ANÓNIMOS ATRIBUIDOS A SIMONIDES

Y que deben de ser (cf. también el 232 de Asclepíades y 364 de Simias) helenísticos, no procedentes del famoso epigramatista antiguo, por unas razones u otras. Los cuatro últimos pertenecen a series en que pueden o no ser posteriores, respectivamente, a Antípatro (688-690) y Queremón (691).

687 (V 159)

Cf. el 67 de Nóside y 390 de Erina y, sobre los patrones de barcos mercantes, 517 de Dioscórides.

Bedion, flautista, y Pitíade, hetera una y otra,

a ti, Cipris, sus fajas y retratos ofrendan.

Vuestras bolsas sabrán, mercaderes y nautas, de dónde

vinieron estas fajas, de dónde estas pinturas.

688 (VI 217)

Última versión del milagro del león (cf. el 661 de Antípatro y nótese el 628 del mismo sobre el epíteto): aquí el Galo ofrenda sus vestidos femeninos y su cabellera (cf., por ejemplo, el 559 de Damageto).

Cuando, huyendo a la nieve invernal, buscó un Galo refugio

en una desierta cueva y de sus cabellos

el agua enjugaba, metióse un león asesino

de bueyes buscando su rastro en la caverna.

Él entonces el gran tamboril que tenía con mano

extendida golpeó y, al llenarse la gruta

de estruendo, no osó el montaraz animal el sagrado

ruido afrontar y huyó por el monte frondoso

temiendo a aquel siervo castrado de Rea, quien estas

ropas le ofrendó y estos rubios bucles.

689 (VII 24)

Un epigrama más, con los usuales tópicos, de los dedicados a Anacreonte (cf. por última vez el 614 de Antípatro; y también el 646 del mismo sobre el nombre del instrumento).

Viña que a todos encantas, la madre del vino,

tú que crías la red de pámpanos tortuosos,

trepa a la estela del teyo Anacreonte y al simple

túmulo que recubre su tumba y el amante

del vino y los ebrios festejos, quien noches enteras

gustaba la tortuga de tañer con los mozos,

aun en tierra yacente el hermoso racimo colgado

de las ramas floridas en su cabeza ostente

y báñenle siempre sus líquidas gotas, que menos

dulces son que el aliento de sus suaves cantos.

690 (VII 25)

El mismo tema (cf. 689) con mención de los conocidos Esmerdies y Megisteo (cf. el 612-613 de Antípatro).

Esta tumba de Teos, su patria, recubre a Anacreonte,

poeta al que inmortal las Musas hicieron,

el que supo adecuar a la dulce pasión de los mozos

cantos olorosos a Amores y a Gracias

y sólo una cosa deplora en la casa de Lete,

haber dejado aquí, llegado al Aqueronte,

no ya el sol, mas de Esmerdies el trace la gracia amorosa

o a Megisteo, el más deleitable de todos.

Y no calla su dulce armonía; ni aun muerto en el Hades

jamás aquella bárbito dejó que enmudeciera.

691 (VII 431)

Última versión (cf. el 585-586 de Queremón) del episodio de Tírea. Considerado en el lema como anónimo o de Simónides, es un epitafio colectivo de los Espartanos allí muertos contra los Ináquidas o Argivos (cf. el 446 de Nicandro). Aquí se nos aclara el contenido de la inscripción hecha por Otríadas con sangre en su escudo, pero en forma inadecuada, pues la ciudad no quedaba conquistada por los Lacedemonios: Plutarco (Mor. 306 b) dice que la verdadera inscripción era Al Zeus de los trofeos y un texto en Estobeo (III 7, 68) menciona Los Lacedemonios contra los Argivos. El epigrama prevé que algún Argivo, como Alcenor y Cromio, haya sobrevivido, pero será un cobarde fugitivo como Adrasto, rey de Argos, único jefe que se salvó de la expedición de los Siete contra Tebas (cf. el 535 de Alceo) por haber escapado. Sobre el lema, cf. el 515 de Dioscórides.

He aquí, patria Esparta, a trescientos que a Tírea en torno

luchamos con el mismo número de Ináquidas

sin volver la cabeza, mas dando la vida en el punto

en que el pie apostamos al entrar en combate.

Y el escudo de Otriadas, cubierto de sangre valiente,

proclama: «Tírea es, Zeus, de los Lacedemonios».

Y si al hado escapó algún Argivo, será hijo de Adrasto:

para Esparta la muerte no es morir, mas la huida.