POSIDIPO

Aunque tenemos más datos de él que de Asclepíades (cuya intr. puede verse respecto al emblema floral atribuido por Meleagro a Posidipo), tampoco es posible reconstruir su biografía. Una inscripción de la ciudad etolia de Termo concede, el 264 o 263, la proxema (cf. el 17 de Perses) a un tal Posidipo de Pela (cf. intr. a Teócrito de Quíos), lo que explicaría, al menos en parte, que le puedan ser atribuidos 268-269. Si bien sabemos de otro Posidipo de aquel país, un autor de comedias probablemente contemporáneo de él que (cf. 265) actuó en Atenas, existen probabilidades de que el así honrado sea el epigramatista, porque en una mediocre elegía fragmentariamente conservada en las tablillas de cera del Pap. Berol. 14283, donde se lamentan las desdichas de la vejez, leemos que se pide a las Musas que acudan a Tebas (¿sería la ciudad egipcia, cf. lo que más abajo decimos?) e inspiren a Posidipo el de Pela para que sus compatriotas le erijan, libro en mano, una estatua en la plaza y para que le honren los Macedones y los moradores de Jonia (cf. el 224 de Asclepíades) y Asia: esto podría relacionarse con el fr. 6 Pow. del yambógrafo Fénix de Colofón (cf. el 233 de Asclepíades), que se dirige a Posidipo (pero el nombre parece haber sido relativamente frecuente), y aquello quizá con la afinidad entre este autor y Asclepíades y Hédilo a que nos referíamos, con alusión a dobles atribuciones de los lemas de 226-231, en la intr. al primero.

Si, volviendo a la inscripción, era ya conocido hacia el 260, no pudo nacer después del 280: y esto concuerda con el hecho de que 255-256 deben de ser algo anteriores al 270, y 231, con su alusión a Berenice, un poco más antiguo, sea o no de Posidipo.

En 244 (lo que hace posible, como en el caso de 259, una conexión con Atenas) se habla de Zenón y Oleantes. Esto, aparte de indicar un temperamento estudioso (cf. 249 e incluso 250, y sabemos, cf, intr. a Asclepíades, que también él tenía ideas propias en cuanto a crítica literaria), nos introduce en el mundo de la escuela estoica del Pórtico (aunque no sea necesario suponer que él fue un discípulo de ella, nótese que la expresión en 244 es irónica) y nos permite deducciones cronológicas. Zenón murió el 262 y Oleantes, que le sucedió como escolarca, llevaba veinte años con él; el epigrama pudo ser escrito hacia el 275 o 270, y el nacimiento de Posidipo cabría situarlo no lejos del 310.

Tuvo más relación con el Egipto ptolemaico (cf. supra) que los epigramatistas vistos hasta ahora: aparte de 254-256, compuestos para celebraciones oficiales, hallamos contactos con aquel país en 260. El Pap. Lond. 589 contiene al parecer el título de una antología de epigramas con los nombres de varios epigramatistas (Leónidas, quizás Hédilo y Ánite y, desde luego, Posidipo) y, en el reverso, una elegía, tal vez no escrita por nuestro autor, en que se celebra el matrimonio de Ptolemeo Filadelfo con su primera esposa, Arsínoe (no la citada en el 76 de Duris, sino la igualmente llamada, hija del mismo Lisímaco allí mencionado), y cuyo final ofrece similitud respecto a 273.

También es notable que Posidipo haya compuesto una Etiopía, según el lema de 260, y posiblemente (Aten. 491 c) una Asopia (¿sobre el río beocio llamado Asopo?) o Esopia (quizá sobre Esopo, cf. el 116 de Leónidas); e igualmente versos elegiacos o epigramáticos perdidos sobre el sepulcro del héroe homérico Pándaro e incluso una obra acerca de la ciudad de Cnido en que se daban pormenores sobre la Afrodita (cf. el 173 de Leónidas) de Praxiteles. Muy diversas parecen tantas actividades literarias para un solo autor.

