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Solaris VII (El Mundo del Juego)

Rahneshire, Mancomunidad de Lira

26 de mayo de 3027

Fuh Teng y su mecánico, Tung Yuan, lanzaban nerviosas miradas hacia las negras sombras que rodeaban el cono de luz donde se hallaban.

—Justin, ¿realmente crees que ha sido una buena idea venir a Montenegro a esta hora de la noche? —preguntó Teng, escudriñando las tinieblas en busca de alguna pandilla de matones.

El MechWarrior se rio en voz baja. Dio la espalda a la pared del almacén y meneó la cabeza.

—No hay por qué preocuparse. Gray Noton en persona diseñó el sistema de seguridad de este lugar.

Yuan gruñó y hundió aún más los puños en los bolsillos de su anorak negro.

—En tal caso, su muerte no ayuda a inspirarme confianza.

Justin se echó a reír y concentró de nuevo su atención en la puerta situada debajo de la única farola de la calle. Sacó una llave del bolsillo y la insertó en la cerradura. Se oyó un chasquido; Justin abrió la puerta e indicó a sus dos acompañantes que entraran en el oscuro almacén. Cuando cerró la puerta tras ellos, las tinieblas parecieron engullirlos.

Justin encendió las luces fluorescentes, que parpadearon antes de iluminar la estancia. En cuanto su primera luz, de color rosado pálido, permitió atisbar algo a Yuan, lo que vio le cortó la respiración. El Tech avanzó con paso vacilante, como si estuviera borracho o en estado de trance.

Fuh Teng se revolvió hacia Justin y lo miró con los ojos entrecerrados.

—No pretenderás usar eso, ¿verdad?

Justin asintió mientras una sonrisa ladina asomaba a sus labios.

—Quiero que Yuan y tú lo reviséis. Nada de modificaciones. Sólo comprobad el estado de todos los circuitos y aseguraos de que sea plenamente operativo para esta noche.

Yuan se volvió.

—¿Y la insignia?

Justin sonrió.

—No se me ocurre ninguna mejor. Déjala.

Justin entrecerró los párpados para protegerse los ojos del resplandor de las luces del estudio. Una rubia opulenta se inclinó sobre él y le regaló una generosa visión de sus exuberantes pechos mientras le ponía maquillaje en la cara.

—Aquí tiene, señor Xiang —lo arrulló—. Con esto se sentirá tan calmado e impasible como sé que es.

¡Dios mío! Lleva perfume suficiente para ser clasificada como atrocidad de clase tres según la Convención de Ares. Justin se esforzó por sonreírle.

—Tal vez debería buscar una conexión eléctrica para mi chaleco refrigerante.

Ella lo miró con ojos de bruja y lanzó una estridente risa.

—¡Oh, sí! Las luces están calientes, ¿eh? —Se irguió despacio—. Bueno, si necesita algo, llámeme. —Introdujo una nota de papel en su chaleco refrigerante—. Cuando quiera.

Justin asintió mientras ella se alejaba. Luego desvió la mirada hacia Philip Capet. Parece convenientemente nervioso. Bien. Justin meneó la cabeza poco a poco. Capet irguió la suya.

—¿Qué miras, Xiang?

—A un hombre a punto de morir.

Capet paró el golpe con una carcajada.

—No hay ningún espejo por aquí, Xiang.

Justin sonrió con indiferencia.

—Espero que me abras una conexión por radio durante el combate. Quiero saber lo que verás cuando tu vida pase velozmente ante tus ojos. Quiero oírte gemir.

Capet se puso en pie de un salto, pero la llegada del presentador del programa impidió la pelea. El hombre era corpulento e iba vestido con una chaqueta deportiva amarilla y unos pantalones negros que le daban el aspecto de un abejorro.

—¡Hey, chicos, no queremos ninguna pelea hasta que las cámaras empiecen a grabar! —exclamó. Apoyó las manos en los hombros de Capet y lo obligó a sentarse.

El presentador tomó asiento entre los dos combatientes, se ajustó un micrófono a la solapa y sonrió directamente a la cámara de holovisión en cuanto se iluminó la luz roja situada sobre el foco.

—Bienvenidos, amantes del deporte, a «Antes del combate», el programa que trae ante la cámara a los guerreros en los momentos previos al gran duelo. Les habla Kevin Johnson, y esta noche vamos a presentarles un auténtico espectáculo.

