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Solaris VII (El Mundo del Juego)

Rahneshire, Mancomunidad de Lira

20 de marzo de 3027

Desde el andamiaje, Fuh Teng indicó a Justin Xiang con el pulgar hacia arriba que todo iba bien. Segundos después, salió del interior del brazo derecho del enorme ’Mech, se quitó las gafas protectoras y cerró de golpe el panel de la coraza. Vio la sonrisa que iluminaba el rostro de Teng y su reflejo en el de Justin, y soltó una carcajada.

—No tendremos piedad con el protegido de Capet, Justin Xiang.

Justin vio que el Tech fruncía el entrecejo repentinamente, como si hubiese visto algo que no le gustara nada. Silbó con fuerza, dispuesto a expulsar a cualquier visitante, pero su ira se desvaneció tan deprisa como había nacido. La condesa Kym Sorenson, vestida con un mono de cuero azul sujeto a la cintura con un cinturón de plata, estaba sonriéndole. Se coló entre los brazos extendidos de Justin y lo besó.

—Quiero que vuelvas en una sola pieza, cariño —le susurró.

Justin la abrazó con fuerza y aspiró el perfume almizclado que se había puesto.

—No querría estar en ningún otro sitio, amor mío —murmuró.

Entre el velo rubio de sus cabellos pudo a ver a Gray Noton examinando el Mech que se alzaba por encima de todos ellos. Justin rodeó la cintura de Kym con el brazo derecho y se volvió hacia Noton.

—¿Qué te parece, Gray?

Noton entornó los ojos y paseó la mirada por el MecaRobot de arriba abajo.

—El Centurión no es un ’Mech muy apreciado en Solaris. Espero que te haya resultado barato.

Justin soltó un bufido.

—Bastante barato —dijo, y sonrió a Kym—. Fue sólo un préstamo, ¿comprendes?

Ella enarcó una ceja.

—Supongo que no pensarás que yo doy dinero a los hombres con los que vivo. Espero alguna clase de compensación…

Noton señaló el brazo derecho del Centurión.

—Veo que has aumentado la protección en el brazo derecho, pero parece como si se la hubieras quitado al izquierdo. Tienes que ser consciente de que los MCA que lleva el Centurión en el pectoral izquierdo no van a serte muy útiles en la Fábrica.

Justin asintió. La arena de Marik había sido erigida en un solar ocupado anteriormente por una factoría abandonada, en la que habían empleado ’Mechs para transportar piezas. La estructura estaba construida a escala de los ’Mechs, del mismo modo en que un edificio normal es levantado a escala humana. Los partidarios de Marik del área montenegrina de Ciudad Solaris habían comprado la fábrica y la habían salpicado de millares de cámaras de control remoto. Con el público instalado cómodamente en otro edificio, los ’Mechs podían pasearse por la estructura abandonada y atacarse a traición en una peligrosa réplica a múltiples niveles del juego del escondite.

Noton miró a los ojos de Justin.

—Tengo entendido que el combate ha sido amañado.

Justin asintió con expresión severa.

—Parece ser que hice perder mucho dinero a ciertas personas hace un mes, cuando ocupé la plaza de Fuh Teng y vencí. Algunos tipos influyentes me han hecho saber que esta noche debo perder con Peter Armstrong. Supongo que Armstrong es el mejor combatiente de Capet en el Peso Medio.

Noton se encogió de hombros.

—Es probable, aunque Wolfson será mejor cuando adquiera más experiencia. ¿Te negaste al arreglo?

Justin agitó en el aire su mano de acero y exclamó:

—¡Nunca jamás me doblegaré ante nadie que haya jurado alianza con Hanse Davion o la Federación de Soles!

Kym se estremeció ligeramente y Justin la abrazó un poco más fuerte.

—¿Así que nunca aceptarás un combate amañado? —preguntó Noton, sonriendo.

Los ojos de Justin casi se cerraron mientras meneaba la cabeza.

—Nunca apuestes en contra mía, Gray. No importa lo que digan tus fuentes de información. Yo ganaré siempre.

Kym agarró el rostro de Justin y lo obligó a volverse hacia ella. Le dio un beso largo e intenso, rodeándole el cuello con los brazos y apretando su cuerpo contra el de su amante.