Por lo demás, sus epigramas (cf. las dudas de atribución que plantean 264-265) no son ni muy originales (en 248, 252-253, 258 y 261 hay claros ecos de Asclepíades) ni extraordinarios. Hallamos, como siempre, alusiones literarias (252, 260), descripciones de esculturas (257, 261-262) y de joyas (263), preparativos para una fiesta (253), epitafios (258 y el bello 264), sátira (259), un pesimismo no sabemos si de verdad muy sentido (265).

Su repertorio amoroso, al menos en lo conservado, es corto. La materia pederástica falta por completo. Si se exceptúan el bonito mensaje erótico de 247, los celos banales de 245, la felicitación a una cortesana comprensiva de 251, apenas quedan sino las usuales descripciones del tormento a que el amor, calificado con expresión sáfica (244), somete (246, 248, 250) a los pobres humanos.

244 (V 134)

Se trata de una jarra que al parecer tenía forma más bien panzuda y a la que se llama Cecrópide por proceder de las manufacturas cerámicas de Atenas, ciudad protegida por el héroe Cécrope. Hay alusión a los maestros de la escuela estoica (Zenón, comparado con un cisne por los valores literarios de su obra, aunque no era poeta, cf. el 141 de Leónidas, y tal vez por sus cabellos blancos; y Oleantes, éste sí poeta y autor de un hermoso himno a Zeus, cf. intr.) en un contexto general de contraste entre la Filosofía, fuera de lugar en los banquetes, y el amor, con un eco de Safo (fr. 130 L.-P.).

Viértenos, jarra cecrópide, el zumo de Baco;

el festín amistoso báñese en rocío;

cállense el cisne sapiente, Zenón, y la Musa

de Oleantes; preocúpenos Eros agridulce.

245 (V 186)

No me engaña, Filénide, el llanto que viertes, pues todo

lo sé: tú no quieres a nadie en absoluto

sino a mí mientras yaces conmigo, mas, si otro a tu lado

estuviera, dirías que más que a mí le amabas.

246 (V 211)

Cortejos y llantos, ¿por qué, sin dejarme del fuego

sacar los pies, me echáis a otra hoguera de Cipris

en amor incesante, pues siempre Pasión insensata

me trae dolor nuevo de parte de Afrodita?

247 (V 213)

Otro canto junto a una puerta cerrada. El amante, protegido por Eros y algo beodo (cf. el 234 de Asclepíades), ha conseguido llegar frente a la casa de la amada (sobre cuyo nombre cf. intr. al mismo autor) sin que le acometan los usuales salteadores nocturnos. Ahora habla con una sierva y le da una contraseña para que sepa la dama de quién se trata.

Si a alguien tiene Pitíade, me voy, mas, por Zeus, si se encuentra

durmiendo sola, dile que salga un poquito.

Contraseña será que, embriagado y sin miedo a ladrones,

llegué bajo la guía del temerario Eros.

248 (XII 45)

Imitación del 209 de Asclepíades.

Flechadme; soy único blanco de muchas saetas,

¡oh, Amores! Pero no temáis, insensatos;

si a mí me venciereis, famosos seréis en el mundo

como arqueros y dueños de una potente aljaba.

249 (XII 98)

Tormento de un alma cultivada (cf. 244 y una sátira de la erudición en el 138 de Leónidas) a la que su formación literaria sensibiliza, por así decirlo, para los males del amor.

Al cantor de las Musas atar la Pasión y acostarle

suele sobre espinos y chamuscar su cuerpo,

y su alma formada en los libros solloza la pobre

y contra la cruel divinidad protesta.

250 (XII 120)

Cf. 247.

Son buenas mis armas, no cedo y contigo combato

aun siendo mortal; no me ataques, Eros.

Si me encuentras beodo podrás a traición cautivarme,

mas, si sereno estoy, la razón me defiende.

251 (XII 131)

Invocación a Cipris, mencionada con los lugares (cf. el 50 de Ánite, 173 de Leónidas y 228 de Asclepíades) en que se le dedica especial culto (al parecer Siria gozaba de buena reputación en cuanto a cría caballar), para que otorgue sus favores a una hetera complaciente, sobre cuyo nombre cf. intr. a Asclepíades.

