DIONISIO

Como el nombre era quizás el más común en la Hélade, es imposible saber si estos ocho epigramas son o no del llamado Dionisio de Cícico (cf. el 317 de Calimaco) en el lema del 679; el 680 habla de Dionisio el rodio, pero esto puede deberse al hecho de que el epigrama menciona a un nativo de aquella isla; el lematista considera el 682 como de Dionisio o anónimo; en el 683 es incluso posible que Dionisio no sea el nombre del poeta, sino del oferente (cf. el 188 de Damóstrato y 572 de Hermocreonte); el 685 parece estar inspirado en el 642 de Antípatro.

679 (VII 78)

Epitafio de Eratóstenes de Cirene, tercer director de la biblioteca de Alejandría (cf. el 508 de Dioscórides) entre Apolonio de Rodas (cf. su intr.) y Aristófanes de Bizancio, y conocido escritor y filólogo; sabemos que Ptolemeo Evérgetes le llamó de Atenas a Alejandría y aquí nos informamos de que estaba enterrado en Egipto, quizá cerca de Faros (cf. el 456 de Hédilo), que en su tiempo estaba ya unida al continente. Nos consta también que Eratóstenes murió (cf. intr. a Riano) contando más de ochenta años (aquí se habla igualmente de ancianidad) en el reino de Ptolemeo Epífanes (cf. intr. a Nicéneto). Una leyenda, rechazada aquí, contaba que el filólogo se dejó morir de hambre ante la disminución de su vista y capacidad de trabajo.

La suave vejez te abatió, no la ciega dolencia;

dormiste en el sueño que a todos se nos debe

tras haber, Eratóstenes, tanto estudiado; ni pudo

recibirte, hijo de Áglao, Cirene, tu nodriza,

en su suelo materno, mas yaces, amigo entre extraños,

en esta lengua de la costa de Proteo.

680 (VII 716)

Yaliso es ciudad de Rodas (cf. intr.). Los búhos, aves de mal agüero, que normalmente acogen con indiferencia las muertes, lloran aquí al gran poeta que murió joven. Sobre la topografía infernal, cf. el 653 de Antípatro.

Muy pronto y a toda Yaliso llenando de pena,

te hundiste en el amargo piélago de Lete

tras haber cosechado unos años poéticas flores.

Incluso los impávidos búhos, ¡oh, Fenócrito!,

en tu tumba lloraron, que no se dará un mejor vate

mientras pisen la tierra los hombres venideros.

681 (XII 108)

El nombre del muchacho, entre otras cosas, significa puro; esto proporciona ocasión para un juego de palabras. Si el amante atiende al poeta, sea para él puro (cf. el 614 de Antípatro) y dulce vino de Quíos (cf. el 629 de Antípatro); si le desdeña, tórnese vinagre al que acudan los mosquitos y moscas.

Si soy yo el amado, resultes igual al de Quíos

ser, Ácrato, o tal vez más dulce todavía;

mas, si otro prefieres a mí, te rodee una nube

de mosquitos nacidos en la ácida tinaja.

682 (VII 462)

Sobre el lema, cf. intr. Sátira era una Fenicia nacida en Tiro y muerta en Sidón (cf. intr. a Antípatro).

A Sátira en trance de parto llevósela el Hades;

polvo sidonio cúbrela, su patria Tiro llora.

683 (VI 3)

Ofrenda a Heracles de una maza (cf. el 296 de Calimaco). La ciudad de Traquine (cf. el 448 de Euforión) era tenida por fundación de dicho héroe y allí se decía que había muerto. Fóloe, además de ser nombre de un monte (cf. el 643 de Antípatro), lo es de una ciudad arcadia cercana a Olimpia, cuyos juegos había instaurado Heracles. El último verso de este epigrama aparece también en Pap. Berol. 9812 (cf. 684).

Heracles, que pisas la pétrea Traquine y el Eta

y el alto collado del frondoso Fóloe,

acepta esta maza que ofrenda Dionisio y que él mismo

de un acebuche verde con su hacha cortara.

684 (Pap. Berol. 9812)

Al último verso de 683 siguen en el papiro otros ocho en que parece que pueden identificarse, aunque con muchas restituciones, dos epigramas. Aunque no nos consta ni aunque sean helenísticos, existe una remota posibilidad de que haya que atribuir uno o los dos también a Dionisio. El primero contiene maravilladas reflexiones acerca de una obra de arte en que se representa (cf. el 569 de Damageto) a un luchador: la escultura no es grande, pero el mérito no se mide por el tamaño. Hay también una metáfora deportiva: este artista vence a los rivales como el atleta en cuestión.

¡Qué gran obra de arte! Pues todo lo bueno es ya grande.

¿Quién es el oferente, qué antiguo artista te hizo?

Venciste sin nunca caer. ¡Ea, pues, preguntemos

el nombre del maestro con el del atleta!

685 (Pap. Berol. 9812)

El segundo es un poema ecfrástico sobre la Afrodita de Apeles (cf. el 642 de Antípatro).

Ciertamente que Apeles ha visto emerger desde el seno

de su madre la mar a Afrodita desnuda:

hasta el pecho la vio, que otra cosa no está permitida,

y así la pintó, asombro del mortal que la mire.

686 (V 81)

Tú, que ofreces las rosas y tienes su gracia, ¿a quién vendes?

¿A ti misma, las rosas o tal vez todo ello?