—Gana por mí, Justin.

—Será un placer.

Kym se apartó de Justin y pasó un brazo por el pliegue del codo de Noton.

—Después de tu victoria, Gray y yo tenemos una sorpresa para ti.

Justin sonrió.

—¿Ah, sí?

Noton se echó a reír.

—Si ganas, te facilitaré la entrada a Valhalla… —le prometió.

Justin hizo una señal al controlador de la arena, indicándole que estaba listo. Las puertas del enorme ascensor se abrieron como fauces y Justin sintió cómo la cámara enfocaba a su Centurión. La voz del presentador retumbó en su cerebro.

—¡Y aquí, señoras y caballeros, tienen al retador: Justin Xiang y su Centurión, el Yen-lo-wang! Lo ha bautizado con el nombre del dios chino de la guerra y rey de los Nueve Infiernos. Es un nombre muy apropiado, porque allí ha enviado Xiang a los tres enemigos a los que se ha enfrentado este mes en Solaris VIL Éste es el primer combate en el que no pilota el Vindicator que es propiedad de su socio, Fuh Teng. Peter Armstrong y su Griffin, el Ares, tendrán muchas dificultades si quieren erigirse en vencedores. ¡Bienvenidos a la edición del veinte de marzo de «Noche en la arena»! Les habla…

Justin pulsó un botón para cortar el sonido. Mientras aguardaba, el sudor empezó a correrle por las sienes. En cuanto se encendió la luz verde en su consola de control, ya pudo entrar en el interior sumido en las sombras de la Fábrica. Sonrió, porque sabía que el combate, retransmitido «en directo», en realidad iba a comenzar diez minutos antes que la transmisión por los sistemas de holovisión de pago de Ciudad Solaris. El retraso servía para que los productores dispusieran de tiempo para cortar los fragmentos más aburridos del enfrentamiento o intercalar anuncios sin dejar escapar ni un segundo de acción.

Con el piloto verde encendido, Justin hizo avanzar pesadamente su Centurión, exactamente lo mismo que sabía que debía de estar haciendo también su adversario. Pulsó varios botones de la consola de mandos y apareció la silueta del Griffin en tonalidades rojas y doradas. Conoce a tu enemigo como a ti mismo.

Justin escrutó la pantalla y repasó los puntos fuertes y débiles de su contrincante. El Griffin de Armstrong llevaba unos MCA que eran lanzados desde unas rampas situadas en su hombro derecho. El CPP de la mano derecha podría causarme problemas. Justin leyó también que el Griffin llevaba más armadura que el Centurión. Aquello explicaba en parte la ventaja de peso de cinco toneladas. El Griffin, considerado como un buen luchador a distancia en el campo de batalla, era un enemigo formidable.

Justin conmutó la modalidad del rastreador principal de su 'Mech, de detección de anomalías magnéticas a infrarrojos, a causa de los fragmentos de metal diseminados por toda la Fábrica. En la modalidad de detección por calor, el rastreador mostraba todos los objetos en fríos colores azules y verdes, salvo el área por la que había pasado su Centurión. Allí, el rastro de calor brillaba con luz roja y amarilla, pero se disipó enseguida.

¿Cómo valorará Armstrong al Centurión?, se preguntó Justin, entornando los ojos y superando una barricada de vigas retorcidas y hormigón armado ennegrecido por el fuego. Se acordará de que el cañón automático Luxor del brazo derecho suele atascarse. No tratará de acercarse con sigilo por la espalda, pues uno de mis dos láseres medios cubre mi flanco trasero. Sabemos que ambos llevamos MCA, así que probablemente tiene previsto un duelo a larga distancia. —Justin sonrió para sus adentros—. De hecho, seguramente se mantendrá a distancia y confiará en que mi cañón automático se atasque

Justin se abrió paso con el Centurión entre la escoria como un niño en una chatarrería. Mediante el cable que colgaba de su muñeca izquierda controlaba la enorme mano zurda del ’Mech. Cerraba sus dedos alrededor de pequeños bloques de hormigón y los apartaba de su camino. Sin preocuparse por las cámaras, se hizo un poco de espacio a su alrededor y puso la máquina en cuclillas.

