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Northwind
Marca Draconis, Federación de Soles
5 de junio de 3027
Quintus Allard manifestó su desacuerdo mientras Dan sacaba el brazo izquierdo del cabestrillo.
—No me parece que sea una buena idea, Dan.
Dan rechinó los dientes a causa del agudo dolor que le laceraba el hombro. Luego miró fijamente a su padre y le mostró una abierta sonrisa.
—Padre, sólo me he fracturado la clavícula. Casi se ha curado. —Levantó la diestra hasta el electrodo con aspecto de araña que llevaba debajo del hombro izquierdo, en la clavícula—. Ésta pequeña piedra preciosa del ICNA duele más que la fractura.
—Sí, pero las corrientes eléctricas aceleran la unión de los huesos. —Quintus recogió la chaqueta de Dan que sostenía el mayordomo y le indicó a éste que saliera. Se colocó detrás de su hijo y sostuvo en alto la chaqueta para que pudiese ajustársela—. El plan del coronel Kell funcionó de manera admirable.
Dan asintió y dejó que su padre le deslizara el lado izquierdo de la derecha sobre el brazo.
—Sí. Patrick comprendió que no podía estar seguro de que los pasajeros hubieran conseguido llegar a la Cu, pero también sabía que los kuritanos no saldrían nunca de la base a menos que creyeran que su víctima había huido. Patrick sólo nos contó a los que estábamos dentro de la montaña que los pasajeros iban a subir a la Mac y ser llevados a la Cu. Como se suponía que estábamos ganando tiempo para ellos, la hora que nos concedió el comandante draconiano fue algo así como una bendición.
Quintus acomodó la roja chaqueta sobre los hombros de Dan y lo ayudó a abrocharse los botones.
—Pero Kell también se negó a confiar las vidas de los pasajeros a una Nave de Salto que iba a hacer su segundo salto «caliente» consecutivo. Dijo a Lang y a Baker que escondieran a los pasajeros en algún lugar del interior de la base, mientras la Mac hacía una pantomima de rescate.
Dan asintió e hizo una mueca de dolor cuando su padre le abrochó el estrecho cuello de la chaqueta de gala.
—Patrick saltó de la Mac con el Victor sobre el hangar cuando se agotó el tiempo concedido por los kuritanos. Les dijo que los pasajeros ya estaban lejos y a salvo. También les dijo que estábamos allí para cortarles la retirada.
Quintus ayudó a Dan a ceñirse la inusual pechera de la chaqueta. En ella se había cosido una tela negra, recortada como la figura de la cabeza de un lobo, motivo principal del emblema de los Demonios de Kell. Las puntiagudas orejas del animal llegaban hasta los hombros y el morro se hallaba a la altura del cinturón. Sus llameantes ojos de color escarlata hacían juego con el color del resto de la chaqueta. El galón negro invertido, colocado sobre un triángulo de tono rojo sangre en el cuello de la chaqueta, reproducía la insignia de Hauptmann de Lira, aunque los Demonios de Kell daban a aquel rango el nombre de capitán.
—Patrick siguió disparando y destruyendo Panthers mientras lo atacaba el Warhammer —prosiguió Dan, bajando la voz al pasar penosamente un brazalete negro más arriba del codo izquierdo—. Quería reducir drásticamente las fuerzas de Kurita, para que pudiésemos acabar con el resto después de su muerte. Atrajo al Warhammer hacia sí y, al hacerlo, nos salvó a todos los demás.
Quintus se apartó para examinar mejor el uniforme de su hijo y asintió satisfecho.
—Tienes un buen aspecto.
—Gracias. No soy recibido por el Príncipe todos los días.
—Desde luego que no. —Quintus meditó unos instantes—. Dan, ¿estás seguro de que el piloto del Warhammer era Yorinaga Kurita?
Dan sonrió.
—Ésa pregunta y otras sobre el nombre de la unidad, han sido las favoritas de tus agentes, padre.
El ministro asintió con gesto solemne.
—No tenemos constancia de ninguna unidad kuritana conocida como Genyosha. En cuanto a Yorinaga Kurita, las últimas noticias eran que se había retirado a un monasterio zen de Eco Cinco.
Dan se encogió de hombros. Hizo una mueca de dolor.
—Hace once años vi cómo Yorinaga acosaba a Morgan. Me acordaría de sus movimientos por mucho tiempo que pasara. Sólo lamento que «Gato» lo viera salir expulsado de su máquina después de que mi Valkyrie chocase contra ella.
—No deberías —respondió Quintus—. Todos nuestros informes indican que, al salir expulsado, el comandante táctico, Sho-sa Niiro, se dejó llevar por el pánico y dio la orden de retirada que Patrick le había hecho creer que tenían cortada.
Dan se quitó un hilo blanco de los pantalones.
