DIOTIMO

Aunque Meleagro (776, 27) solamente menciona a un Diotimo al que asigna el manzano, hay que contar al menos con tres personajes de este nombre. Diotimo de Mileto, autor de V 106, no incluido aquí por ser posthelenístico, podría ser también el de 353-354, en los que tal vez se observen ciertos rasgos más modernos. Diotimo de Atenas, hijo de Diopites, era un hombre público de dicha ciudad bien conocido y citado (cf. su intr.) por Demóstenes (XVIII 114 y XXI 208): el lema le atribuye el 348, y se ha supuesto que de él pudiera proceder también el 349. Esto nos dejaría con seis epigramas helenísticos (346-347, 350-352 y 355, este último con atribución también a Leónidas, de quien parece haber ecos en él y en 352), que podrían pertenecer a un tercer Diotimo de la primera mitad del s. III, el de Adramitio, del que hablábamos respecto al 238 de Asclepíades.

346 (VI 267)

Dedicación de un relieve en que aparecían sin duda Ártemis portadora de una antorcha y las Gracias; éstas pueden pasearse por el bello bosquecillo anejo a la hermosa casa, propiedad sin duda de un juez o cosa parecida, sin temor a estropear la yerba con sus delicados pies.

Ártemis, yérgase aquí protectora tu tea

en la hacienda de Polis y otórgales a todos

a raudales tu luz deleitable, que a tientas no es fácil

manejar la balanza de la recta justicia

de Zeus; y que puedan las Gracias pisar con sandalias

aladas las flores, Ártemis, del recinto.

347 (VII 227)

Dice el lema que Crinágoras era de Larisa, ciudad importante (cf. el 140 de Leónidas), no apropiada, por tanto, para el tema de este epigrama, que a una patria pequeña corresponde también una modesta tumba.

No es más terrible el león en los montes que el hijo

de Micón, Crinágoras, en el bélico estruendo.

Disculpa su humilde sepulcro; pequeña es su patria,

mas capaz de engendrar valientes en la guerra.

348 (VII 420)

Las esperanzas de los hombres son diosas ágiles, porque pasan veloces y se marchitan en seguida; en el verso 3 puede darse un hecho real (Lesbón el flautista habría figurado en el séquito de algún rey persa) o una metáfora (vivió feliz como un rey), y a continuación es rara la mención de los Amores; en los dos adjetivos del verso 5 no hay probablemente sinonimia, sino alusión respectiva a música y letra de los poemas.

Ágil es la esperanza del hombre; si no, de este modo

el Hades, que el dolor mitiga, no envolviera

a Lesbón, que viajó con el rey. Adiós, pues, los Amores

y las más ligeras de entre las inmortales.

Inaudibles y mudas yaced, ¡oh, las flautas tañidas

por él! Nada Aqueronte sabe de odas y coros.

349 (VII 261)

Comentarios sobre una muerte en cierto modo antinatural.

¿Para qué los dolores del parto, por qué tener hijos

la que pare si tiene que ver la muerte de ellos?

Al soltero Bianor un sepulcro ha erigido su madre

que debió haber sido por él enterrada.

350 (VII 475)

Escílide se acabaría de casar; al morir su marido parece lo normal que hubiera vuelto a la casa de su padre, pero no tuvo tiempo para ello, porque se puso enferma y pereció al poco tiempo.

Llorando en su hogar con dolor por Evágoras, hijo

de Hegémaco y su esposo, llegó Escílide, la de

Polieno, a las puertas del Hades y viuda no pudo

volver la infeliz a la casa paterna,

mas, pasados dos meses, fue presa infeliz de dañina

y triste consunción de su alma. Lastimero

monumento de amor de uno y otro es la tumba que se alza

junto a la encrucijada por que pasan las gentes.

351 (VII 733)

Al parecer, el epigrama comenta una estatua o relieve, pero no se ve claro cómo puede apreciarse en la representación gráfica que las viejas son pacíficas. Anaxo y Clino, después de una vida ejemplar, tuvieron la suerte de morir a la vez nueve días antes de cumplir ochenta años y de no sobrevivir a sus familiares ahorrándose así la pena de sus pérdidas.

De estas pacíficas viejas, las hijas gemelas

de Epícrates, una, Clino, sacerdotisa

de las Gracias fue en vida, y Anaxo dio culto a Deméter

la patrona; y faltáronnos tan sólo nueve soles

para haber alcanzado tal suerte cumplidos ochenta

años: longevas suelen ser las gentes piadosas.

Pues a hijos y esposos amamos, benigno fue el Hades

para estas ancianas que antes que ellos murieron.

352 (VI 358)

El cipasis (cf. el 85 de Leónidas) se exhibía quizás en el templo de Éfeso; Ónfale era la reina legendaria de Lidia con quien tuvo amores Heracles, y la prenda se contaría que había sido ofrecida por la soberana, como en el epigrama citado y en el 18 de Perses, después del nacimiento de uno de los hijos del héroe.

Salve, lujoso cipasis, que en tiempos la lida

Ónfale se quitaba para el amor de Heracles.

Feliz fuiste entonces, cipasis, y ahora dichoso,

pues a Ártemis llegaste y a su áureo santuario.

353 (IX 391)

Descripción de una pintura o grupo escultórico en que Anteo está ya caído; se trata del mítico rey de Libia, hijo de Posidón y de Tierra, que obligaba a los extranjeros a luchar con él, hasta que Heracles le derrotó, como es natural, pues Zeus, padre de este héroe, es más poderoso que su hermano divino y Argos, su patria, es país de buenos luchadores. No hallamos, sin embargo, alusión a la leyenda según la cual Anteo, cada vez que tocaba la tierra, recibía nuevas fuerzas de su madre, por lo que Heracles tuvo que matarle mientras le retenía en el aire con la otra mano. Un caldero de bronce (cf. el 29 de Ánite) podía ser uno de los premios (cf. Píndaro, N. X 23) de los juegos con que se celebraba a Hera (cf. tal vez el 7 de Faleco) en la citada Argos.

Su fuerza en las pruebas de la áspera lucha ejercitan

aquí de Posidón y de Zeus los retoños

y no se disputan en premio un broncíneo caldero,

sino quién obtendrá la vida o la muerte.

Anteo cayó; con razón vence Heracles, el hijo

de Zeus; a Argivos cuadra, no a Libios, la palestra.

354 (XVI 158)

Al parecer el poeta lee una inscripción de una estatua y aprueba, en conversación con un interlocutor, que la imagen de la diosa esté en un templo a ella dedicado. Se nota que es hija de Zeus por la postura gallarda en que está representada como una valiente muchacha capaz de acabar con toda la caza del mundo (cf. el 124 de Leónidas y 295 de Calimaco).

«Ártemis soy», con razón, y aquí el bronce demuestra

bien que es hija de Zeus y no de ningún otro.

Fíjate en el valor de la diosa; diráse sin duda:

«Para ella cazadero menguado es todo el mundo».

355 (VII 173)

Es un poema de cierta calidad, superior a ninguno de los conocidos de los varios Diotimos, eco (o fuente) de Teócrito (Id. XI 12-13). La adscripción alternativa a Leónidas del lema puede deberse a que el nombre del herido por un rayo aparece citado en el 88 (cf. un boyero también en el 133).

Solas de noche al aprisco las vacas vinieron

del monte, cubiertas de nieve abundante,

y, en cambio, Terímaco, herido del fuego celeste,

debajo de una encina duerme el sueño eterno.