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Agosto 12 de 1936

Querido Estrada: Ando de mala con mi correspondencia. Concluyo ahora de embalar los dos violines, y me doy cuenta de que sobrepasan en mucho el volumen máximo admitido. Desharé el bulto y se los mando separados sin falta el próximo domingo, por donde los tendrá Ud. el martes de tarde o miércoles de mañana.

Como es natural, Ud., jefe de departamento en la central, ignora que el correo viene a casi todo Entre Ríos, Corrientes y todo Misiones, por tren. Estos salen de ésa el domingo, martes y jueves, todos a mediodía, más o menos. Yo despacho para ésa los martes y domingos a primera hora.

Bien; esta vez también estoy urgido para escribir. Pero me resarzo en el próximo correo (resarcir debe de hacer z allí, ¿no?), también sin falta. Ayer a última hora cambio de cubierta, y la válvula pierde.

Mi salud, mediana. Siempre aquello. Me operaré sin duda. Muy malos días también sentimentales; espectros de amor en los que quiero recostar la cabeza, aunque son de hielo. ¡Y Dios sea loado! Estas psicosis son hijas evidentes del mal estado urinario.

Le voy a responder muy largo, querido Estrada. Por lo demás, como le he dicho más de una vez, de la llegada de esta carta a la próxima, solo hay 3 días de diferencia. Estas noches de frío crudo, que Ud. calculó saludables para mi contemplación sedante del fuego, me amargaron la soledad. Malas, muy malas noches. Ya detallaré.

Encontré esta mañana la tablita de tuna, soi disant propicia para violines. Usted la examinará; irá con los violines.

Bueno, hermano gratísimo; cariños a la cuñada y muy grandes para Ud.

H. Q.