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A2341CA
Distrito Militar de Dieron, Condominio Draconis
26 de mayo de 3027
Dan levantó las manos.
—¿Soy el único que piensa que todo esto es una locura? —Miró alrededor de la mesa de conferencias ovalada, pero ningún miembro del Estado Mayor de los Demonios de Kell le devolvió la mirada—. Sí, saltar al espacio de Kurita fue una maniobra brillante. Nunca se lo habrían imaginado. ¿Sabéis por qué? Porque es una barbaridad, por eso.
¿Por qué no podéis comprenderlo?, pensó.
La compuerta de acceso a la estrecha y escasamente iluminada sala de conferencias se abrió con un siseo. Patrick Kell, pálido y ojeroso, entró con paso vacilante en la sala y se sentó lentamente en una silla a la izquierda de Dan. Como Patrick no llevaba camisa, todos podían ver los enormes vendajes que le cubrían la herida del costado izquierdo. Una tenue mancha rosada en el centro de una venda indicaba que la herida todavía supuraba.
Patrick sonrió y saludó con un movimiento de cabeza al capitán Vandermeer, que estaba sentado al otro extremo de la mesa.
—Bien hecho, Janos —le dijo.
Dan se removió como si aquella alabanza fuera un pinchazo. Meneó la cabeza y Patrick Kell le palmoteo el brazo con la diestra.
—Cálmate, Dan. Nuestra locura tiene un método. —Kell hizo una mueca de dolor y levantó la mano izquierda para acallar las preguntas por su estado de salud—. Peor lo pasé cuando me afeitaban el pecho para poner estos vendajes. Gracias a Dios, los kuritanos usan espadas afiladas.
Kell miró en derredor y encaró las miradas de sus subordinados.
—Janos y yo diseñamos este plan después de que los médicos me cosieran. Las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Lo que voy a revelaros debe quedar en el más estricto secreto. —Esperó a que todos asintieran antes de proseguir—. Los hombres de Janos interceptaron mensajes de las naves de Kurita a sus fuerzas en el planeta. Cuando los atacantes que se acercaban se enteraron de la acción emprendida contra nuestra base, exigieron la confirmación de que habíamos sido destruidos. —Entornó los ojos para dar más énfasis a su expresión—. No querían conocer las posiciones de las tropas ni los cálculos estimativos de fuerzas. ¡Sólo querían saber si estábamos muertos!
—Desquite —murmuró «Gato».
Kell asintió con gesto solemne.
—Exactamente.
—Si quieren matarnos, este truco no servirá de nada —dijo O’Cieran con el entrecejo fruncido—. Seguirán nuestro rastro y nos encontrarán aquí. ¡Diablos!, estamos lo bastante cerca de Dieron para que las Lanzas de Reconocimiento barran esta y cualquier otra estrella no colonizada de esta área. —El comandante en jefe de las tropas aeromóviles señaló con la cabeza a Dan—. Dan tiene razón. Hemos esquivado láseres y bailado el vals entre disparos de CPP.
Salome Ward asintió, comprensiva.
—Necesitaremos una semana para recargar el propulsor K-F…
—Ésta es una estrella K8, no G —rectificó Dan—. Bastará con ciento noventa y nueve horas, pero no estamos en el punto de recarga óptimo y todavía no hemos desplegado el colector solar. Desplegarlo y recogerlo aumentará el plazo en cinco horas.
El comandante Fitzpatrick miró a Janos, quien asintió despacio. Fitzpatrick frunció el entrecejo y se volvió hacia Kell.
—Perdona, Patrick, pero si pasamos una semana y media aquí, sólo conseguiremos que nos maten.
—Lo sé. —Patrick se recostó en la silla y otra oleada de dolor le deformó los rasgos—. Vamos a intentar algo peligroso. Puede matarnos igual que si nos atrapan los kuritanos que nos persiguen, pero tiene un margen de éxito mayor. Janos, explícaselo, por favor.
El capitán de la Cucamulus se puso en pie y pulsó un botón para reducir la intensidad de las luces. Deslizó hacia sí mismo un panel situado al final de la mesa y lo levantó: era un teclado de ordenador. Volvió a colocar el teclado en su sitio y escribió un mandato. Un diagrama holográfico de la Cucamulus empezó a brillar sobre el centro de la mesa.
—Todos sabéis que es el propulsor Kearny-Fuchida lo que nos permite viajar tan deprisa entre las estrellas. Y también sabéis que el propulsor K-F puede trasladarnos un máximo de treinta años luz desde nuestra posición actual. Ésas unidades requieren una increíble capacidad de energía para desgarrar un agujero en el tejido espacial e impulsar la nave hacia su destino.
Janos tecleó otro mandato en el ordenador conectado con el teclado, y la imagen se alteró. Apareció un mapa, que giraba lentamente para que todos los que estaban sentados a la mesa pudiesen leerlo con facilidad.
—Como ha comentado Dan, sin duda porque tuvo que memorizar toda esa información durante su estancia en la Academia Militar de Nueva Avalon (AMNA), A2341CA es una estrella de clase K. Si estuviéramos situados en el punto de carga óptimo, sólo necesitaríamos ciento noventa y cinco horas para alimentar el propulsor. Si añadimos dos horas para desplegar y tres para recoger el colector solar, permaneceríamos aquí más de ocho días.
