HÉDILO
Según Ateneo (297 a), el poeta (sobre su emblema floral en Meleagro, cf. intr. a Asclepíades) era samio o ateniense, hijo de la poetisa Hédile, hija a su vez de otra yambógrafa de Atenas llamada Mosquine. Quizá los abuelos de Hédilo fueran colonos de los que los Atenienses enviaron a Samos en la primera mitad del siglo ni. Apuntaría a una relación con dicha isla la mención de Asolepíades como Sicélidas en 454: en intr. a dicho autor se dijo ya que 232 parece ser de Hédilo y se habló de afinidades y similitudes entre los epigramas de ambos y de Posidipo. Tiene también otros puntos de contacto con Asclepíades (450-451, 453) y con Posidipo: su tendencia a pintar tipos muy comedores o bebedores (451 y 454-457 como 257 y 259), sus alusiones al Cefirión (452 como 255-256 y el 288 de Calimaco). Tal vez residiera algún tiempo en Egipto. En todo caso, el citado 452 debería ser posterior a la dedicación del templo en el año 270: cf. intr. gen.
Sabemos de otras obras suyas, probablemente en prosa: Ateneo (l. c.) dice que habló del héroe marino Glauco, de quien Hédile también había tratado; y quizás era de él una elegía que criticó Estrabón (XIV 683) porque en ella se describía un paso de ciervos por tierra desde Cilicia (cf. intr. a Arato) a Chipre. Sobre otro Hédilo posterior (nótese que 459-460 parecen de edad más tardía), cf. intr. a Calimaco.
449 (VI 292)
Nicónoe ha vencido en un concurso de belleza (debe de tratarse de una hetera, porque la deidad que preside el certamen no es, como otras veces, Atenea, Deméter o Hera, sino el lúbrico Priapo, cf. el 384 de Teócrito) y dedicado al dios, en acción de gracias, un cervato (sobre su piel, cf. el 370 de Teócrito) y un aguamanil, que parecen ser accesorios de un culto báquico. Es interesante la enumeración de los premios: unas cintas, quizá para sujetar el pecho (cf. el 422 de Aristódico); un quitón jónico (cf. el 6 de Faleco) teñido con púrpura (muestra de ostentoso lujo propio de una cortesana); un peplo (cf. el 240 de Fédimo) confeccionado en Laconia (Hor. Carm. II 18, 7-8 habla de estas ropas y las llama también purpúreas; la púrpura de la costa de aquel país era famosa) y unos abalorios, canutillos de forma tubular que tal vez estuvieran sueltos en disposición de ser cosidos a distintas vestiduras.
Las cintas, purpúrea ropa interior, los lacones
peplos, los abalorios de oro en forma de caña,
todo a Nicónoe tocóle, pues era la niña
un inmortal retoño de las Gracias y Amores.
Y ella al juez del certamen, Priapo, la piel de un cervato
y este aguamanil áureo consagra.
450 (V 199)
Sobre el nombre del amante, cf. el 210 de Asclepíades; sobre la última prenda, 449.
Pues las copas de vino traidor a Aglaonice acostaron
y también el amor dulce de Nicágoras,
ahora a Cipris todo esto conságrase oliente a perfume,
húmedos despojos del virginal deseo,
las sandalias y suave sostén que su pecho cubría,
de su sueño testigos y de aquellos retozos.
451 (Aten. 486 a)
Una mujer de vida más o menos airada, sobre cuyo nombre cf. intr. a Asclepíades, ofrece a Afrodita pafia (cf. el 228 del mismo) el lesbio (un vaso de determinada forma probablemente usual en Lesbos, cf. el 342 de Calimaco) en que ha realizado la hazaña (cf. el 6 de Faleco) de beberse, de una sentada y en ayunas, casi diez litros de vino (cf. el 253 de Posidipo).
Calistion, que bebe lo mismo que un hombre, tres coes
—cosa extraordinaria, mas no falsa— en ayunas,
¡oh, Pafia!, bebióse, y ahora este lesbio te ofrenda
de cristal purpúreo que aun a vino huele.
Protégela siempre y que albergue tu casa trofeos
de dulces libaciones semejantes a ésta.
452 (Aten. 497 d)
El bien conocido mecánico Ctesibio ha hecho un ingenioso aparato con destino al Cefirión (cf. el 288 de Calimaco e intr.). Una estatua del panzudo y enano dios Bes o Besas, cuyo culto pasó desde Arabia a Egipto, tal vez dance por medio de algún resorte, pero desde luego tiene en la boca una salpinge o trompeta guerrera que es ella misma un ritón o vaso cónico, una especie de embudo. Cuando se abre el correspondiente orificio para que salga el vino introducido en el gran vaso, suena, no sabemos por qué procedimiento, la trompeta para que acudan los invitados, a los que en el primer verso (cf. el 336 de Calimaco) se califica como grandes aficionados a la bebida. El sonido es comparado quizá con el que en algún lugar produciría la subida del Nilo a través de algún dique con ocasión de uno u otro de los ritos que se le consagraban como a dios.
Bebedores, mirad en el templo de Arsínoe, diosa
que ama el céfiro, este ritón, mirad a Besas,
el egipcio danzante, que un claro sonar de salpinge
produce al ser abierto, para escanciar, el grifo,
mas no es signo de guerra el que emite la trompa dorada,
sino voz de festín y de alegre banquete
cual el canto amoroso y paterno que el agua divina
del rey Nilo entona para sus iniciados.
Venid, pues, muchachos, honrad este sabio artilugio
de Ctesibio que el templo de Arsínoe os ofrece.
453 (Aten. 472 f)
El autor quiere encontrar su inspiración en el vino, pero pretende beberlo del mejor, esto es, del de Quíos (cf. el 342 de Calimaco), y además, exageradamente, en recipientes enormes (cf. el 178 de Leónidas).