El locutor se volvió hacia Philip Capet.

—A mi izquierda se encuentra Philip Capet, el actual campeón de la Clase Abierta de combate en Solaris. Ya lo habéis visto en muchos duelos. En su haber tiene ya más de veinte muertos en las arenas y muchos más en su carrera como militar. Me alegro de tenerte en mi programa, Philip.

—El placer es mío, Kevin.

Johnson giró hacia Justin.

—Y aquí tenemos a Justin Xiang. Es un recién llegado, pero podríamos calificar su ascenso, como mínimo, de vertiginoso. Ha participado en siete combates y matado a todos los contrincantes a los que se ha enfrentado. Los que siguen tu trayectoria saben que todos los guerreros muertos eran originarios de la Federación de Soles. Ninguno ha escapado de ti ni de tu Centurión, el Yen-lo-wang. Bienvenido, Justin.

Zao, Kevin. Es un honor.

Kevin volvió a sonreír a la cámara.

—Continuaremos charlando con estos dos campeones dentro de un minuto, pero antes, un consejo de nuestro patrocinador, la compañía reclutadora LCAF.

El piloto rojo de la cámara se apagó junto con la sonrisa de Johnson.

—Muy bien, escuchadme: vamos a hacer una charla entretenida, ¿vale? —Consultó su carpeta de portapapeles—. Cuando reanudemos la conexión, pondremos un reportaje sobre Capet y luego otro sobre ti, Justin. Tras una breve introducción a la arena kuritana, pasaremos a la entrevista en directo. No digáis tacos. —Se volvió hacia Justin—. Para finalizar, te preguntaré con qué ’Mech combatirás esta noche.

Justin no estuvo de acuerdo.

—Mi contrato no me obliga a revelar la identidad de mi máquina.

Johnson se encogió de hombros, viendo que el productor ya le hacía señas.

—Preparado, Kevin —dijo—. Saca el edificio Ishiyama.

Johnson se levantó de su asiento y se dirigió hacia un lugar en el que había pintada de negro una «X» en el suelo. Una cámara se acercó a él y, enfrente, se materializó una imagen holográfica de la arena de Kurita, Ishiyama, «La Montaña de Piedra».

—Ésta arena, construida hace veinte años, se halla en el centro del distrito de Kobe de Ciudad Solaris y es una de las más populares entre los aficionados. Sus túneles, excavados a la misma escala de los ’Mechs, serpentean a través de múltiples niveles. Aunque todos los mapas de la arena fueron destruidos tras su construcción, se rumorea que hay pasajes ocultos y paredes móviles que, literalmente, alteran el campo de batalla mientras la guerra está desencadenada en el interior de la montaña.

Johnson se volvió hacia Capet.

—Philip, tú ya has combatido en Ishiyama anteriormente, ¿verdad?

Capet asintió.

—Así es, Kevin. Hace ocho meses me enfrenté a dos Stingers y a un Panther en el laberinto. Fue una batalla larga, pero cometieron un error típico: en vez de colaborar entre sí, se dividieron. Los vencí de uno en uno.

Johnson asintió y se volvió hacia Justin.

—Justin, ¿qué sientes al pensar que vas a combatir por primera vez en Ishiyama?

—Tengo una gran confianza en mí mismo —contestó Justin, sonriendo—. El laberinto favorece al luchador táctico, y nadie ha acusado todavía a Capet de serlo…

—¡Tengo guardada una sorpresa para ti, Xiang! —exclamó Capet, poniéndose en pie y señalando a su enemigo—. Te crees que eres mejor que yo, pero he averiguado muchas cosas en Solaris…

Justin juntó las yemas de los dedos y se arrellanó en su asiento.

—¿Has aprendido a no meterte de cabeza en una emboscada, Philip?

Capet meneó la cabeza. Una cámara se desplazó para tomar un mejor plano de su cara.

—No me harás lo que hiciste a Armstrong.

Justin levantó la mirada.

—Ni siquiera pensaba en aquel incidente, Philip. Me refería a Uravan.

Un alarido de rabia salvaje brotó de la garganta de Capet, pero Johnson se apresuró a interponerse entre ambos MechWarriors. Apartó a Capet de un empujón y cometió el error de volverse para sonreír a la cámara. El puñetazo de Capet golpeó en su mandíbula y le sacudió violentamente la cabeza. Johnson se desplomó en el suelo del estudio sin hacer el menor ruido.

