NICANDRO
Hay un grave problema con este escritor de Colofón, cuyas obras principales son dos poemas hexamétricos, las Teriacas o Los remedios contra las mordeduras de animales y las Alexifár-macas o Los remedios contra envenenamientos alimenticios, de tipo didáctico y escritos en lenguaje oscuro y barroco. Al parecer a este autor, que sería también el de los dos epigramas siguientes, hay que situarle en la mitad del siglo II o algo después; y otro Nicandro de la misma ciudad, poeta épico a quien se dedica una inscripción honorífica en Delfos, sería su abuelo o tío, del ni. Los epigramas, cuyo estilo es bastante más sencillo que el de los citados poemas, podrían pertenecer al más antiguo, pero también hay fragmentos, los 31-32 G.-Sch., de las Of tacas, una obra sobre reptiles, que resultan más simples. En todo caso, parece que la familia era titular de un sacerdocio hereditario en el templo apolíneo de Claro, situado cerca de Colofón; y anotemos para terminar que se han perdido otras obras de Nicandro, como Lo metamorfoseado, colección de relatos míticos que resulta antecedente de Las metamorfosis de Ovidio, y las Geórgicas, que preceden en el tema a la célebre obra de Virgilio.
445 (VII 435)
Acción heroica de los Lacedemonios en alguna de las guerras mesenias, quizá la casi legendaria del siglo VIII. La ciudad de Mesene, citada por el lema, entonces no existía, pues fue fundada por Epaminondas (cf. el 242 de Fédimo) después de la batalla de Leuctra (cf. intr. a Hegemón); la resistencia de los Mesemos (cf. el 118 de Leónidas) se centró en la acrópolis del monte Itome.
Eratón con Herpílidas, Agis y Queris y Lico
y Alexón, los seis hijos de Ificrátidas, bajo
Mesene y su muro caímos; nos puso en la hoguera
el séptimo, Gilipo, que la heroica ceniza
vino a Esparta trayendo con gloria y dolor de su madre
Alexipa. Una sola y hermosa es nuestra tumba.
446 (VII 526)
Es el primer epigrama de una serie. Heródoto (I 82) describe una batalla entre los de Argos (sobre los Ináquidas, cf. el 292 de Calimaco) y los de Esparta que se disputaban, hacia el año 550, la ciudad de Tírea, sita al NE. del Peloponeso. Esparta la había ocupado con otro territorio de los Argivos; éstos acudieron en su defensa y los dos ejércitos se retiraron después de acordar que solamente lucharan trescientos de cada bando. Al final del día no quedaban en pie más que los argivos Alcenor y Cromio y el espartiata Otríadas, malherido. Los primeros, creyéndose vencedores, se retiraron y Otríadas recogió algunos despojos de los Argivos, los llevó al campamento laconio, erigió un trofeo (lo cual es un anacronismo, pues entonces no existía aún este uso) y puso en él una inscripción con sangre suya o de otros. Volvieron los dos ejércitos, disputaron sobre quién había triunfado realmente, lucharon de nuevo y Esparta resultó vencedora. La versión de Nicandro supone que Otríadas se suicidó, mientras que Heródoto parece dar a entender que murió de sus heridas.
¿Viste tal vez, padre Zeus, a alguien más valeroso
que Otríadas, quien solo no quiso desde Tírea
a Esparta volver y se dio con su espada la muerte
proclamados por suyos los despojos Ináquidas?