SAMIO

Así le llama Meleagro (776, 14 con tópica alusión al laurel), y Plutarco (Mor. 53 e) habla de alguien con tal nombre que criticó a Filipo V (cf. su intr. y la de Alceo); pero Polibio (V 9, 4) le denomina Samo, dice de él que fue hijo de Crisógono (consejero del rey, citado en VII 12, 6 y IX 23, 9) y se crió con Filipo (nacería, pues, hacia el 235, algo más tarde que el soberano) y añade que, en el saco de Termo, del 218 (cf. el 268 de Posidipo y 565 de Damageto), Samo fue autor de una parodia (cf. el 300 de Calimaco y 520 de Dioscórides) de Eurípides (Suppl. 860), alusiva a la cólera real, que los soldados escribieron en las paredes, lo que fue causa de que se ordenara la muerte del poeta (Pol. XXIII 10, 9). El lema de 573 habla de Samo o Simias (este último evidentemente más antiguo); el de 574, de Simias el gramático o de Filipo el tesaloniceo, epigramatista demasiado moderno para el caso. Hay que suponer, pues, que el lema se refiere en realidad a Samo o Samio (también aparece la misma confusión en el 364 de Simias); o quizás el autor es el propio rey Filipo.

573 (VI 116)

Filipo (cf. intr.) ha dado muerte, en la cordillera del Orbelo, que separa Macedonia (cf. el 537 de Alceo) de Tracia, a un colosal bisonte o uro, especies hoy extinguidas, pero que se daban en aquellos países; y consagra los despojos de la pieza a Heracles, hijo de Anfitrión y nieto de Alceo, mítico antepasado de la familia de los Antigónidas, que venció a Ergino, rey de los Minias de Orcómeno (cf. el 408 de Mnasalces). La ciudad macedonia de Berea era tenida probablemente por la cuna del citado linaje real.

A ti, Alcides, que al Minia venciste, dedica Filipo

como ofrenda el pellejo curtido y cornamenta

de un toro que muerte encontró cuando, altivo y furioso,

llenaba de mugidos el rocoso Orbelo.

Que se seque la envidia y aumente tu gloria el linaje

del señor bereeo que reinó en Ematia.

574 (VI 114)

Aunque no hay duda (cf. 573 e intr. sobre el lema) de que el animal era enorme, no están claras sus dimensiones. El verso 1 habla en el original de una braza (cuatro codos, cf. el 222 de Asclepíades, es decir, la longitud de ambos brazos extendidos, que con optimismo puede alcanzar incluso más de 1,50 m.) y el 3 de catorce doros (el doro equivale a la palma, cf. el 124 de Leónidas, con lo que tendríamos algo así como un metro).

Aquí estamos la piel y los cuernos inmensos de un toro,

trofeos de catorce doros que al Anfitriónida

trajo el rey, cuyo recio venablo por tierra abatiera

la fiera que a su encuentro venía furibunda

en los pastos del pie del Orbelo. ¡Dichosa con mucho

la Ematia, que por tal soberano es regida!