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Fomalhaut
Marca Draconis, Federación de Soles
11 de mayo de 3027
William Pfister, capitán de la Nave de Salto Meridian, tembló con toda la ira que podía contener su orondo cuerpo.
—¡Dios mío, Danica! —exclamó—. Si esto es cierto, ¡será un desastre!
Danica Holstein asintió, comprensiva, y se arrellanó en su sillón de piel profusamente almohadillado, frente al escritorio de Pfister.
—Por eso te he traído esto, Bill. Mi Tech jefe de propulsores K-F, Stephen Leigh, dice que realizó uno de sus primeros viajes de adiestramiento con Kevin Mori. Me dijo que el Mori de tu Meridian no es el mismo individuo, aunque afirme tener las mismas credenciales…
Pfister se encogió de hombros.
—Danica, no sé cómo darte las gracias por contarme esto. —Miró a un rincón de la habitación, donde el hijo de Danica permanecía sentado, con la espalda encorvada, frente a una consola de ordenador—. ¿Crees que podrá probarlo?
Antes de que su madre pudiera contestar, Clovis levantó una mano. El aspecto gordezuelo e infantil de aquella extremidad no se correspondía con la cabeza, de tamaño normal, ni con la profunda voz que retumbó en su garganta.
—Tranquilízale, madre. El hecho de que yo sea un enano no tiene importancia para el ordenador de Monopole. Los códigos que nos ha suministrado nuestro amigo el capitán han sido muy útiles… ¡Ajá!
—¿Qué? ¿Qué? —preguntó Pfíster, levantándose de la silla y yendo al rincón como impulsado por un resorte.
Clovis hizo girar la silla y sonrió mientras señalaba la pantalla del ordenador con la zurda.
—Aquí está, capitán. Los archivos de Monopole incluyen un aviso del CIL que dice que Mori es sospechoso de ser un agente de las FIS. Comentan que, de acuerdo al análisis del ordenador, las fotos identificativas antigua y actual no tienen las mismas medidas antropométricas en el cráneo ni en los huesos largos. Usted tiene un espía entre su tripulación.
Pfíster se agachó para leer la información. Sus cortos jadeos de asombro podían oírse por toda la estancia y sus gruesos labios temblaban al vocalizar las palabras que iba leyendo. Finalmente, se irguió.
—¡Por la Sangre de Blake! —exclamó.
Clovis se volvió de nuevo hacia el teclado y escribió otra petición de información.
—Y eso no es todo, capitán Pfíster. ¿Sabía que los sellos de su tercer tanque de helio padecen deterioro molecular? Supongo que Mori no le informó al respecto, ¿me equivoco?
Pfíster se quedó boquiabierto al ver cómo los datos iban apareciendo en pantalla.
—¿Los sellos están deteriorándose? ¡Dios mío!
Danica se incorporó y se echó sobre los hombros sus largos cabellos de tono castaño rojizo.
—Eso podría ser devastador —dijo—. Si pierdes el helio líquido, tu nave no podrá saltar.
—¿Qué puedo hacer? —gimió Pfíster, desmoralizado—. No puedo confiar en mi Tech, jefe y tengo que realizar esa operación de arrastre para Monopole el día veintiuno. He de llevar de un salto a la Silver Eagle a Errai. Si pierdo esos sellos, Monopole podría denunciar el contrato. ¡Eso sería mi ruina!
Danica sonrió y apoyó suavemente la mano derecha sobre el hombro izquierdo de Pfister.
—Cálmate, Bill. Me pondré en comunicación con la Bifrost y haré que Leigh sea transportado a tu nave. Si esos sellos pueden repararse, Leigh es el único que es capaz de hacerlo.
Pfister se recuperó de su autocompasión el tiempo suficiente para mirar con recelo a Danica.
—¿Tú harías eso mí? ¿Por qué?
Danica le mostró la mejor de sus sonrisas.
—Bill, eres demasiado suspicaz. Considéralo como una especie de seguro. Sé que, algún día, me devolverás el favor si lo necesito.
Pfister se sonrojó y asintió.
—Gracias, Danica. Y a ti también, Clovis.
El enano bajó de la silla.
—No nos dé las gracias todavía, capitán. Espere a que Leigh repare esos sellos.
Pfister miró esperanzado a Danica.
—¿Vas a traerlo de inmediato a la Meridiana Danica? —asintió solemnemente.