Justin esperó a que se encendiese la luz verde del director en su tablero de mandos. Repasó para sus adentros el informe de producción previo al encuentro. Si ambos combatientes optaban por emboscarse mutuamente, lo que haría que el duelo resultara aburrido, el productor haría parpadear la luz tres veces. Aquello significaba que ambos MechWarriors tendrían que moverse; de lo contrario, la productora retiraría la cantidad de royalties que se había comprometido a pagar a los combatientes por la retransmisión del duelo. Justin esperó, pero la luz no se encendía nunca.

No creo que Armstrong se arriesgue a intentar una emboscada. ¿Acaso no soy el traidor capelense que ha derrotado a Wolfson y matado a otros dos ex compatriotas de la Federación de Soles? Los medios de comunicación ya comentan el anterior encuentro entre Philip Capet y yo, y sugieren que ninguno de los federatas de Solaris será capaz de vencerme, excepto el propio Capet. —Justin cerró los ojos para que las gotas de sudor no entraran en ellos—. Estúpidos. ¡Grandísimos estúpidos!

Se lamió los labios, notando el sabor salado del sudor, mientras se maravillaba de que la Compañía de Emisoras de Tharkad (CET) controlase los combates y la presentación. Como le había dicho un representante de ella, tres o cuatro Naves de Salto de la compañía recibirían la retransmisión un par de minutos antes de que el público la viera. Entonces saltarían para empezar la distribución de las cintas por casi toda la Esfera Interior. La CET había montado unos estudios de producción en sus Naves de Descenso, para poder revisar la grabación y añadir algunos comentarios antes de que las cintas fueran enviadas a la compañía de emisoras de cada planeta.

Según el hombre de la CET, el combate se habría visto al cabo de un mes en todos los planetas de Steiner y la mitad de los de Davion, Marik y Liao. Justin se echó a reír al recordar que el hombre le había asegurado que invadirían el mercado kuritano muy pronto. ¡Claro! ¡Y Takashi Kurita duerme abrazado a un osito de peluche!, pensó.

Justin levantó la mirada y ajustó su rastreador, que mostraba unos tenues rectángulos azules que se hundían en el hormigón armado por encima de él. Los deflectores de sonidos y vibraciones colocados entre los pisos acallan sus ruidos, pero no retienen el calor. Miró a su derecha, allí donde la rampa del nivel superior bajaba hasta donde él se encontraba. No vio nada, salvo un breve parpadeo amarillo.

Ya me imagino al presentador. Una música marcial de fondo sube poco a poco para aumentar la tensión. «¿Podrá caer en una emboscada capelense nuestro campeón y luchador escogido por Philip Capet para el Peso Medio, Peter Armstrong?»

Justin alargó la mano derecha y agarró con fuerza la palanca de mandos montada en el brazo de la silla de mando. El botón rojo de la parte superior disparaba el cañón automático, mientras que el gatillo situado bajo el dedo índice activaría el láser medio delantero. Justin tragó saliva y, de repente, notó que tenía la boca seca.

La dorada retícula que podía verse en su pantalla oscilaba en el extremo derecho de su visión delantera. Aunque los sensores y el neurocasco le proporcionaban una visión de 360°, unas líneas casi indetectables dividían el círculo en secciones que se correspondían con sus arcos de disparo. Si intentaba acertar a un blanco situado fuera del arco del arma, la retícula bajaba casi por completo de intensidad.

¿Espero hasta que me haya rebasado y le disparo luego por la espalda? ¿O lo ataco de frente, dándole una oportunidad? Eso sería lo honorable. —Justin entornó los ojos—. Ése hombre pertenece a Casa Davion. No se merece que se lo trate con honor.

Muy despacio, con un sigilo que resultaba ridículo en una máquina tan voluminosa, el Griffin quedó a la vista. De aspecto humanoide y con dos manos totalmente manipulables, parecía un soldado ataviado con un abultado traje espacial. El CPP, semejante a una pistola, reposaba en su mano derecha. Las toberas de lanzamiento de los MLA, montadas sobre el hombro derecho, se elevaban y descendían bruscamente cada vez que Armstrong creía ver un posible blanco frente a él.

