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Nueva Avalon
Marca Crucis, Federación de Soles
5 de mayo de 3027
Hanse Davion levantó la mirada cuando Quintus Allard entró en el despacho. El ministro miró al otro hombre presente en la habitación, titubeó y dejó un holodisco sobre una mesa.
—Perdonadme, mi Príncipe. No me había dado cuenta de que estabais ocupado.
El Príncipe se incorporó y salió de detrás de su escritorio.
—No tiene importancia. ¿Ya se conocen ustedes dos? Quintus Allard, conde de Kestrel y ministro de Inteligencia, Información y Operaciones. Éste es el barón Robere Gruizot. Ha sido enviado por el duque Michael para asegurar una coordinación de esfuerzos más estrecha entre la Marca Capelense y el resto de la Federación de Soles.
Quintus Allard tuvo que hacer un esfuerzo para sonreír al estrecharle la mano al noble de Nueva Sirtis. Hanse lo vio y lo entendió, pues era realmente duro contemplar a Gruizot. Una piel atezada o la corpulencia solían ser cuestión de herencia genética, pero la falta de higiene personal de aquel hombre bastaban para que el Príncipe llegara a desear que el conde Vitios hubiera venido en su lugar.
El barón se limpió los dientes con la mano libre de deberes sociales.
—Me alegro de conocerlo, Quintus. He oído hablar mucho de usted. Le aseguro que me administraron las vacunas contra la gripe de Kentares antes de emprender el viaje.
—Eso deduje de su archivo. —Quintus recogió el disco y se agachó ante la unidad de reproducción del Príncipe. Mientras Quintus se incorporaba lentamente después de introducir el holodisco en el aparato, Hanse pensó que parecía viejo y decrépito.
—¿Están muy mal las cosas, Quintus?
Quintus se dispuso a hablar.
—Todo empieza a desenmarañarse, mi Príncipe —dijo. Se dirigió a la silla que Hanse le ofrecía, pero la cambió de lugar para poder ver tanto el monitor de holovídeo como al Príncipe.
—Tal vez debería marcharme… —insinuó con desgana el barón.
—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó Hanse Davion—. No guardo secretos a Michael. Usted, como representante suyo, tiene derecho a la misma cortesía. Al fin y al cabo, todos somos nobles de la Federación de Soles. —El Príncipe mostró otra silla a Gruizot, en la que éste se sentó como un niño obediente—. Por favor, Quintus, continúa con tu informe.
—Permitidme que empiece desde el principio —dijo Quintus con voz cansina. A Hanse casi le pareció que se había encogido un poco—. El veinte de abril, Justin Xiang mató a Billy Wolfson en un combate de desafío. Después del combate, Justin hizo unas declaraciones. Han tardado veinte días en llegar aquí. —Quintus pulsó un botón del control remoto del holovídeo—. Agarraos bien, Alteza. No es agradable.
Justin, sudado y aún ataviado con el chaleco refrigerante, miraba directamente al frente de la pantalla del holovisor. La voz del comentarista acabó una pregunta y Justin sonrió fríamente.
—¿Que qué pienso de mis adversarios? Creo que Billy Wolfson era un espécimen típico del calibre de todos los federatas. Era un engreído imprudente que daba por sentado que era racialmente superior a un mestizo como yo. Olvidó que yo ya lo había derrotado antes con facilidad. Decía que yo le había ganado a él y a otros haciendo trampa. No podía admitir que yo era superior a él como MechWarrior y eso le ha costado la vida.
—Pero ¿qué me dice del dominio del contingente de guerreros de la Federación aquí, en especial en la Clase Abierta? —le interrumpió el locutor.
Justin bufó con desprecio.
—Sé cuál es su verdadera pregunta. Lo que quiere saber es cuál es mi opinión sobre Philip Capet. —Se echó a reír sin alegría para acallar la débil negativa del comentarista—. Bien, se lo diré. Philip Capet es el mono de imitación perfecto del príncipe Hanse Davion. Davion es un cobarde que envía a sus secuaces para que intenten lo que él no es lo bastante hombre para hacer en persona. Planifica campañas, como el desastre de Galtor, para matar a hombres valientes, y luego olvida lo que le conviene para que mueran aún más hombres por su falta de responsabilidad. Así fue como Capet mató a Billy Wolfson y a Peter Armstrong. Les enseñó lo que él cree que es ser un hombre, pero no les recordó que las reglas son distintas cuando hay que enfrentarse a mí.