Tú, que proteges a Chipre y Citera y Mileto

y las bellas tierras de la hípica Siria,

acude clemente a Calistion, pues nunca al amante

mandó que se alejase del atrio de su casa.

252 (XII 168)

Mención honorífica de Nano, la flautista, a quien iba dirigido el libro de poemas amorosos del elegiaco arcaico Mimnermo de Colofón, y de Lide, sobre la cual cf. el 224 de Asclepíades; y luego, nuevos brindis en que, con embriaguez amorosa (cf. 250), se ordena a Heliodoro, un esclavo o tal vez un amigo, que escancie. Entre los versos 4 y 5 hay otros dos que parecen espurios y en que se mencionan, con Hesíodo (cf. el 237 de Asclepíades) y Homero, Mnemósine, madre de las Musas, y éstas mismas.

Escancia por Nano y por Lide y también por Mimnermo

el experto en amores y por el casto Antímaco;

la quinta resérvamela y para todo el que ame

puedes escanciar, Heliodoro, la sexta.

Llena hasta el borde la quiero beber, pues, beodo

o sereno, ni a Cipris ni a Eros tampoco olvido.

253 (V 183)

Un mimo como el 218 de Asclepíades, pero no muy logrado: el organizador de la fiesta habla con el muchacho que le sirve. Se hace referencia a un recipiente de los que se utilizarían (cf. el 106 de Leónidas) para el famoso vino de Quíos (cf. el 223 de Asclepíades): su cabida total sería de cuatro coes, doce quénices (cf. el 217 de Asclepíades), alrededor de trece litros, pero el anfitrión, teniendo en cuenta que el vino ha de mezclarse con agua, cree que va a bastar con la mitad. Aristio es el tabernero; la hora quinta equivale a las once de la mañana aproximadamente, en que comenzaría la comida para continuarse con libaciones por la tarde.

Cuatro invitados habrá, cada cual con su amada:

¿para el total de ocho bastará un solo Quío?

Vete, niño, a la casa de Aristio y que mande en seguida

uno medio lleno, porque eso son dos coes

ampliamente, y aun creo que más. Corre, pues, que tenemos

que estar aquí todos juntos a la hora quinta.

254 (Pap. Didot)

Inscripción con que el político y arquitecto Sóstrato de Cnido (cf. el 173 de Leónidas), amigo de los Ptolemeos, consagró, alrededor del 280, el gran faro de Alejandría, llamado así en lo sucesivo precisamente por estar en la extremidad E. de la entonces isla de Faros, en que se situaba al héroe mitológico Proteo. Alejandría, cuyo puerto oriental estaba protegido al O. por la isla, necesitaba una señal para los navegantes, pues lo llano del terreno hacía que les fuera difícil encontrar la entrada, por ejemplo, una de las bocas del puerto en que había una roca en forma de toro. El monumento se ofrenda a Zeus Salvador (cf. el 137 de Leónidas), advocación muy adecuada para marineros en momentos de apuro, pero también hay una clara alusión a Ptolemeo Soter, que mandó construir el faro, después de lo cual Ptolemeo Filadelfo, en cuyo reinado iba a terminarse la obra, deificó a su padre y a su madre Berenice (cf. el 231 de Asclepíades) como salvadores. Sabemos que Posidipo escribió un epigrama sobre una mujer que era muy glotona y que tocó el clarín en la correspondiente procesión. El estadio equivale a 400 codos, es decir, unos 180 metros (cf. el 7 de Faleco y 222 de Asclepíades).

Al vigía de Faros alzó, soberano Proteo,

Sóstrato el de Dexífanes, el cnidio, en defensa

de los Helenos; pues no hay atalayas ni montes

en Egipto y el puerto se halla en una llanura.

Por eso esta torre, cortando tajante los aires,

se deja ver de día desde muchos estadios

de distancia y de noche podrá el navegante que corra

por las aguas ver el gran fuego que arda

en su cima y su nave hacia el Tauro embocar sin peligro,

Proteo, de que Zeus Salvador no le ayude.

