su año de nacimiento, el 3002, con su lugar de nacimiento, Tharkad, organizó por orden de popularidad las estrellas del holovídeo y de la música de aquella época. La mayoría de semejanzas, aunque muy similares, producían unos porcentajes de probabilidad tan bajos que podían descartarse con facilidad. Aun así, Yohanna, una afamada estrella porno, se unió a ambas Joana como posible candidata.
Inasequible al desaliento, el programa examinó numerosas listas de personas famosas. Políticos y figuras del deporte no dieron ningún resultado notable. Las figuras históricas proporcionaron la misma Joan de la lista de santos.[5]Los nombres de naves y ’Mechs populares no dieron ninguna posible coincidencia.
Por fin, el programa llegó a la base de datos añadida en fechas más recientes. Devoró ansiosamente el informe completo sobre literatura de los siglos XVIII, XIX y XX y comparó el nombre de Joana Barker con una miríada de personajes. Encontró una réplica perfecta de su nombre de pila: Joana. Sin embargo, aquel personaje no tenía apellido. El programa rastreó de inmediato el árbol de información referido a la mítica Joana. Fue entonces cuando, de repente, hubo otra coincidencia.
El padre, Benjamín, y la madre, Lucy, encajaban perfectamente con el perfil de Joana Barker. El ordenador buscó los datos de Benjamín y descubrió que su apellido había sido Barker, aunque era más conocido por Sweeney Todd. A Joana, su hija, la había perdido siendo una niña; por eso no había conocido ni utilizado nunca el apellido «Barker». En las obras que habían popularizado la leyenda, la muchacha siguió siendo Joana, sólo Joana.
El programa comprobó los datos por segunda y tercera vez. La coincidencia satisfacía todos los criterios de semejanza perfecta. Aquello activó otra porción de programa, que penetró en el ordenador de Monopole. Extrajo toda la lista de pasajeros de la Silver Eagle del ordenador y se retiró sin dejar el menor indicio de haber intervenido nunca.
El ordenador agrupó toda la información, incluyendo afirmaciones sobre probabilidades y negación de posibles errores, y emitió el paquete de datos. Éste recorrió una serie de ordenadores. Una vez que la información se hubo introducido en la cadena, las máquinas borraron todo indicio de los datos. Por dos veces, la información hubo de ser trasladada físicamente de una máquina a otra antes de que pudiera proseguir su viaje.
Por último, el informe apareció en una pantalla de un escritorio. Se detenía al final de cada página para que el lector pudiera leerla con calma. Luego, cuando el lector pulsaba un botón, se materializaba una nueva página de texto entera. El resumen, de sólo tres páginas de longitud, contenía toda la información pertinente que iba a necesitar el lector.
El duque Aldo Lestrade se arrellanó en su silla. Sonrió fríamente y se lamió los labios.
—Así que la heredera del Arcontado sí va a salir de la Mancomunidad. Si la raptaran de un planeta de Davion, esta absurda alianza llegaría a su fin.
Sonrió para sus adentros. Picoteó el teclado con la mano derecha para imprimir la lista de pasajeros y el itinerario del documento. Luego puso en clave los datos usando un programa de criptografía. Volvió a agruparlos y los envió desde Tharkad a Enrico Lestrade, en Solaris.
Por último, el duque Lestrade extrajo el archivo del buffer del ordenador.
—Bon voyage, Melissa Steiner. No te olvides de escribirnos.
Andrew Redburn extendió el brazo sobre la mesa, iluminada con velas, y cogió de la mano a Misha Auburn. Ella le sonrió y él le devolvió la sonrisa, pero no dijo nada hasta que el criado hubo acabado de meter los platos en un carro y salido de la suite.
—Gracias por cenar esta noche conmigo.
Misha le apretó la mano con fuerza.
—Gracias a ti por organizar esta cena. Todo ha sido perfecto.
Se levantó sin soltarle la mano y condujo a Andrew al sofá.
—Yo… —dijeron a la vez cuando se acomodaron entre los cojines. Ambos jóvenes se callaron con el rostro demudado y, de repente, se echaron a reír. Andrew hizo un gesto de ánimo a Misha, pero ésta lo invitó a hablar.
—Tú primero, Andrew.
Andrew titubeó y sonrió tímidamente.
—Ya debes de saber lo feliz que he sido en tu compañía. Tanto, que ni siquiera pensaba en marcharme. Mañana estaré ocupado todo el día, haciendo preparativos, acudiendo a reuniones y asistiendo a otra maldita recepción por la noche. —Bajó bruscamente el volumen de su voz—. Mas no quiero marcharme sin decirte lo que siento.
Misha sonrió y le acarició la mejilla.
—Yo también he sido muy feliz el tiempo que hemos estado juntos.
Bajó la mano para apoyarla sobre la de Andrew. Él parecía triste.
—Me siento tan bien contigo que no quiero marcharme. Pero no tengo alternativa. Sé que no me gusta estar en Kittery, que se encuentra a doscientos años luz de distancia de ti.
Misha se rio.
—A 241,24 años luz de aquí. —Miró sus manos entrelazadas y luego otra vez a él—. Lo consulté cuando averigüé que te ibas en la Silver Eagle.
Andrew la abrazó y se besaron con idéntica pasión. Luego, ella apartó el rostro y se aferró con fuerza a él.
—Sé cómo te sientes, Andrew Redburn, porque yo siento lo mismo —susurró—. Pero todo lo que podemos hacer es disfrutar lo que tenemos ahora… que todavía podemos.