Capet pasó por encima del desmayado comentarista con la mirada clavada en Justin.

—Vas a morir, Xiang. No porque desee ganar el combate, ni porque mi nación exija tu muerte, ¡sino porque quiero verte muerto!

Capet se arrancó el micrófono de su chaleco refrigerante y salió del estudio a grandes zancadas.

Justin dejó que la voz del locutor resonara en su neurocasco mientras revisaba el equipo del ’Mech.

—Bien, Kevin —decía el presentador—, ha sido la entrevista más explosiva que has realizado nunca.

—Sí.

—¿Qué tal está tu mandíbula?

La voz de Kevin se convirtió en un ronco gruñido.

—Es difícil explicártelo, Karl. Pero si realmente quieres saberlo, tal vez pueda convencer a Philip Capet de que te pegue después del combate.

Justin se echó a reír cuando el presentador desvió cuidadosamente la conversación hacia otros temas. El monitor de estado de su consola de mandos le confirmó que ambos láseres grandes eran operativos. Al parecer, los cañones automáticos estaban en perfecto estado, al igual que los láseres medios gemelos, montados en el torso. Debo recordar que he de ser parco en el uso de los cañones, porque no me queda mucha munición. Únicamente los utilizaré cuando tenga que dejar enfriar los láseres.

La luz verde de su consola de mandos se encendió. Justin sonrió al ver que las puertas se abrían deslizándose y la cámara de holovisión del túnel enfocaba a su ’Mech. Levantó de inmediato los brazos de su máquina y avanzó.

La voz de Kevin Johnson resonó en la carlinga.

—Bien, Karl, ¿has visto eso? Xiang utiliza un Rifleman, como Capet. Esto va a hacer más interesante el combate. Vamos a ver si el realizador puede tomar un primer plano del emblema que el ’Mech luce en el pecho.

Sí, Kevin, hazlo. Estoy seguro de que a tus espectadores les encantará.

—Por la Sangre de Blake… —balbuceó Johnson.

—¿Qué es, Kevin? —jadeó Karl—. El anagrama parece la caricatura de un fantasma con un retículo a su alrededor.

—Ése Rifleman pertenecía a Gray Noton —respondió Johnson en voz baja—. Xiang lo ha escogido por su nombre.

—¿Cuál?

Johnson se rio sin alegría.

Mataleyendas

Justin cortó la conexión y entró con el Rifleman en el corredor. Giró el pesado ’Mech a la izquierda y encaró la ligera inclinación del terreno. Las superficies de las paredes del túnel, suaves por naturaleza, se arqueaban en un techo tachonado de estalactitas. El suelo estaba salpicado de estalagmitas y montones de escombros de paredes * o techos derrumbados en parte, pero todo aquello no estorbaba el avance del Rifleman.

Cuando Justin llegó al final del primer túnel y se preparó para proseguir hacia el tobogán de la derecha, volvió la vulnerable espalda del 'Mech hacia la pared. Deslizó el 'Mech a un lado y dejó que las bocas de las armas de la mano izquierda se asomaran al pasillo. Como no se produjo ningún disparo, Justin siguió adelante hasta ver claramente el nuevo túnel.

El final se perdía en las tinieblas. Justin activó los rastreadores infrarrojos y vio algunos pozos de calor a lo largo de las paredes, pero dedujo que eran las cámaras de holovisión y no les prestó atención. Subió despacio por la cuesta hasta llegar al cambio de rasante del túnel.

Entonces, Justin frenó. Vio que todo el lado izquierdo de aquella sección del túnel estaba llena de nichos naturales. Los pilares se alzan allí donde las estalactitas y las estalagmitas son lo bastante grandes para ocultar un 'Mech de perfil, pero los intersticios son demasiado estrechos para que pasen estos monstruos. Eso significa que tendré que recorrer toda la galena de un tirón. No me gusta.

Justin levantó la mirada al ver que la pantalla de rastreadores infrarrojos revelaba unos zarcillos rojos que se enrollaban perezosamente en el aire al otro extremo del túnel. Hola. Levantó ambos brazos y esperó. En el mismo segundo en que fue visible el soporte giratorio de comunicaciones del sistema Garret T11-A, Justin centró el retículo de su mira. Lo dejó bajar mientras la silueta del otro Rifleman crecía como un velero que apareciera en el horizonte. Cuando asomó la carlinga de Capet, Justin disparó.