255 (Pap. Didot)

Al E. de Alejandría (Libia aquí es sinónimo de Egipto) se encuentra una estrecha cinta de tierra entre el lago Mareótide y la orilla occidental del brazo también occidental y más importante del Nilo, el Canópico, orilla en la cual, directamente comunicada por tierra con Alejandría, se halla la ciudad de Canopo (así las costas de Faros significa aquí en puridad el mar que baña la isla de Faros, cf. 254, y Alejandría). En dicha cinta se encuentra un promontorio llamado Cefirión por estar orientado al O., esto es, al viento céfiro, al que aquí se da este adjetivo por venir aproximadamente de Italia, y en el que Calícrates de Samos, almirante y colaborador de Ptolemeo Filadelfo, erigió, tal vez en vida todavía de la reina (cf. el 76 de Duris, 227 y 231 de Asclepíades e intr.), un santuario en que se la honraba como Arsínoe Afrodita o Cefiritis, al que más tarde, en 247, Berenice dedicó un rizo de su pelo para que su esposo Ptolemeo Evérgetes volviera indemne de la guerra siria. Ésta es la inscripción dedicatoria: al final hallamos una bella metáfora que indica que no sólo encontrarán refugio en el santuario los navegantes, pescadores, etc., en caso de temporal, sino también las mujeres, cuyos problemas serán resueltos por la nueva Afrodita.

Ocupo un lugar bien visible que está entre las costas

de Faros y la boca canópica, una lengua

ventosa de Libia, la rica en rebaños, que mira

al ítalo céfiro; pues en ella Calícrates

me erigió y me dio nombre de modo que fuese santuario

consagrado a Cipris Arsínoe, la reina.

Venid, pues, a Afrodita la aquí Cefiritis llamada,

venid, pudorosas hijas de los Helenos,

y también los obreros del mar, que creó el almirante

un refugio eficaz contra todas las olas.

256 (Aten. 318 d)

Con destino al santuario mencionado respecto al epigrama anterior. Se entiende que los navegantes deberán invocar a Arsínoe desde el mar, en caso de peligro, o desde la tierra, antes de comenzar el viaje.

Saludad desde el mar o la tierra este templo de Cipris

Arsínoe, la esposa de Filadelfo, a la que

antes que nadie erigió como reina en la costa

del céfiro Calícrates el almirante; y ella

travesía feliz dará a aquel que la invoque y en pleno

temporal aceite derramará en las aguas.

257 (Aten. 412 d)

Teógenes era un famosísimo atleta, nacido hacia el 500, que obtuvo 1300 victorias en todos los juegos griegos y del que había (cf. el 7 de Faleco) muchas estatuas en Olimpia y otros lugares. Una de ellas, para la que escribe Posidipo, presentaba al atleta con la mano extendida; y como, de acuerdo con la proverbial glotonería de muchos atletas (cf. un tema parecido en el 140 de Leónidas), existía la leyenda de que Teógenes se había comido un toro él solo y de una sentada, Posidipo interpreta la postura de la estatua como alusiva a su voracidad y pedigüeñería. En los dos primeros versos al parecer se dice que, como la pequeña isla de Tasos, sita al N. del Egeo, de que era natural el deportista, no bastaba ya a nutrirle, tuvo que trasladarse a Meonia, otro nombre de Lidia.

Un toro comíme una vez por apuesta en Meonia

yo, Teógenes, pues Tasos no bastaba,

mi patria, a aportar las viandas que siempre pedía.

Por eso heme aquí en bronce y extendiendo la mano.

258 (VII 267)

Imitación del 222 de Asclepíades.

¿Por qué junto al mar me enterráis, navegantes? Muy lejos

debisteis erigir la desdichada tumba

de Nicetas. Yo tiemblo ante el ruido que muerte me diera,

pero, aun así, salud para quienes me lloren.