Justin se echó a reír. ¡Aquélla era la primera vez que veía a un ’Mech pavoneándose! Conectó sus altavoces exteriores.

—¡Esto se ha acabado antes de comenzar, Armstrong!

Justin puso de pie al Centurion y orientó la boca del cañón automático hacia el Griffin.

—Haz tu mejor disparo, perro amarillo —dijo Armstrong, abriendo los brazos del Griffin. En un gesto pensado para las cámaras, Armstrong hizo que el ’Mech meneara la cabeza, como si sintiera lástima—. Tendrás una muerte rápida, Xiang.

El pulgar de Justin oprimió el botón de disparo. El Cañón Automático Pontiac/20, por el que había sacrificado sus MLA y que había instalado en lugar del Luxor, vomitó una nube de proyectiles. Llovieron como langostas metálicas sobre la parte delantera del Griffin y lo desposaron de la coraza. Una lluvia de metal y cerámica salpicó sus patas al sufrir el impacto del láser medio del Centurión. Cuando el láser fundió algunos de los protectores de los motores, una nube de calor ambarino cubrió la sección central de la máquina de Armstrong. Ésta también se estremeció; Justin confió en que aquello fuera una señal de que el giróscopo también había resultado dañado.

Armstrong, mareado, disparó todas sus armas. Una llamarada brotó de cada tobera cuando cada MCA emprendió el vuelo. Seis de ellos impactaron en el costado derecho del Centurión y le destrozaron parte de la coraza. Los cohetes errantes detonaron detrás del Centurión, y las terribles explosiones diseminaron fragmentos de metal y reventaron bloques de hormigón.

Armstrong apuntó entonces al pecho del Centurión con su CPP. Las bobinas de carga se pusieron candentes por un segundo, el tiempo suficiente para que Justin conmutara los rastreadores de detección de calor a visual antes de que el fogonazo quemara los sensores. El rayo artificial restalló hacia el Centurión, pero Armstrong se había precipitado al disparar y, pasando por encima del ’Mech, impacto en una viga y la redujo a una masa amorfa.

Justin reorientó el cañón automático y acarició el botón de disparo con el pulgar. El Centurión tembló violentamente cuando el cañón automático vomito otro vendaval de escoria metálica contra el Griffin. El enjambre de proyectiles se abalanzó sobre el brazo derecho del ’Mech y rebanó la coraza como si fuera la piel de una naranja. Se rompieron filamentos de fibras de miómero de la mano del ’Mech y las bobinas del CPP explotaron en una llamarada de fuego argénteo. El arma, calcinada, cayó al suelo.

El láser de Justin perforó el corazón del Griffin. El fuego se propagó por el pecho del ’Mech mientras saltaban por los aires fragmentos de circuitos impresos fundidos y rotos. El ’Mech se tambaleó y retrocedió a trompicones, pero Armstrong pugnó por recuperar el control. El Griffin echó atrás el brazo izquierdo y recobró el equilibrio mientras las llamaradas brotaban de su torso como un géiser.

Justin aguardó a que se abriera la escotilla y Armstrong saltara expulsado de la carlinga. ¡El 'Mech esta acabado! ¡Las protecciones del motor están destrozadas! ¡Sal de ahí! Vio que las toberas de los MLA del Griffin giraban hacia su Centurión, pero volvieron a su posición anterior: el ’Mech había quedado sin control. Brotó una andanada completa de MLA, pero, en vez de volar hacia Justin, se dirigieron al techo del local.

La negra plancha facial del Griffin explotó hacia afuera. Las llamas se elevaron como si el Griffin fuera un monstruo que respirase fuego. Las toberas de MLA volvieron a disparar ciegamente al techo. Grandes bloques de escombros y hormigón se precipitaron sobre el ’Mech. No pudo mantener el equilibrio por más tiempo y se desplomó como si le hubieran segado las patas. Quedó inclinado hacia atrás, patéticamente, contra la pared de hormigón de la Fábrica.

Justin hizo un gesto dubitativo. De no ser por las llamas que ardían en el pecho y la cabeza, el ’Mech habría parecido un hombre que dormía en paz, apoyado contra el muro. Justin apretó la mano izquierda del Centurión. Tal vez, algún día, yo también conozca esa paz.