—La Cu saltó hasta Northwind cuando llego la Mac. La amenaza de nuestros cazas mantuvo a raya a las Naves de Descenso de Kurita, que optaron por volver a sus Naves de Salto. Cargamos el resto del equipo y a los refugiados en la Silver Eagle y utilizamos la Bifrost para llegar a Northwind.
El mayordomo llamó suavemente a la puerta y la entreabrió.
—Perdónenme, conde Quintus… y señor Daniel…, pero el Príncipe requiere su presencia en su despacho antes de la ceremonia.
Quintus condujo a su hijo por los corredores del edificio de gobierno que Hanse Davion había convertido en su cuartel general en Northwind.
—El Príncipe reunió a su equipo y nos trajo a todos aquí, a Northwind, en cuanto llegó el primer mensaje de Vandermeer a Nueva Avalon. Tu madre y tu hermana Riva llegarán en el próximo vuelo desde la capital.
—No es necesario que… —empezó Dan.
Quintus le guiñó un ojo a su hijo.
—A decir verdad, creo que vienen tanto para conocer a la pasajera que rescataste, como para cerciorarse de que saliste de aquella batalla de una pieza.
Los dos guardias de la DCE que custodiaban la puerta del despacho se pusieron firmes. Quintus los saludó con un gesto y entró delante de su hijo en la habitación que el príncipe Davion había designado para montar en ella su improvisada oficina en Northwind. Las blanqueadas paredes marcaban un fuerte contraste con las columnas de madera que soportaban el techo.
Hanse Davion se levantó de detrás de un escritorio de madera inacabado.
—Bienvenidos, Quintus y Daniel. ¿Deseáis tomar algo?
Antes de que pudiesen responder a la invitación, el Príncipe se había colocado detrás de donde estaba sentada Melissa, envuelta en un manto gris plateado, hecho de pieles de zorro de las nieves de aquel planeta. Vertió un licor de color amatista en dos copas de cristal, que entregó a Quintus. Éste, a su vez, pasó una a su hijo.
Dan lanzó una fugaz mirada a «Gato» Wilson. Vestido con su uniforme de gala, «Gato» parecía intranquilo por primera vez desde que Dan lo conocía. Sostenía con cautela la copa de vino, como si la copa fuese a saltar en pedazos en cualquier momento.
Más allá, Salome cruzó su mirada con la de Dan y ambos se sonrieron al ver la aparente incomodidad de «Gato». El uniforme de Salome sólo difería en los galones del cuello y el corte de los pantalones. Mientras que los de Dan iban embutidos en las cañas de las botas de caballería, las perneras de Salome colgaban sueltas justo debajo de las rodillas. Como Dan y «Gato», llevaba un brazalete negro en la manga izquierda.
Sentados entre los Demonios de Kell y el escritorio del Príncipe, Andrew Redburn y Clovis Holstein se volvieron para saludar a Dan. Éste advirtió que Andrew parecía casi tan incómodo como «Gato». También se fijó en que, en la hombrera derecha de su dorado Chaleco del Sol, lucía una estrecha banda blanca sobre la base. Dan sonrió. Realmente, ese hombre se merecía un ascenso. Capitán Redburn… Suena bien.
Cuando Clovis dejó suavemente la copa de vino sobre la mesa, entre él y Redburn, Dan pensó que el traje que le habían dado se parecía mucho al uniforme de la Brigada Real. Perfectamente cortado para su diminuto cuerpo, aquel uniforme militar daba a Clovis un aire de nobleza.
El Príncipe se sentó tras el escritorio y se dirigió a los presentes.
—Como saben, dentro de unos minutos premiaré a los Demonios de Kell y a los demás defensores que repelieron a las fuerzas de Kurita en Styx. Hablaré sobre cómo protegieron una Nave de Descenso secuestrada e hicieron retroceder a fuerzas superiores. Recordaré a aquellos que dieron sus vidas: el capitán Von Breunig, Diane McWiliams, Bethany Connor y Mary Lasker, y haré una mención especial del supremo sacrificio realizado por Patrick Kell.
El Príncipe calló y miró a Melissa. Fue a colocarse detrás de ella y apoyó las manos sobre sus hombros. Ella levantó la mano izquierda para tocar la suya, pero con la mano derecha hubo de enjugarse las lágrimas.
Un nudo se cerró en la garganta de Dan. Patrick se habría sentido feliz de verlos juntos. Me alegro de que se lo dijera.
El príncipe levantó la mirada.
—Ya he hablado con los demás miembros de los Demonios de Kell y con los supervivientes de Heimdall que saben que Melissa viajaba en la Silver Eagle. Por otra parte, Quintus Allard ha ordenado a sus agentes de la DCE que difundan el rumor de que la Silver Eagle transportaba a una importante autoridad lirana que viajaba en secreto a Nueva Avalon para recibir tratamiento médico en el ICNA.