—Infórmale de que tiene permiso para entrar en la nave e inspeccionarla, pero procura que Mori no se entere de que está allí ni de que conoces su secreto. Yo me pondré en contacto por radio con Leigh en el mismo momento en que nuestra pequeña lanzadera abandone la órbita del planeta.
—Gracias, Control de Fomalhaut. Aquí la lanzadera Mistletoe de la Bifrost, abandonando su control en vector de retorno a nuestra nave madre. Corto.
Danica giró el control de la radio de la lanzadera a la frecuencia desmodulada que había preparado para las comunicaciones secretas.
—Mistletoe a Bifrost.
—Aquí Leigh, Danica. ¿Cómo ha ido?
Danica sonrió.
—Pfíster se lo tragó. Lleva la Hemlock a la Mendian y vuela los sellos de helio.
—¿Qué hay de Mori?
Danica guardó silencio unos segundos.
—Tal como acordamos, haz que la explosión parezca un sabotaje e implica a Mori.
—Los muertos no niegan acusaciones —retumbó hoscamente la voz de Leigh por toda la cabina de la lanzadera.
Danica asintió.
—Si tienes la oportunidad de pillarlo cuando vuele el tanque de helio, hazlo.
—Recibido. Corto.
Danica se quitó los auriculares y giró la silla para volverse hacia su hijo.
—Conseguiste que se designara a la Bifrost como transporte alternativo para la Silver Eagle mientras violentabas el ordenador de Monopole, ¿no?
Clovis asintió con gesto taciturno.
—Entretuviste a Pfíster el tiempo suficiente para poder haber reconstruido toda la estructura de la compañía.
Danica se preocupó al ver la malhumorada expresión de su hijo.
—¿Qué ocurre, Clovis? Sé que hay algo que te molesta. No puedes ocultármelo. —Entornó sus castaños ojos—. ¿Es el asesinato de Mori?
Clovis se apartó de la cara sus largos cabellos negros.
—¿Matar a un agente de las FIS? —dijo, bufando de desprecio—. ¿Crees que no sabía que, al hablarte de su relación con las FIS, estaba firmando su sentencia de muerte…? No, no es eso lo que me preocupa.
—¿Qué es entonces? —preguntó Danica.
Clovis suspiró con fuerza.
—Es toda esta misión, madre. Los trabajos por los que nos pagó Gray Noton en el pasado eran más sencillos: entregar piezas de 'Mechs a insurgentes dentro del Condominio, o pasar algunos documentos de la Federación de Soles a la Liga de Mundos Libres. Aquélla clase de trabajos no me preocupaba, pero secuestrar una Nave de Descenso para agriar las relaciones entre la Mancomunidad y la Federación de Soles… Bueno, no me parece la clase de asuntos en los que Heimdall debiera implicarse.
—No confundas las cosas, Clovis —dijo Danica con énfasis—. Éste trabajo para Gray no tiene nada que ver con Heimdall. Gray nos paga mucho dinero, que necesitamos para mantener en funcionamiento la base de Styx, por desviar una Nave de Descenso. Es un trabajo. Nada más…
Clovis cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Cómo puedes decir eso? Hablas como si pudieras separar a Heimdall de lo que tú y yo somos. Nuestra base del sistema Styx acoge a los refugiados que han huido del Condominio, por supuesto; pero está poblada en su mayor parte por otros refugiados de Heimdall que han escapado de la Mancomunidad. Nos hemos negado a aceptar otras misiones que habrían perjudicado directamente a la Mancomunidad y, sin embargo, tú aceptaste ésta. ¿Por qué, madre? ¿Por qué?
Danica dio media vuelta y contempló el amplio visor que había en el morro de la lanzadera.
—Hace setecientos años que existe Loki en la Mancomunidad. Durante la mayor parte de todo ese tiempo, ha sido como un regalo del cielo. Responde sólo ante el Arcontado y está al frente del Cuerpo de Inteligencia Lirano. Ha buscado espías y realizado operaciones que han impedido numerosos ataques de los enemigos de nuestro pueblo.
»Sin embargo, de vez en cuando, el Arconte ha lanzado a Loki contra su propio pueblo. En una de esas ocasiones, un grupo de nobles y ciudadanos leales se agruparon y fundaron Heimdall. Durante la mayor parte del tiempo trabajaban de forma pasiva y encubierta para evitar que Loki pudiese privar a los ciudadanos de la Mancomunidad de sus derechos. El ataque sobre el espaciopuerto de Poulso, hace veinte años, fue la mayor demostración pública de nuestro poder; sin embargo, únicamente los que formábamos parte de Heimdall llegamos a sospechar que teníamos algo que ver con aquel ataque.