259 (Aten. 414 d)

Se trata de un famoso parásito y glotón ateniense (cf. 257) que vivió en la segunda mitad del s. IV y fue muy citado por los cómicos, como se ve al final: Posidipo no debió de conocerle en vida. Al principio se alude a cornejas que andarían picoteando los restos del banquete después de una fiesta nocturna; el verso 2 produce la impresión de una mala huesa abierta a toda prisa para un muerto no ilustre, al que no se amortaja, sino que se le entierra (sobre la prenda, cf. el 193 de Asclepíades) con su harapiento manto (eran bien conocidos los de Pelene, ciudad de la Acaya); en 3-4 hay una irónica invitación a los Atenienses, paisanos de Firómaco, para que le honren; en 5-6 parece como si el parásito, metido servilmente a defender a su dueño, hubiera tenido una pelea en una fiesta, lo que debía de ser corriente; en el 7 aceptamos una conjetura que nos le presenta con otra prenda mugrienta y la alcuza (cf. el 143 de Leónidas), bagaje muy adecuado para un parásito, carente de todo, pero a quien no podía faltar el aceite de después del baño; en 7-8, Calíope es una de las Musas y representa aquí genéricamente a todas; las fiestas Leneas, consagradas a Dioniso, eran aquellas en que se ponían en escena preferentemente comedias.

A Firómaco, el gran comilón, la corneja nocturna,

esta apenas cerrada fosa recubre, envuelto

en harapos de un manto pelénico. Ciñe su estela,

Ático, de guirnaldas y úngela si acaso

a ti alguna vez como un perro siguió a los festines,

cegato, sin dientes, lleno de moraduras,

con su calvo pellejo y su alcuza en la mano, que en tales

trajines le presenta la lenea Calíope.

260 (Aten. 596 c)

Nada sabemos de una obra de Posidipo llamada Etiopía en que, según el lema, citaba repetidamente a Dórica, amante del hermano mayor de Safo (cf. el 74 de Nóside); se trataba de una hetera del floreciente emporio de Náucratis, situado Nilo arriba en el brazo Canópico (cf. 255). Algunos la llaman Rodopis, probablemente confundiéndola con otra famosa cortesana egipcia. En el verso 2, la prenda es la citada por el 115 de Leónidas; en el 5 resulta raro el adjetivo, sobre todo en relación con Dórica, pues Safo la criticaba (cf. frs. 5 y 15 b L.-P.) por sus relaciones con su hermano; en el 6, columnas es la palabra técnica cuando se trata de rollos de papiro, todavía no estructurados, como los códices, en páginas, y el adjetivo sustituye al literal blancas porque no puede tener sino valor metafórico, siendo pardos los citados rollos; en el 7 choca otra vez el adjetivo, dada la mala reputación de la hetera, y así parece indicar que el epigrama se concebía como ligado a algún monumento; en 7-8 la idea es mientras Náucratis sea un gran puerto; sobre la red, cf. el 68 de Nóside.

Dórica, polvo tus huesos son ya y de tu pelo

la red y el ropaje perfumado con que

en tiempos, unido tu cuerpo a la piel del amable

Caraxo, bebíais en copas nocturnas.

Perduran, en cambio, hoy y siempre las odas queridas

de Safo, las lúcidas columnas cantoras

de tu nombre dichoso, que así, mientras zarpen las naves

del Nilo hacia la mar, celebrará Náucratis.

261 (XVI 119)

Se trata de una de las varias estatuas de Alejandro Magno en bronce que hizo Lisipo (cf. el 235 de Asclepíades). La fiereza de la expresión justifica la proverbial cobardía de los Persas derrotados por él.

Lisipo, escultor de Sición, mano audaz, artesano

magistral, son de fuego los ojos de la efigie

con que en bronce a Alejandro fundiste. No más a los Persas

se culpe. ¿No han de huir ante el león los bueyes?

262 (XVI 275)

Hay varias descripciones de la famosa Ocasión de Lisipo, que quizá se hallaba en el atrio de algún templo de Sición (cf. 261), pero que más tarde pasó a Constantinopla. La figura estaba sobre una bola, significándose así la inestabilidad de lo ocasional; llevaba ceñidas a los tobillos las correas con alas que los Romanos llamaban talaria y que a tantas divinidades se atribuyen; en la mano, una navaja, con alusión bien a la instantaneidad con que este instrumento corta, bien a la estrechez de su filo como símbolo también de inestabilidad; el cabello muy largo por delante, como indicación de que cualquier hombre prevenido puede asir la oportunidad fácilmente, y pelado por detrás, porque, una vez pasada la ocasión, no puede recuperarse.