—¿Qué quiere decir, Justin?
La expresión de Justin se endureció hasta semejar una máscara de granito.
—Les dijo que los hombres de verdad combaten sin disparar sus sillas de expulsión. Afirma que cualquiera que salte de su ’Mech lo hace demasiado pronto. Les enseñó eso a unos soldados jóvenes y honestos, y consiguió que los mataran en la guerra. Aquí ha predicado lo mismo a sus MechWarriors, que han muerto al tratar de responder a su idea de lo que es un hombre. Sí, Capet y su amo, Hanse Davion, son hombres cobardes que se esconden detrás de cualquiera que ejecute sus órdenes… y allá se las compongan con las consecuencias.
Quintus pulsó un botón y la pantalla se oscureció. Hanse Davion se recostó en la silla. Sus dedos unidos tapaban la expresión de su rostro, pero nada podía ocultar la furia que brillaba en sus ojos. Gruizot farfulló algunas imprecaciones sin sentido y paseó su mirada de la pantalla a Hanse.
Quintus carraspeó suavemente.
—Perdonadme, mi Príncipe. Sé que estas declaraciones son una vileza, pero no difieren mucho de las tonterías que suelen decir los MechWarriors después de un combate.
—¿Justin ya ha matado a seis pilotos? —preguntó Hanse.
—Todos de la Federación de Soles —respondió Quintus—. Naturalmente, eran escoria y es estupendo que nos hayamos librado de ellos.
Gruizot agitó un dedo y se apoyó en el borde de su silla.
—Pero eran compatriotas nuestros, Quintus.
Hanse vio que Quintus miraba a Gruizot y hacía un gesto de impaciencia.
—Me temo que el barón Gruizot tiene razón —se apresuró a intervenir—. No podemos dejar que asesinen a nuestros compatriotas sólo porque proceden de la Federación de Soles. ¿Podríamos encargar a uno de nuestros agentes que lo eliminara?
Quintus tragó saliva.
—Hay más, Alteza. Eso responderá a vuestra pregunta. —Hanse asintió y Quintus prosiguió—: Según un informe recibido de la agente que se encontraba más cercana a Justin, hemos averiguado que fue Gray Noton el piloto que lo hirió en Kittery. Ella oyó a Noton decir algo que indicaba que había estado presente en aquella batalla. Tan presente, que nuestra agente cree que Noton estaba pilotando un Rifleman en Kittery.
Hanse entornó los ojos.
—Siempre pensé que un UrbanMech era una mala elección para tender una emboscada a una compañía de Stingers…
—Totalmente de acuerdo, Alteza —confirmó Gruizot, asintiendo con énfasis.
Quintus hizo un gesto significativo al barón.
—Prosiguiendo con el informe de nuestra agente, ordené que Análisis investigara a Gray Noton. Las averiguaciones preliminares indican que se hallaba fuera de Solaris en un plazo de tiempo que le habría permitido estar en Kittery. Además, hice que comprobasen la versión de Justin de la batalla de Kittery con los combates disponibles de Noton. No sólo es un buen guerrero, sino que utilizaba un Rifleman de manera casi exclusiva. En varias ocasiones, combatió contra grupos de Stingers usando exactamente la misma táctica descrita por Justin.
—Bien, bien… —asintió Hanse—. Vamos a pedir a tu hijo que regrese. Lo perdonaré, en una gran ceremonia pública, y luego eliminaré al conde Vitios.
El barón Gruizot se horrorizó, pero Quintus Allard no le dio tiempo para hacer el menor comentario.
—Mucho me temo que Justin no volvería ni por todos los propulsores K-F de la Esfera Interior.
—¿Dice que es inocente, pero aun así no querría regresar? —preguntó, asombrado, Gruizot.
Hanse reprimió una sonrisa.
—Sí, Quintus, explícate. Ésta vez logras confundirme incluso a mí.
Quintus suspiró ruidosamente.
—Después de que nuestra agente presentara su informe sobre Noton, cayó en una emboscada. Días antes, Noton había descubierto sus actividades, pero había guardado silencio. Creo que comprendió que ella nos había informado sobre su lapsus y tuvo que librarse de ella antes de que pudiera decírselo también a Justin.
Hanse asintió.
—Noton reveló que era agente nuestra y la mató…
Gruizot sorbió por las narices.