Bebamos, que quiero encontrar algo nuevo en el vino,
algún que otro concepto delicado y dulce;
pero escánciame en tinas de Quíos diciéndome: «Haz versos,
Hédilo». Odio la vida vana sin libaciones.
454 (Aten. 473 a)
El poeta Socles es un bebedor irregular: en ciertas ocasiones ingiere cantidades enormes (sobre el recipiente cf. 453 y sobre la medida, que esta vez compone unos trece litros, 451), pero de pronto suele retirarse del vicio. Ahora bien, cuando realmente resulta buen escritor, mejor que el propio Asclepíades (cf. otra vez 453 e intr.), es cuando está beodo: el poeta le aconseja, pues, que no abandone los festines.
Desde el alba a la noche y de nuevo otra vez hasta el alba
bebe Socles en tinas de cuatro coes, pero
luego de pronto se va; sin embargo, beodo
compone cosas mucho más dulces que Sicélidas
y es también escritor de más peso; y tan grande es tu gracia,
amigo, que te ruego que escribas mientras bebes.
455 (Aten. 344 f)
Fragmento de un epigrama sobre un músico y aficionado al pescado.
… y a Fedón que le traigan budiones
y cuerdas; del pescado gusta el tañedor…
456 (Aten. 344 f)
Falta el verso 4, que aquí hemos intentado suplir a nuestro modo. No sabemos qué especie es la que con delectación se menciona al principio: el poeta teme que, al olor del guiso, acuda Agis (Aten. 516 c habla de un Rodio así llamado que se especializó en culinaria de pescado y escribió un libro sobre ella), capaz de filtrarse ingeniosamente por las paredes como el mítico Proteo de la Odisea (cf. el 254-255 de Posidipo) y como Zeus, amante de Dánae (cf. el 293 de Calimaco).
Ya coció el pez sabroso; echa ahora el cerrojo, no venga
Agis, ese Proteo del pescado, pues sabe
en agua tornarse y en fuego a su antojo; aunque cierres,
me temo que de nada nos sirva y así acuda
como Zeus, que, en forma de lluvia de oro, buscaba
el rico condumio de la casa de Acrisio.
457 (Aten. 345 a)
Continúa el mismo tema: cf. el 259 de Posidipo, el 451 y también el 6 de Faleco en relación con una tal Cleo que puede ser la glotona mencionada aquí, una hetera o algo parecido. El poeta se siente asqueado ante el espectáculo y le advierte que, si quiere, puede comerse todo el congrio preparado para los comensales, pero convendrá que deposite algún objeto valioso como prenda (sobre la dracma, cf. el 217 de Asclepíades) de que lo pagará. Las monstruosas Medusa y Gorgo tenían la facultad de convertir en piedra a quienes las miraran: ante tal proeza gastronómica, los asistentes están petrificados.
Clío, devora, cerramos los ojos. Si quieres,
come sola, que el congrio cuesta todo una dracma;
pero aporta tu faja o quizá los pendientes o cosa
semejante. Nos da repugnancia hasta el verte.
Tú eres Medusa y a todos de piedra nos deja
no ya Gorgo, mas ese plato de congrio.
458 (Aten. 176 c)
El epigrama es citado para demostrar que son sinónimos la palabra usada aquí al principio, flauta sola, y lo que en tiempos posteriores se llamó flauta de caña, como se dice al final (cf. el 370 de Teócrito). Algo más arriba (175 e) Ateneo distingue esta flauta, totalmente distinta de la doble (cf. el 385 de Teócrito), tocada en forma perpendicular a la boca, de la flauta travesera u oblicua, que se movía en sentido casi horizontal. Aquí tenemos el epitafio del flautista Teón, que unas veces acompañaba el juego escénico de los actores en representaciones mímicas (cf. el 253 de Posidipo) y otras actuaba en solos con motivo, por ejemplo, de ceremonias religiosas. El apodo que al parecer le puso su padre significa el de buenas manos. Se citan a continuación algunas piezas favoritas de Teón, como una mencionada por Teócrito (cf. 387), otra que solía tañer un flautista llamado Bátalo, el tartamudo, y sones también de otros autores cuyos nombres parecen motes grotescos.
Habita este túmulo el dulce Teón, que una sola
flauta en mimos y altares con gracia tañía.
Ciego quedó en su vejez; desde que era pequeño,
Escúpalo, su padre, le llamaba Eupálamo
sus dotes loando y queriendo indicar con el nombre
la especial virtud que sus manos tuvieron.
Tocaba aires llenos de Musa embriagante, el de Glauce
o los del dulce Bátalo, buen bebedor de vino,
los de Cótalo y Pácalo… En fin, a este artista en la flauta
de caña decidle: «Teón, yo te saludo».
459 (XI 123)
Muy gracioso el epigrama. No hay veneno que mate con más eficacia que este médico, mucho peor que el del 365 de Teócrito. Sobre las guirnaldas como recompensas de un triunfo, cf. el 447 de Euforión. El tono parece corresponder a epigramatistas satíricos posteriores a Hédilo.
No llegó a jeringar ni a tocar a Aristágoras Agis,
sino que, en cuanto entró, se murió Aristágoras.
¿Ha habido acónito parejo? Adornad, constructores
de ataúdes, a Agis con guirnaldas y cintas.
460 (XI 414)
También debe de ser más tardío este epigrama en que se juega con un epíteto que ya desde Hesíodo (Th. 121, 911) se daba al amor y que aquí se aplica al vino y, con sentido diferente, a la enfermedad producida a veces por excesos de uno u otro tipo.
De Afrodita y de Baco, que afloja los miembros, es hija
también la podagra, que destroza los miembros.