El Príncipe titubeó, aparentemente inseguro por unos instantes.
—Les he pedido a ustedes cinco que vengan, porque estuvieron presentes cuando Melissa contó nuestro compromiso a Patrick Kell. —Sonrió a Melissa y le dio un cariñoso apretón en los hombros—. No lamento que lo hiciera, pues quizá la noticia le proporcionó alegría en la hora de su muerte.
«Gato» levantó su copa.
—Por Patrick Kell, y por los sueños por los que dio su vida.
Todos los presentes asintieron en silencio y bebieron.
Hanse estaba escrutando todos los rostros.
—Naturalmente, todos ustedes se dan cuenta de que ni una palabra ni un rumor de este enlace deben hacerse públicos todavía. Si se divulgase la noticia, reinaría el caos. Ninguno de nuestros dos reinos está preparado aún para semejante revelación. Aquéllos que critican la alianza en la Federación de Soles y en la Mancomunidad de Lira intentarían enconar los ánimos.
Melissa se inclinó hacia adelante y dijo:
—Las consecuencias de la divulgación de nuestro compromiso serían aún peores. Kurita y Marik se sentirían atrapados entre dos fuegos. Nuestros enemigos se unirían y eso crearía serios problemas para la estabilidad de los Estados Sucesores.
Salome tomó la palabra.
—Hablo en nombre de los Demonios de Kell, Altezas, al afirmar que nuestros labios han quedado sellados por la sangre de nuestros camaradas caídos. Si traicionásemos ese secreto, traicionaríamos también el sacrificio que ellos realizaron.
Clovis también se mostró de acuerdo con sus palabras.
—No revelaré esta información a nadie, sea de Heimdall o no. Ni siquiera mi madre lo sabrá de mis labios —bajó la mirada y añadió en un tenso susurro—. Y jamás mi padre.
El príncipe Hanse asintió con solemnidad.
—El capitán Redburn ya me ha prestado juramento y, en nombre de Melissa, ha sido debidamente recompensado por sus esfuerzos. —El Príncipe señaló con un rápido movimiento de cabeza a Clovis y sonrió—. Clovis también ha conseguido una recompensa. El y sus compañeros han sido perdonados por el secuestro. Les hemos ofrecido cualquier tratamiento médico que pudiesen requerir y estarán bien atendidos en Northwind hasta que puedan regresar a la Mancomunidad de Lira.
El Príncipe miró a los tres mercenarios.
—De tener la ocasión, de buena gana concedería títulos y tierras a los Demonios de Kell. Los convertiría en héroes de la Federación de Soles. Cuando llegue el día en que todo esto pueda ser hecho público, los admitiré en la Orden de Davion. Ya he creado el galón de Matador de Dragones para la unidad de los Demonios de Kell. También he preparado un documento que será dado a conocer durante la boda por el que se concederá a todos sus camaradas muertos, a título postumo, la Medalla Excalibur, y ordenaré que se les erija un monumento en Nueva Avalon.
Calló por unos segundos antes de continuar.
—Pero ¿qué puedo hacer ahora por ustedes? Sé que las medallas y los títulos no significan nada cuando se ha perdido a unos compañeros. ¿Cómo puedo premiar su valor?
Dan carraspeó y dio un paso adelante.
—Voy a hablar en mi propio nombre. Lo que yo hice fue una acción insensata y desesperada, pero ahora se considera valerosa por su resultado final. Hice lo que creí que debía hacer y, pese a ello, no salvé a Patrick. Él…, bueno…, sabía exactamente lo que estaba haciendo. Siguió matando Panthers para que los demás pudiésemos sobrevivir. Tentó a los kuritanos a atacar al Victor para salvarnos. Desde el momento en que elaboró aquel plan, sabía que no saldría vivo de allí. Pero confiaba en que Melissa y algunos de los demás sí lo conseguiríamos. Eso sí es valor y coraje.
Dan abrió las manos e hizo una mueca cuando sintió un restallido de dolor en el hombro.
—Para mí, la mejor recompensa sería algo que mantuviera viva la memoria de Patrick. No me refiero a una estatua ni a una medalla. —Tragó saliva para aliviar el nudo que le cerraba la garganta—. Quizás una beca… Una que diera a los futuros MechWarriors la misma clase de «corazón» que tenía Patrick, y la oportunidad de recibir el adiestramiento que no estaría a su alcance de otro modo. Eso sería un premio suficiente para mí.
Dan sintió la mano de «Gato» sobre su hombro.
—Estoy de acuerdo con el capitán Allard, Alteza.
Salome asintió, de acuerdo con ellos. El Príncipe sonrió con alegría.
—Así se hará.
Melissa volvió a inclinarse hacia adelante con vehemencia.
—Se hará aquí y en la Mancomunidad de Lira —dijo—. Patrick Kell no será olvidado.