—¿Dónde nació el escultor? —En Sición. —¿Fue su nombre?

—Lisipo. —Y tú, ¿quién eres? —La Ocasión poderosa.

—¿Por qué vas de puntillas? —Corriendo estoy siempre. —Y las alas

en los pies, ¿por qué? —Vuelo como el viento.

—¿Y por qué esa navaja en la diestra te veo? —A los hombres

muestro que más veloz soy que cualquier instante.

—¿Y el cabello en los ojos? —Asírmelo puede el que salga

a mi encuentro. —¿Y por qué lo de atrás está calvo?

—Una vez que he pasado con rápidos pies, nadie luego,

aun deseándolo, puede por detrás agarrarme.

—¿Y por qué te ha esculpido el artista? —Me puso en el atrio

como enseñanza, amigo, para todos vosotros.

263 (Tzetz. Chil. VII 660)

Se trata de una piedra preciosa que los Romanos llamaban draconitis o dracontia (cf. Plinio, N. H. XXXVII 158) y que se creía que salía de la cabeza de las serpientes, pero con la particularidad de que había que decapitarlas vivas, pues, en otro caso, al morir el animal, la piedra perdía su brillo; por lo cual se empleaban diversos sistemas para adormecer a la serpiente y poderle dar muerte con facilidad (en el verso 1, referencia probable a un torrente, considerado como lugar apto para la producción de piedras preciosas; los antiguos atribuían una especie de barba a algunos tipos de serpiente). En este caso, un tallista (cf. el 236 de Asclepíades) de vista prodigiosa (se alude al héroe mítico Linceo, la agudeza de cuya visión era proverbial) ha aprovechado una de las pequeñísimas manchas blancas para grabar en ella un carro, tan minúsculo, que no se ve a simple vista, sino solamente cuando, utilizada la piedra como sello, deja impronta en una materia blanda.

No ha nacido a la orilla de un río cantor esta piedra

que reluce con blancos destellos; de una sierpe

la cabeza barbada prodújola. En ella una vista

lincea talló un carro del tamaño de esas

manchas que tienen las uñas, visible en la impronta,

pero que nadie aprecia sobre la piedra lisa.

Gran milagro, es, por cierto, que esfuerzo tan grande y penoso

los ojos del tallista no haya estropeado.

264 (VII 170)

El lema no sabe si atribuir a Posidipo o Calimaco este hermoso poema, inspirado probablemente en una estatua sepulcral (cf. el 153 de Leónidas) que representaba a una madre con un niño acostado sobre sus rodillas. Arquianacte cayó, atraído por el reflejo de su pequeña figura en el agua; su madre logró sacarle con vida, y así no fue profanado por la muerte el santuario de las ninfas que es en cierto modo el pozo, pero el niño murió en su regazo.

Tres años tenía Arquianacte, al que, cerca de un pozo,

la imagen mentirosa de su bulto atrajo.

Presurosa a su niño empapado la madre del agua

sacó por ver si en él quedaba algo de vida.

Y así sin agravio a las ninfas durmió el sueño eterno

sobre las rodillas de su madre acostado.

265 (IX 359)

En el lema se hace referencia a Posidipo o Platón el cómico o Crates el cínico (cf. el 161 de Leónidas) como autor: ¿se tratará tal vez del cómico Posidipo, citado en intr.? Es un epigrama profundamente pesimista, con un tópico al final que se encuentra en toda la Literatura desde el verso 425 de Teognis.

¿Qué modo de vida elegir? En el ágora hay luchas

y asuntos penosos, en casa cuidados,

en el campo trabajos sin fin, en los mares terrores;

en tierra extranjera, miedo si algo tienes,

desamparo si nada posees. ¿Te casas? Problemas

hallarás. ¿No te casas? Te encontrarás más solo.

