MNASALCES

En Ateneo (163 a) y el lema del 407 se dice de él (como cuyo símbolo, no sabemos por qué, aparece el pino en el 776, 16 de Meleagro) que es de Sición (cf. el 261 de Posidipo); y Teodóri-das, en el 438, aparte de referirse a él como autor de elegías y satirizar su estilo, le llama Plataídes en relación con Plateas, demo de aquella ciudad (Estr. IX 412). En el Anfiareo de Oropo (cf. el 189 de Arato) se encontró un decreto honorífico a favor de Mnasalces, hijo de Mnasipo, que puede ser nuestro autor o un pariente; y, si el 408 le pertenece, sería persona influyente en Orcómeno.

Su fecha está encuadrada (aparte de ecos sin gran valor cronológico, como en 402-403 del 359 de Simias) por sus imitaciones de Añile en poemas siempre (incluso en el 180, que parece de Leónidas) de cuatro versos (epigramas sobre animales, 401-404 como 36-39; para muchachas, 399-400 como 32-35; sobre el culto de Afrodita, 405 como 42); similitudes respecto a Nicias (cf. 395 frente a 78) y Calimaco (398 y 335); la mencionada burla de Teodóridas y el hecho claro de que en el 407 hay copia del 221 de Asclepíades con tinte estoico tomado a las doctrinas de Oleantes, sobre el cual cf. el 244 de Posidipo e intr. al mismo. Todo esto nos lleva al 250 o 240 como época de su madurez.

391 (XII 138)

Se empieza a ver ponerse las Pléyades por la mañana (cf. el 234 de Asclepíades) y la parra pierde sus hojas. Mejor sería que las guardara para dedicar a Antileonte, como representante de todos los mozos hermosos, una caída general de todas ellas a modo de homenaje vegetal.

¿Te apresuras, oh, parra, a tirar por los suelos tus hojas

porque ya las Cabrillas en el ocaso caen?

Espera a que duerma a tu sombra Antileonte su dulce

sueño y entonces viértelas en honor de los bellos.

392 (VI 268)

En el 63 de Mero un tal Cleónimo figura como oferente; hemos visto a Artemis cazadora en el 354 de Diotimo y perros venatorios en el 131 de Leónidas.

Esta imagen Cleónimo erígete; extiende tu mano,

Ártemis divina, sobre este cazadero,

tú, que recorres, señora, los montes umbrosos

corriendo entre terribles ladridos de tus canes.

393 (VI 9)

Un guerrero (sobre el tipo de arma, cf. el 88 de Leónidas) ofrenda a Apolo el arco y la aljaba ya vacía (cf. el 139 de Leónidas y, por ejemplo, el 248 de Posidipo); con las flechas no puede hacer lo mismo, porque quedaron en cuerpos de enemigos como mortales obsequios de los que solían hacerse en señal de hospitalidad. La metáfora aparece en Arquíloco (fr. 6 W.); el nombre del oferente está en el 98 de Leónidas.

Este arco encorvado y aljaba flechera ofrendados

como dones de Prómaco quedan para ti, Febo;

los dardos alados en pechos hostiles se alojan,

tremendos regalos hechos en el combate.

394 (VI 125)

Habla un escudo (cf. el 179 de Leónidas) ofrendado por Clito, quizás un gigante, dadas las proporciones del arma, y desde luego un bravo, que nunca lo arrojó para correr. Sobre Enialio, cf. el 77 de Nicias; sobre el nombre de la lanza, el 119 de Leónidas.

Aquí estoy de la guerra apartado después de mil veces

salvar con mis espaldas el pecho de mi dueño.

Dardos tirados de lejos y piedras terribles

e infinitas lanzas recibí, mas me jacto

de no haber dejado jamás, en la horrenda batalla

de Enialio, el colosal antebrazo de Clito.

395 (VI 128)

Normalmente las ofrendas guerreras se depositaban con sus gloriosos desperfectos; aquí quizás han limpiado este escudo. Sobre la semejanza no sólo con el epigrama anterior, sino con el 78 de Nicias, cf. intr.; sobre el epíteto de Ártemis, el 85 de Leónidas y 341 de Calimaco.

Quédate, escudo brillante, en el templo divino

como ofrenda guerrera para Ártemis Letoa

de Alejandro, que tanto contigo en la pugna luchara

manchando de polvo tu áurea cenefa.

396 (VI 264)

Cf. el anterior. Alejandro puede o no ser la misma persona del 395.

Soy un escudo que fue al rubio Apolo ofrecido

por Alejandro, el hijo de Fileo; gastada

por la guerra está ya mi cenefa, gastado mi vientre,

pero brilla la gloria que adquirí combatiendo

junto al héroe campeón que me ofrenda y no habiendo derrotas

conocido jamás desde que me forjaron.

397 (VII 242)

Epitafio para una heroica tumba en la ciudad liberada por los muertos, que puede ser (cf. intr.) Sición, tomada por Arato, el famoso político de la Liga Aquea, al tirano Nicocles en el año 251.

Por salvar a su patria llorosa que al cuello llevaba

las cadenas, éstos se vistieron de tierra

consiguiendo gran prez con su hazaña. Contémplenlos todos

y atrévanse a morir defendiendo a la patria.

398 (VII 171)

Las aves, sagradas por dar lugar a augurios y sacrificios, temían al cazador Pemandro, natural de la isla de Melos, situada en el mar Egeo, pero ya ha muerto y pueden posarse tranquilas (sobre la liga, cf. el 134 de Leónidas) en el árbol que da sombra a su tumba. La idea (cf. intr.) es del 335 de Calimaco.