—¡Qué lástima perder…! —empezó.
—No, Alteza, no la mataron. —Quintus sacó una nota de papel de un bolsillo—. Cuando iba a decirle a Justin lo que Noton le había hecho, Justin la hizo callar de una bofetada. —Levantó la mano izquierda y el Príncipe hizo una mueca de dolor—. El golpe le rompió la mandíbula. Uno de los hombres de Noton quería matarla, pero Justin se lo impidió y le dio el siguiente mensaje para nosotros dos: «Me habéis apartado de vosotros y, sin embargo, os empeñáis en mantener vuestro control sobre mí. No soy vuestro. No lo he sido nunca y nunca lo seré. Ahorradme vuestras mentiras, maquinaciones y falsas informaciones. Os negasteis a considerarme vuestro amigo. Ahora, sabed que soy vuestro peor enemigo».
—¡Maldito insolente! —masculló Hanse, golpeando el escritorio con la palma de la mano—. Cada vez que confiamos en poder ofrecerle nuestra amistad, él lo echa todo a perder. —Miró a su ministro—. ¿Tenemos otros agentes en ese planeta para matarlo?
Quintus titubeó. Luego contestó.
—No. Ha hecho incursiones en los tongs de Cathay. Es el campeón capelense de Solaris y son muchos los que lo protegen. Se ha mudado de la casa en la que vivía al mismo Cathay. Allí no podemos tocarlo.
Hanse gruñó de frustración.
—¿Quién será el primero al que se enfrentará?
—Quiere a Philip Capet —dijo Quintus—, pero Capet podría no aceptar el desafío. Capet combate en la Clase Abierta, pero el Centurión modificado de Justin es demasiado pequeño para esa clase. Capet no es ningún imbécil. No es probable que se enfrente a Justin en la primera ocasión.
Hanse sonrió.
—Envía un mensaje. Prioridad Alfa, vía ComStar. Dirigido a Philip Capet. Que diga lo siguiente: si me entrega la cabeza de Justin Xiang, le compraré su propio regimiento de ’Mechs y le cederé un planeta.
—Un plan brillante, mi príncipe, simplemente brillante —lo aduló el barón Gruizot.
Hanse no llegó a oír los elogios del barón. Vio que Quintus vacilaba, aunque luego asentía con renuencia. El fuego que brillaba en los ojos de Hanse se apagó poco a poco.
—Perdóname, Quintus, por dar esta orden a través de ti. Sé que Justin es hijo tuyo y esto no puede resultarte fácil.
—Ayudé a darle la vida y confiaba en que serviría a Casa Davion como yo lo he hecho. —Quintus miró la oscura pantalla de holovídeo—. Si no nos traicionó antes, lo ha hecho ahora. Como vos dijisteis aquel día, ya no tengo un hijo llamado Justin.
Hanse se mostró de acuerdo.
—¿Qué ha sido de nuestra agente en Solaris?
—Ha sido descubierta —dijo el ministro—. Gracias a los contactos de Noton, yo diría que su identidad ya es conocida por todos nuestros enemigos.
Hanse reflexionó unos momentos.
—Ordénale que vuelva a Nueva Avalon. Quiero que realice otra misión. Cuando llegue, házmelo saber.
—Sí, Alteza.
—¿Algo más, Quintus?
El ministro logró esbozar una sonrisa.
—También traigo buenas noticias.
Hanse enarcó una ceja.
—¿Compensan las malas?
—Eso creo —contestó Quintus—. La Silver Eagle partió de Tharkad el veintiséis de abril. Debería entrar en el espacio de la Federación de Soles, por Fomalhaut, alrededor del día veinte de este mes. Esperamos que llegue a Nueva Avalon a mediados de junio.
Gruizot aguzó los oídos al oír que mencionaba una nave de la Mancomunidad de Lira.
—¿A qué se debe tanto interés por una nave de pasajeros?
Quintus miró al barón con perplejidad.
—¿No se ha enterado? En esa nave regresa el teniente Andrew Redburn. Creía que precisamente ustedes habrían supervisado los viajes del héroe más reciente de la Marca Capelense.
—Bueno, ya sabe, hay que atender a tantos asuntos… —farfulló Gruizot con nerviosismo.
—Por supuesto —asintió Quintus.
—Es una noticia excelente —dijo Hanse con jovialidad—. Realmente compensa las malas.