Son los hijos zozobra, miseria la vida sin ellos.

Insensato es el joven; el viejo, en cambio, débil.

No nos resta sino una de dos, o no haber a este mundo

llegado o morir apenas nacidos.

266 (V 215)

Atribuido a Posidipo por un lema, parece ser de Meleagro y lo damos, en efecto, como 829.

267 (Pap. Tebt. 3)

En el papiro citado en el 239 de Asclepíades aparecen atribuidos a Posidipo, del que pueden no proceder, versos en que se lee Musas queridas, el escrito es … por la sabiduría de las palabras … a un hombre y es para mí como un hermano … de los que saben cosas hermosas.

268 (Inscr. IG. IX2 51)

Inscripción de hacia el año 285, conservada en Termo (cf. intr.): epitafio que acompaña a la estatua (cf. 264) de Escorpión, jefe de caballería muerto en acción de guerra cerca de Titrón o Titronio, en la Fócide (cf. intr. a Faleco), posiblemente en hostilidades relacionadas con los hechos mencionados en 272. Los Enidas son descendientes de Eneo, rey mítico de Calidón, ciudad de Etolia (cf. el 240 de Fédimo).

Cuando a caballo luchabas en áureo bosque

te mató en las frondas de Titrón la focea

un escuadrón enemigo que oculto se hallaba:

digno, pues, de tu patria fuiste y de los Enidas.

Tu padre, Dracón, junto al trípode puso de Apolo

este recuerdo en bronce de tu figura, que, aunque

con los muertos estés, dará luz, Escorpión, a tu hazaña,

porque nunca perece la virtud del bravo.

269 (Inscr. IG. IX1 298)

De una basa hallada en la ciudad acamania de Tirreo. Esta vez (cf. 268) el muerto había caído heroicamente ante los Etolos: la cita del famoso poeta arcaico Tirteo, cantor del heroísmo, no lleva consigo forzosamente el hecho de que el difunto sea espartano (Laconia, como es sabido, es la región de que es ciudad principal Esparta), sino que más bien debe de tratarse de un culto ciudadano de Acarnania, región del NO. de Grecia.

Aquí oculta el polvo que cubre a los hombres gloriosos,

viajero, a Timócrito, querido por las Musas,

que, combatiendo a los hijos de Etolia en defensa

de su patria, optó por la victoria o muerte.

Y, al caer en la lucha, infinito dolor a su padre

dejó sin olvidar su educación virtuosa,

pues, guardando en su pecho a Tirteo y sus versos laconios,

prefirió el valor antes que la vida.

270 (Inscr. IG. IX1 270)

En honor de Nicasícoro, un Locro de Opunte (cf. el 37 de Ánite) que ocupó cargos en su país, demostrando ser incorruptible, e intervino en acciones militares como Beotarco e hiparco con ocasión de acontecimientos en que existían estrechos lazos incluso políticos entre Beocia y la Lócride.

Protege a jinete y corcel, porque de los Beocios

vencedores el hijo de Polícrito es jefe,

que dos veces ya a la segura victoria condujo

con valor aprendido de su antigua estirpe

y ahora, triunfando a caballo, en famosa convierte

a Opunte con la gloria de su espíritu y manos.

Y tampoco en sus cargos dejó que el dinero frenara

su ardor cuando la ley civil se establecía.

Por lo cual Nicasícoro fama inmortal tendrá siempre:

no hay mejor gobernante que la pura confianza.

271 (Inscr. Delf.)

Se concede la proxenia (cf. intr.) por parte de la anfictionía délfica, comunidad religioso-política establecida en torno al oráculo, a Xenón y su hijo Diocles, naturales de Opunte (cf. 270), que han hecho ricos donativos al templo de Apolo, llamado aquí por primera vez Febo.

Éstos dieron primicias antaño al santuario de Apolo

honrando a su patria y a sus insignes padres:

oro y plata a la casa de Febo ofrendaron y gloria

imperecedera prefirieron al lucro.

La anfictiónide entera por ello les honra y en Delfos

les concede proxenia que tendrán por suya.

272 (Inscr. Delf.)

