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Agosto 19 de 1934

Querido Martínez Estrada: Recibí en momento oportuno su Radiografía de la Pampa. Digo oportuno, porque es común y habitual que se nos envíe libros a los dos meses de aparecidos, no obstante la dedicatoria urgida. Tuve, con la lectura del suyo, el placer que pregustaba alguna vez en compañía de Ud., cuando charlábamos del musicismo criollo y demás. Infinidad de motivos hay en su obra para que ella confirme la estimación, el afecto y la admiración que tengo por su autor. Cosa, por lo demás, que ambos sabíamos. El país tiene por fin quien descorrió su tabú, que persiste, según Ud. confirma, respecto de los próceres. ¿De dónde sacó Ud. el coraje para escribir su Radiografía? Se lo necesita —y muy grande. Sacras felicitaciones, compañero.

Pensamos a menudo con mi mujer en el placer que tendríamos viéndolos un día por acá. El pasaje es caro, desde luego, pero allí terminan los dispendios. ¿No habría modo de que se animaran este verano? Como Ud. es de los muy contados amigos con quienes se entiende uno sin hablar —como buenos criollos—, no habría miedo de que chocáramos en nada. Y esto lo digo por un incidente que acabo de tener con el joven Liborio Justo, que estuvo con nosotros unos días, y que ha salido echando pestes sobre nosotros. Alguna vez le he de contar este originalísimo caso. Para pregusto, el mozo me imputa hipocresía.

Festejamos desde aquí su premio, que temo pase tiempo sin llevarse a cabo. Mas si cobra eso, razón sobrada para alcanzar hasta aquí.

Bien, compañero —Un fuerte abrazo, con saludos de los de casa para Uds. —María me observa en este instante que no olvide de solicitar de Mme. Martínez su venida —Y con el envío bien tardío del libro de Strindberg, lo abraza de nuevo.

H. QUIROGA