—Todo eso ya lo sé, madre —masculló Clovis, apretando los dientes—. Por pequeño que sea, no soy ningún niño a quien se le deba, dar lecciones sobre la historia de Heimdall. Has esquivado mi pregunta.
—No estoy dándote lecciones de Historia, Clovis —contestó Danica—. Lo que pasa es que no sabes todo lo que hay que saber. Cariño, tú naciste dentro de Heimdall y has vivido en su interior toda tu vida. Yo ingresé en Heimdall cuando todavía estaba embarazada de ti… Si no me hubieran rescatado, tú y yo sólo seríamos dos bajas más en una incursión de Casa Kurita. Incluso cuando Heimdall salvó a Katrina Steiner de las maquinaciones de su tío, también nos sacó a nosotros de una situación peligrosa. Sólo he oído mencionar a la organización en susurros…, susurros siniestros. Para la mayor parte de ciudadanos de la Mancomunidad, Heimdall es una invención como San Nicolás o la santidad de ComStar. —Sonrió a su hijo y continuó—: Ésta Heimdall en la que has crecido, es una organización mucho más conocida de lo que ha sido nunca. Nuestra base es la última de una serie de centros «abiertamente» pertenecientes a Heimdall, ocultos en los rincones más olvidados del universo.
—Yo no diría que es «abiertamente» de Heimdall, madre —respondió Clovis—. Nunca lo admitimos ante los refugiados que recogemos.
—Cierto, Clovis, pero todos sabemos lo que somos. Ése es uno de los cambios producidos en Heimdall que me obliga a mirar de manera diferente cosas como este trabajo. Cuando Arthur Luvon se casó con Katrina Steiner, nos envió a todos nosotros la señal de que la respaldaba como Arcontesa y que ella se merecía que le brindáramos todo nuestro apoyo. Ella limitó las operaciones de Loki en el interior de la Mancomunidad y, mientras que aquello daba un respiro a Heimdall, también debilitaba la capacidad de Katrina de descubrir los traicioneros planes de sus enemigos internos. Heimdall ha asumido parte de esa responsabilidad, pero todavía hemos de actuar de manera sutil y encubierta para conseguir nuestros propósitos.
Clovis miró fijamente a su madre.
—Esto es lo que me confunde de ti, madre. Primero dices que debemos ser discretamente leales a la Arcontesa, y luego diriges una operación de secuestro de una nave a requerimiento de un mercenario político que sólo quiere enriquecerse. Con esa única acción vas a deteriorar las relaciones entre la Mancomunidad y la Federación de Soles: una acción que no tiene nada de la sutileza que dices preferir. ¿Cómo puedes afirmar que eres leal a la Arcontesa y, al mismo tiempo, emprender una acción que pondrá en peligro una política que Katrina Steiner apoya de forma absoluta?
Danica se volvió y miró a su hijo.
—Te felicito, Clovis. Has formulado la pregunta que he estado planteándome desde que Gray Noton nos propuso este trabajo. Si hubiera tenido la ocasión, habría pedido consejo a la persona inmediatamente superior a mí en la cadena de mando, pero no tenía tiempo. Sopesé los puntos a favor y en contra y tomé una difícil decisión. —Entrelazó las manos, se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en las rodillas—. Es verdad que este plan está patrocinado por los enemigos de la Arcontesa y que podría ser muy perjudicial para ella. Por eso decidí que Katrina no podía permitirse que nadie más emprendiera esta misión.
Clovis entornó los ojos y asintió muy despacio.
—O sea que… —dijo en tono pensativo— al aceptar esta misión, controlas cómo irá todo. Puedes decidir si entregas la Nave de Descenso a los hombres de Noton o no…
Danica se acercó a su hijo y lo abrazó.
—Exacto, Clovis. Con el trabajo que has realizado, Monopole comunicará a la Silver Eagle que han de acoplarse con nosotros. No saltaremos a Errai, como ellos esperan; ni a Sirio, como pretende Noton. Saltaremos de regreso a Styx y, desde allí, será Heimdall quien decida quién va a beneficiarse de esta situación.