Sigue un largo texto que forma parte de toda una serie destinada a honrar las hazañas de Jantipo, hijo de Anfáreto, caudillo y gobernante de la Fócide (Omito es el hijo del héroe corintio Sísifo y padre de Foco, epónimo mítico del país), que, siendo jovencísimo, hizo levantar (cf. el 17 de Perses) a Casandro, entre el 304 y el 301, el asedio de Elatea, ciudad de la Fócide (cf. 268), por lo cual los Foceos, según cuenta Pausanias (X 18, 7), enviaron a Delfos o Pito (cf. 271) un león de bronce al que, por lo visto, agregaron una estatua de Jantipo con una inscripción en prosa; más tarde, entre el 284 y el 281, volvió a liberar a Elatea de Antígono Gonatas, lo que provocó que el monumento fuera ampliado con una placa de bronce y un epigrama en verso:

(Los hombres valientes conservan sus bríos primeros,

Jantipo, y tú no en vano siendo mozo mostraste

tu soberbio valor cuando hiciste ceder a Casandro

la ciudad de Elatea, que volvió a la patria.

Y de que aun otras glorias a Fócide diste se entere

el viajero al mirar este bronce vecino).

Pero aún realizó otra proeza, esta vez de carácter pacífico, con la negociación en que obtuvo de Lisímaco (cf. el 76 de Duris) una subvención con la que se pudo conseguir la retirada de otro ejército invasor, a lo que alude esta tercera inscripción.

Así es menester ante el pítico Febo jactarse

siempre, como este hombre bienhechor de la Hélade.

Pues puede decir que dos veces su acción valerosa

a su patria libró del tiránico yugo

cuando estaba ocupada Elatea, en los tiempos primeros

y en la flor de su edad con fatigosa lucha.

Éste fue quien también convenció y se ganó la sincera

amistad de Lisímaco, rey de Macedonia,

y el oro se trajo que pudo salvar las ciudades

y antiguos edificios de los hijos de Órnito.

Por eso, extranjero, diez veces su jefe le hicieron

los Foceos todos con grandes alabanzas.

Diga, pues, quien contemple a Jantipo, de Anfáreto el hijo:

«Mira qué grandes premios los buenos consiguen».

273 (Pap. Cair. 65445)

Puede haber sido escrito por Posidipo un epigrama que se conserva de modo fragmentario. En él, tras una cita de Ptolemeo, probablemente Filadelfo, en la parte lacunosa, se felicita a los destinatarios de un regalo real: la fuente que alguien, no sabemos quién, ha construido. Su caño y pilón están rodeados de un ninfeo semicircular adornado con columnas que aquí se describen, como también su estilo jónico; el mármol de Paros (cf. el 154 de Leónidas) en que está construida cada una de ellas (el nombre que aquí se da al material lo solían explicar los antiguos asegurando que en las canteras había que trabajar bajo tierra y con luz); la basa de las columnas, hecha en granito de Siene, ciudad de Egipto, con molduras en media caña; el mismo caño, compuesto por una boca de león esculpida en piedra del Himeto, monte del Ática; las esculturas, en fin, del propio Ptolemeo y de Arsínoe (ignoramos, cf. el 76 de Duris e intr., cuál de las dos, pero nos inclinamos a la primera), con alusión a las ninfas Creníades o de las fuentes, con las que la reina se ponía en relación cultual mediante ceremonias anuales. Al final parece haber alguna implicación política.

… recibid su regalo contentos,

pues dotó a vuestra casa de un gran monumento de piedra

tras haber alumbrado la espléndida corriente

haciendo hemisférico el plano mediante una faja

de columnas jónicas en piedra candilera

que deja asomar entre estría y resalte el destello

de la moteada Siénide; tales son las columnas.

Y a través de la piedra de Himeto que el agua vomita,

vacíase pródiga la húmeda cisterna.

Y también modeló vuestra imagen con muelle trabajo

en rico mármol blanco, y en medio puso a Arsínoe,

que año tras año acompaña en el rito a las ninfas.

¡Traed el buen gobierno, Creniades, a esta fuente!