Ya podrá el ave sacra dar paz a sus alas veloces

en este suave plátano posada; pues ha muerto

Pemandro el de Melos y ya no vendrá con su liga

para embadurnar las cañas cazadoras.

399 (VII 488)

Muerta te fuiste al profundo Aqueronte; el momento

no llegó de tu boda, pobre Aristocratea;

lágrimas quedan tan sólo a tu madre, que gime

por ti continuamente sobre tu tumba echada.

400 (VII 491)

La muchacha Cleo murió a causa de su soltería, de tristeza o porque quiso evitar algún tipo de matrimonio o su violación. En la tumba hay un relieve con sirenas (cf. el 388 de Erina) que muestran señales de luto (cf. el 22 de Perses).

¡Ay, ay, soltería funesta que el brillo apagara

de tu juventud, deleitable Cleo!

Aquí estamos, hermosas sirenas de piedra, llorando

encima de tu tumba con lacerados rostros.

401 (VII 212)

En la tumba de una yegua llamada Gaviota por su celeridad y capacidad para correr largas distancias en línea recta como el ave marina (cf. el 324 de Calimaco) cuando vuela siguiendo a las naves; si hay referencia a carreras ecuestres, cf. el 40 de Ánite.

De Gaviota, extranjero, es la tumba; no hay nada más ágil

en toda la tierra que sus veloces miembros.

Muchas veces, al modo de un ave, su largo camino

realizó igualando su curso al de las naves.

402 (VII 192)

Epitafio de un saltamontes. Sobre su «música», cf. el 359 de Simias.

Ya no cantarán, saltamontes, tus alas sonoras

cuando posado estés en los fértiles surcos

ni, entonando con ellas tu dulce canción, deleitarme

podrás cuando repose bajo el follaje umbrío.

403 (VII 194)

Cf. el anterior.

Esta arcilla a la vera del largo camino recubre

al saltamontes músico de Demócrito; cuando

se ponía a cantar por la noche sus himnos, la casa

entera resonaba con su voz melodiosa.

404 (IX 70)

Es la conocida historia de Tereo, rey de Tracia, esposo de Proene y padre de Itis, que violó a Filomela, hermana de su esposa, y le cortó la lengua para que no pudiera delatarle; pero ella encontró manera de hacerlo saber a Proene y las dos mataron en venganza a Itis y sirvieron su carne a Tereo. Los dioses convirtieron a éste en abubilla y a las mujeres en otras aves: en los poetas griegos, más bien a Proene en ruiseñor y a Filomela en golondrina, y en los latinos al contrario. Aquí no se habla más que de una hija de Pandión y las dos lo eran, pero hay que suponer que, según la tradición helénica, sería Filomela, que llora su violación. El final no está claro: ¿qué más puede pasarle al pájaro?

Golondrina, muchacha Pandiónide, tú, que por culpa

del lecho criminal de Tereo sollozas,

¿por qué todo el día en la casa te quejas? No lo hagas,

que te esperan aún lágrimas futuras.

405 (IX 333)

Imitación del 42 de Ánite (cf. intr.). El lema asegura que se trata del templo de Afrodita en Cnido (cf. intr. a Posidipo), pero la localización no está clara. El alción, ave semimítica a que se atribuyen dotes maravillosas, aparece en el 288 de Calimaco.

Pasemos junto a estas arenas que bañan las aguas

y el templo divisemos de la marina Cipris

con su fuente a la sombra del chopo y el chorro al que vienen

a beber los picos de los pardos alciones.

406 (IX 324)

La siringa (cf. el 385 de Teócrito) está inadecuadamente consagrada como exvoto en un templo de Afrogenia, otro nombre de Afrodita que responde a la etimología citada en el 107 de Leónidas. Sobre la personificación, cf. el 246 y 249 de Posidipo.

¿Por qué así a acompañar a Afrogenia, siringa, has venido?

¿Por qué has abandonado los labios pastoriles?

No hay ya aquí ni collados ni valles, Amores tan sólo

y Pasión; la rústica Musa quede en los montes.

407 (Aten. 163 a)

En el 221 de Asclepíades (cf. intr.) la Virtud era derrotada por el Fraude con ocasión del juicio de las armas de Aquileo. Cicerón (De fin. II 69) cuenta que Cleantes el estoico pintaba ya a las Virtudes como esclavas del Placer.

Heme aquí, desdichada Virtud, que, el cabello rapado

afrentosamente, junto al Placer me siento

abatida en mi alma por grande dolor, porque todos

al funesto Goce por mejor que yo tienen.

408 (VII 54)

Hesíodo (cf. el 320 de Calimaco) murió en el territorio de los Locros Ózolas, de la costa N. del golfo de Corinto (cf. el 37 de Ánite), pero, según Aristóteles (fr. 524 Rz.), su cuerpo fue llevado a la ciudad beocia de Orcómeno, cuna legendaria de los Minias. Pausanias (IX 38, 3) vio allí su tumba y cita este epigrama como inscrito en ella, pero más adelante agrega que los Orcomenios se lo atribuían al poeta local Quersias. Hesíodo (Op. 639) habla del pobre suelo y mal clima de su lugar natal, Ascra; es cierto, en cambio, que Beocia era fértil en cuanto a cría de caballos (cf. algo semejante en el 251 de Posidipo).

Ascra fue, la abundante en cosechas, su patria, mas cubre

la tierra de los Minias ecuestres los huesos

de Hesíodo, cuyo renombre es mayor que el de nadie

si se juzga a los hombres por su sabiduría.