Dos cascadas de calor abrasador giraron alrededor de los rayos láser de color rubí que brotaron de los brazos del Mataleyendas. Un potente rayo desconchó parte de la coraza del hombro derecho del otro Rifleman. El segundo rayo causó una serie de pequeñas explosiones a lo largo del hombro izquierdo y levantó fragmentos del blindaje. Los láseres medios del Mataleyendas, al dar en los mismos blancos que sus hermanos mayores, lanzaron más escoria semifundida al suelo del túnel. Uno de los dos cañones automáticos abrió varios agujeros en Ishiyama, detrás del Rifleman de Capet, mientras que el otro destrozó blindaje del hombro derecho.

—¡Maldición!

Una oleada de calor invadió a Justin. Los indicadores de calor del ’Mech subieron en picado hasta la zona roja. Ésta máquina no es eficaz. Tiene un mal sistema de ventilación. Justin cerró con la diestra el interruptor manual de anulación de aviso. Luego lanzó otra imprecación cuando Capet dio marcha atrás con el Rifleman por la ladera.

El sudor bañaba el rostro de Justin. Una gota había quedado suspendida en la punta de su nariz. Meneó la cabeza para quitársela y volvió a examinar sus monitores de calor. A medida que los diez radiadores del Mataleyendas ventilaban el exceso de calor que había creado su ataque, los monitores se hundían poco a poco por las zonas roja y amarilla hasta las que los MechWarriors solían denominar «las verdes praderas».

Justin centró su atención en el otro extremo del túnel, pero observó si había indicios de calor o de movimiento entre las columnas. Al no ver nada, entró con el Mataleyendas en el túnel. Cuando llegaba a uno de los pilares de piedra gris, se detenía y esperaba, pero no había ni rastro de Capet. Aunque el túnel sólo tenía trescientos metros de longitud, Justin necesitó quince minutos para recorrerlo de un extremo a otro.

Sonrió al ver que el piloto verde del productor empezaba a parpadear de forma apremiante en la consola.

Con cautela, inició su descenso por el extremo del túnel procurando ignorar aquella luz intermitente. No me importa avanzar demasiado despacio. Pon más anuncios en tu programa.

El túnel acababa en una plataforma de roca, a mitad de camino de la pared de una enorme grieta. Sus escarpadas laderas bajaban tres niveles y estaban salpicadas de bocas de túneles a niveles diferentes. Justin vio áreas calcinadas en varias y comprendió que los ’Mechs ligeros, con capacidad de salto, podían cruzar fácilmente el abismo. Pero no una máquina pesada como ésta.

Arriba, el techo de estalactitas estaba sumido en las sombras. Detrás y a la izquierda, vio los pilares de la galería que acababa de atravesar. En el lado opuesto, un poco más arriba, distinguió un túnel de diseño similar. La grieta describía una curva y se perdía de vista a la izquierda, pero a la derecha se prolongaba en línea recta.

Manteniendo la espalda del Mátaleyendas contra la pared del túnel, Justin avanzó lateralmente a lo largo del saliente. De súbito, el Rifleman de Capet apareció en una abertura de la pared opuesta. Justin sonrió y apuntó con sus armas al Rifleman, al tiempo que abría la comunicación por radio con Capet.

—Se acabó, Philip.

—¿Eso crees, Xiang? —La risa de Capet resonó en la carlinga de Justin—. Ésta es la sorpresa, capelense. ¿Te gusta esta táctica?

Imágenes infrarrojas invadieron la visión de Justin. El ordenador dibujó la silueta de un ’Mech a la derecha y otro a la izquierda. Justin lanzó una mirada a la izquierda y vio un Firestarter que salía de la boca del túnel. A su derecha apareció un UrbanMech. Por eso parpadeaba la luz de producción. Querían avisarme…

Un estridente gemido resonó en su neurocasco cuando el ordenador le advirtió que las armas de sus enemigos apuntaban directamente al Mataleyendas.

—Sólo una cosa más, Justin —dijo Capet en tono triunfal—. Parece que si tendré el mando del regimiento que el Príncipe había ofrecido por tu cabeza. Ha llegado la hora de tu muerte.