Dan meneó la cabeza. Ocho días si estuviésemos en la posición correcta, pero no lo estamos. —Tragó saliva, mas no dijo nada en voz alta—. No he tenido una sensación tan fatalista desde que Morgan Kell deshizo el regimiento hace once años. ¡Rayos!, la Defección fue una batalla en simulador comparada con este jaleo.
Janos sonrió, inquieto.
—El motivo de que se precise tanto tiempo para cargar un propulsor Kearny-Fuchida no radica en la cantidad de energía necesaria para llenarla de potencia. —Sus dedos revolotearon sobre las teclas y aparecieron en el aire una serie de ecuaciones—. De hecho, podríamos hacerlo en dieciséis horas.
Fitzpatrick se echó a reír.
—¡Ahora nos va a contar lo de la inducción magnética!
—No exactamente, Seamus —dijo Janos—. El propulsor K-F es un instrumento delicado. La carga debe realizarse poco a poco. Al efectuar una carga «caliente» en un motor se producen daños a nivel molecular, o eso creen los genios del ICNA.
—¿No lo saben? —preguntó Dan.
—No —respondió rápidamente Janos. Un par de personas manifestaron haber realizado una carga «caliente» de sus motores, pero nadie puede demostrarlo. Al parecer, otros intentos han acabado en rotundos fracasos.
Salome se estremeció.
—¿Qué ocurrió con las naves?
—No lo sabemos —contestó Janos, encogiéndose de hombros.
Patrick Kell se inclinó hacia adelante.
—Sin embargo, sí sabemos que es posible usar nuestro motor de sistema para cargar el propulsor K-F.
«Gato» sonrió con expresión ladina.
—Así que podemos arrancar el propulsor K-F y largarnos de aquí antes de que sea «teóricamente» posible. Los draconianos pensarán que hemos muerto en un salto erróneo.
—Eso es —confirmó Patrick.
—No me gusta —dijo Dan—. Si lo intentamos, es probable que muramos en un salto erróneo. —Se volvió hacia Janos—. ¿Qué ocurriría si el propulsor K-F se averiase? ¿Podríamos repararlo?
—Lo dudo —respondió el capitán, sentándose—. La Cucamulus tiene más de trescientos años y, si los primeros cuadernos de bitácora kuritanos son exactos, ha funcionado como la seda desde su viaje inaugural. Desde que esta nave empezó a saltar de estrella a estrella, nadie ha redescubierto qué proporciona tanta energía al propulsor K-F. Si falla, nos quedaremos aquí.
—Otra vez estás en lo cierto —asintió Patrick—. Lo que quiero es que todos pongáis a trabajar a vuestros hombres. Seamus, tus Techs y pilotos han de asegurarse de que nuestros cazas estén preparados para despegar de inmediato en situación de emergencia. Si llega una nave de Kurita, y si se han enterado de quéjanos conoce puntos de salto no estándar, los necesitaremos urgentemente. Salome, quiero que todos los 'Mechs estén totalmente operativos, así como todos los Panthers capturados que sea posible. Quiero que todos los que no dispongan de un 'Mech con capacidad de salto pasen a pilotar un Panther.
Patrick se volvió hacia el comandante de las tropas aeromóviles.
—Rick, necesito tener a tus tropas en estado de alerta. Que revisen todo su equipo, en especial lo que vayan a usar fuera de una nave.
Dan entornó los ojos.
—Parece como si esperases problemas.
—Ante todo, Dan, no quiero un montón de gente corriendo de un lado a otro y creyendo que van a morir cuando saltemos lejos de aquí —contestó Patrick, humedeciéndose los labios—. Nadie debe conocer nuestro plan de marcharnos cuanto antes. Por supuesto, algunos saben lo bastante sobre los propulsores K-F para estar preocupados, pero no quiero que una epidemia de fatalismo destroce la moral de nuestra gente. Si todos están atareados con algo, nadie tendrá tiempo para hacer conjeturas sobre nuestros planes. Todo lo que sabrán será que vamos a irnos de aquí.
Salome carraspeó.
—Me parece que no era ésa la pregunta de Dan, Patrick. ¿Habéis decidido Janos y tú adonde vamos? Y, ¿esperáis que tengamos problemas cuando lleguemos allí?
Kell asintió. Miró a Janos, pero el capitán meneó la cabeza y señaló una luz azul que parpadeaba en el teclado.
—Debo presentarme en el puente. Luego os explicaré qué es lo que sucede.
—Muy bien. —Patrick esperó a que la escotilla se cerrase detrás de Vandermeer antes de continuar—. Vamos a aparecer en un sistema que es poco más que un cinturón de asteroides. Fue la sede de una compañía minera hasta que la empresa quebró hace un año. Wayland Smith, de quien tal vez algunos os acordéis del tiempo que pasó con nosotros antes de la… Bueno, ganó mucho dinero de las autoridades kuritanas utilizando ese sistema marginal como subsidiario. Desde entonces, ciertas personas han ido allí…
Dan sonrió.
