FILÓXENO

El único epigrama a él atribuido puede ser indicio de una fecha de la segunda mitad del siglo III y, en todo caso, nada tendrá que ver nuestro epigramatista con el conocido y ditiram-bógrafo Filóxeno de Citera (cf. el 173 de Leónidas y 277 de Calimaco), de principios del IV.

463 (IX 319)

Hermes presidía los juegos y ejercía en ellos una especie de sacro arbitraje; los atletas le están consagrados; no es raro, pues, que, como ocurría en Delfos, hermes de cabeza doble o no (cf. el 87 de Leónidas) fueran empleados como pilares para separar las calles de los corredores (cf. el 429 de Tedóridas) en la línea de salida. Aquí parece que un miembro de una de estas series fue ofrecido en acción de gracias al recinto por Tlepólemo de Mira, ciudad de la costa meridional de Licia, país de Asia Menor. Pausanias (V 8, 11) cuenta que, cuando se introdujo en el calendario de las pruebas olímpicas la carrera de potros, el año 256, el primer vencedor fue un licio llamado Tlepólemo. Esto sería un dato cronológico importante, pero el texto griego parece aludir a triunfos en el estadio, no en el hipódromo. El final recuerda las exhortaciones que, según un escolio a Sófocles (EL. 744), se leían grabadas en estos pilares: sé el mejor, apresúrate, cruza la meta.

A Hermes, cual poste que indique la meta al sagrado

atleta y como juez, el hijo de Polícrites,

Tlepólemo erige, el mireo, que en veinte carreras

triunfó. Que el esfuerzo la indolencia sacuda.