FANIAS

Los lemas de 587 y 591 le llaman Fenias, pero el nombre correcto aparece en Meleagro (776, 54), donde se cita una flor que tendría el color del lapislázuli y por ello habría recibido de él su denominación. En el de 594, donde hay atribución alternativa, se le llama gramático, ignoramos por qué, y en 591 emplea, para referirse a la aceituna, un vocablo latino, lo cual indica fecha tardía y contactos con Italia. Imita a Leónidas en 591 y a Alceo en 587.

587 (XII 31)

Pánfilo se va haciendo mayor, como otros muchachos en el 540-541 de Alceo; pronto dejará de ser el mozo deseado para sumarse a la normalidad del amor heterosexual o buscar él también compañeros más jóvenes. Debe, pues, aprovechar el tiempo. No está claro por qué se invoca a Temis, la diosa de la justicia.

Sí, por Temis lo juro y la taza de vino en que floto,

poco es el tiempo, Pánfilo, de amor que te queda.

Ya el vello en tu muslo y mejilla florece; ya es otra

locura amorosa la que va a poseerte.

Mas, si quedan en ti vagas huellas o chispas, no dudes

ni te abstengas; amiga la ocasión es de Eros.

588 (VI 294)

Un maestro retirado (cf. el 190 de Arato) dedica a Hermes los enseres de su oficio, entre ellos un bastón (cf. el 530 de Aristón) que tal vez servía de puntero o para castigos graves; varios utensilios para azotar a los alumnos ignorantes o rebeldes, entre ellos la caña o férula con que, hay que suponer que suavemente, se solía golpear las cabezas; un zapato grueso como el que veremos en 724 y que, deteriorado, ha quedado reducido a una poco peligrosa suela; y el gorrillo que le preservaba de las inclemencias del triste local.

El bastón que sus pasos guió, la correa, la siempre

preparada férula que la sien de los niños

golpeaba, la fusta aceitada y flexible, la suela

de sandalia, el bonete que su cabeza calva

cubría, Calón, impedido en sus miembros seniles,

a Hermes como instrumentos del magisterio ofrenda.

589 (VI 295)

Ofrenda de un escriba que, al obtener un modesto empleo en algo relacionado con los impuestos que la hará mejorar de vida, dedica a las Musas (cf. el 502 de Discórides) los instrumentos de su ocupación: cortaplumas, limpiaplumas (una esponja para las cañas, entre las que eran famosas las de Cnido, cf. el 274 de Heraclito, según Plin. N. H. XVI 157), regla (paralelamente a ella se deslizaba rodando un disco de plomo que con su borde marcaba el renglón sobre el que luego se escribía y que, puesto horizontalmente encima del papiro, lo alisaba), la tinta negra, la piedra pómez empleada para suprimir o allanar rugosidades, el compás cuyas dos patas se podían separar y que no sólo servía para hacer circunferencias, sino también para marcar puntos y señalar distancias en la página, el bloque de tinta en polvo coloreada.

La navaja que talla las plumas, la esponja que enjuga

las cañas de Cnido, la regla que encuadra

la página y marca el renglón como guía a la pesa

de alinear, el tintero con la piedra pómez

que alisa, el compás de tornillo y la roja pastilla

brillante a las Piérides ofrendó Acestondas

como enseres de mísero oficio cuando hubo obtenido

un mendrugo en el rico festín de la alcabala.

590 (VI 297)

Un labrador deformado por el trabajo ha hallado al cavar un tesoro, lo que le permite dejar su oficio y ofrendar a Atenea sus aperos; de ellos son particularmente oscuros la traba (quizás usada para animales) y soporte; todos los demás son útiles propios de un cavador.

Álcimo un gario mellado y un trozo de azada

sonora al que falta su mango de olivo;

la traba y soporte, la maza que aplasta terrones

en el campo, un pico de cavador mocho

y el rastrillo que barre con unas espuertas zurcidas

para acarrear tierra consagró en el atrio

de Atenea al hallar un tesoro; si tal no encontrara,

encorvados al Hades llegaran sus lomos.

591 (VI 299)

Humilde ofrenda (sobre el vino, cf. el 178 de Leónidas) a Hermes (cf. el 571 de Hermocreonte) y Afrodita (cf. el 366 de Teócrito) junto a algún santuario o santuarios situados cerca del mar: si vienen mejores tiempos, se ofrecerá algo más sustancioso (cf. el 120 de Leónidas, que igualmente aporta de momento uvas e higos, y también el 181 del mismo y nótese lo dicho en intr.).

Un racimo de espléndidas uvas te está destinado,

Hermes del camino, y un trozo de pingüe

galleta cocida y un higo maduro con una

aceituna y cortezas de queso de bola,

harina creteide, un montón de molidos garbanzos

y los dones de Baco que al yantar acompañen.

Que ello a Cipris complazca también, que es mi diosa, y os digo

que he de sacrificar un cabrito en la playa.

592 (VI 304)

El poeta ha bajado a la orilla del mar y llama a un pescador que todavía se afana en las rocas para ver qué mercancía le ofrece. Las especies están traducidas en forma aproximada: uno de los peces fue citado en el 150 de Leónidas y lleva el mismo nombre del ave mencionada en el 484 de Riano. Sobre el retel, cf. el 420 de Hegesipo.

Pescador de la playa, desciende a la arena dejando

tu roca y mira; soy comprador que madruga.

Si cogió tu retel una boga o pajel o algún tordo

de mar o tal vez una dorada o sargo,

dirás que oportuno llegué, pues prefiero a la carne

pescados que sazonen mi seco mendrugo.

Mas si traes peces ricos en raspas, sardinas o arenques,

que te aprovechen: no es de piedra mi gaznate.

593 (VI 307)

Un barbero se paso a la Filosofía (y precisamente a la epicúrea, caracterizada por el jardín, cf. el 27 de Menandro, porque el nombre de su fundador Epicuro recuerda en griego a la palabra barbería) dejando sus enseres, alguno deteriorado como las tijeras, pero luego no descolló, como esperaba, en la escuela, lo que le hubiera permitido ganarse la vida de otro modo, y tuvo que volver a su oficio. Lápita era una ciudad de Tesalia.

El lienzo que el pelo recoge, el espejo y el trozo

de fieltro en que sus chismes secaba, el lapitano

Eugates dejó con el peine de caña y tijeras

sin mango y los punzones para limpiar las uñas,

cuchillas, navaja y sillón y al jardín de Epicuro

saltó como hortelano desde su barbería.

Allí como el que oye llover escuchaba y se hubiera

muerto de hambre si no llega a volver a su arte.

594 (VII 537)

Como en el 25 de Perses, también aquí el lema piensa en Teófanes (cf. intr.) frente a Fanias. Lisis, en vez de sepultar a su padre, como es ley de vida, tuvo que preparar un sepulcro para su hijo. Al parecer éste había muerto fuera de casa y se esperaba su cadáver, pues se le hizo una verdadera sepultura, pero el muerto no llegó y el lugar se convirtió en cenotafio.

Vacío está el túmulo aquí preparado por Lisis

no en honor de su padre, sino cumpliendo el rito

con el nombre de un hijo a quien llora, mas nunca llegaron

a los progenitores de Mantíteo sus restos.