—Por la manera como dices «ciertas personas», me parece oír el eco de la palabra «Heimdall». —Dan meneó la cabeza mientras los demás oficiales asentían o sonreían. Como él había crecido en la Federación de Soles y su padre trabajaba como cazaespías, nunca había comprendido ese vinculo romántico que unía a los demás con aquel grupo proscrito—. Debí haberlo imaginado.
—Acabaremos por convertirte en un buen lirano, Dan —dijo Salome, riendo.
—Janos dice que uno de sus «puntos piratas» se encuentra cerca de la base principal, lo que nos pondría a una hora de gravedad de la base. No creo que surjan problemas, pero quiero que todo el mundo esté preparado.
Los oficiales asintieron al unísono.
—¿Cuánto tiempo necesitamos para recargar? —preguntó O’Cieran, centrando la atención de todos en Patrick.
—Janos dice que corremos un riesgo de fallo de un veintiocho por ciento si empleáramos veinticinco horas para la carga, y ya tenemos tres en el saco. —Hizo una mueca y abrió las manos—. Las probabilidades se reducen cuanto más tiempo esperemos. Si no lo hacemos, será peor.
La imagen de la cabeza y el torso de Janos sustituyó la imagen holográfica de las fórmulas y tablas.
—Patrick —dijo.
Kell pulsó el botón de un pequeño comunicador desde su lugar en la mesa.
—Adelante.
—Una nave Kurita ha llegado al punto de nadir. Ha liberado una Nave de Descenso de clase lnvader y se acerca deprisa.
—¿Tiempo estimado de llegada?
—Veintiuna horas.
Kell asintió, valorando la situación.
—Eso nos da diecinueve horas para cargar el propulsor K-F. ¿Cuáles son nuestras probabilidades en tal caso?
Janos hizo una mueca de escepticismo.
—Malas, Patrick. Muy malas.
El teniente Austin Brand se soltó del abrazo de Meg Lang. Ambos se pusieron firmes y saludaron.
—Buenas tardes, mi capitán —dijeron a coro.
Dan irguió la cabeza y su visión se aclaró. Habían estado sentados bajo un manzano del agródomo de estribor de la Cucamulus. Dan, absorto en sus pensamientos, no se había fijado en Meg ni en Brand. Sonrió al verlos juntos, pero luego arrugó el entrecejo.
—¿Por qué no estáis en la Nuada, preparando vuestros ’Mechs?
Meg sonrió.
—Ya he revisado mi Wasp y está en perfecto estado, y el Commando de Austin está en la Lugh.
Dan miró a Austin Brand con hostilidad.
—Teniente, creí haber ordenado su traslado a uno de los Panthers.
Brand asintió.
—Ya está hecho, Dan. Jackson me dio el Panther que introduje en la Nuada, de modo que sólo necesité una fracción del tiempo requerido por los demás para «grabarse». No olvides que el Panther es una máquina más sencilla que mi Commando, incluso con los retrorreactores. Mi 'Mech está guardado en los hangares de descenso de la Nuada, entre tu Val y el Wasp de Meg.
Dan asintió, distraído.
—¿Los doce hangares están llenos?
Brand asintió y contó los ’Mechs con los dedos mientras hablaba.
—Tú, Meg, Eddie y yo formamos una lanza. También están el Wolverine de la comandante Ward y el Catapult de Fitzhugh. Me Williams y Lasker han sido destinados a Panthers para completar esa lanza.
Dan arrugó la nariz con disgusto y dio media vuelta. Agarró una rama gruesa de un árbol y se volvió de nuevo hacia sus subordinados.
—Eso da solamente ocho ’Mechs para el descenso. No me gusta.
Meg miró a Austin con preocupación.
—Jackson y Jones tiene dos Panthers más en estado operativo. Bethany Connor y «Gato» están grabándose en ellos. Eso da un total de diez.
Dan levantó la mirada.
—¿Qué hay del Víctor?
—Todavía está en la Mac y grabado para el coronel Kell —respondió Austin—. De cualquier modo, nadie más podría pilotarlo.
Dan asintió.
—Bueno, volvamos a vuestros ’Mechs. Nos iremos pronto y Patrick quiere que estemos listos para descender en cuanto lleguemos.
Meg frunció el entrecejo.
—¿Zona caliente?
Dan se rio por lo bajo.
—Esto es espacio de Kurita.
—Una pregunta tonta —reconoció Meg, asintiendo con humildad.
—Sí —dijo Brand—. Bueno, yo tengo una que no lo es tanto. —Entornó los ojos—. ¿Cómo vamos a cargar tan deprisa una Nave de Salto, especialmente si el colector solar aún no ha sido desplegado?
Dan irguió la cabeza y la ira heló sus palabras.
—No piense en ello, teniente. No se le paga para pensar. Cuando ascienda a capitán, podrá pensar. Rompan filas.
Cuando se fueron sus dos subordinados, Dan apretó los dientes.
—Y cuando te pagan para pensar —murmuró para sí mismo—, preferirías no tener que hacerlo…